Los terrores nocturnos son uno de los aspectos que más preocupa a los padres, quienes en muchas ocasiones no saben cómo actuar ni cómo ayudar a su hijo. A veces, pueden no identificarlos correctamente si no tienen ningún antecedente en la familia que los padeciera y si el niño tiene a menudo pesadillas con las que se despierta gritando o llorando. De hecho, “algunos se despiertan tan de golpe que incluso se sienten desubicados”, como apunta Mariana Moreno, neuropediatra y especialista en sueño infantil en Baby Sleep Solutions. ¿Cómo diferenciarlos para poder, así, ayudar correctamente al peque?
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Lo primero que hemos de tener en cuenta es que las pesadillas forman parte de un desarrollo normal del niño y que suelen aparecer a partir de los 2 años de vida, cuando nuestros hijos “empiezan a comprender que existen cosas que les pueden hacer daño”. Pueden provocarlas circunstancias de muy diversa índole, aunque por lo general en los más pequeños tiene que ver con un cambio importante en su vida, como la llegada de un hermano, ir por primera vez a la escuela infantil o al colegio o una mudanza, por ejemplo.
Los terrores nocturnos “son episodios en que el niño está muy agitado, llorando y es difícil consolarlo” y la principal diferencia con las pesadillas es que no responde cuando se le habla. Se trata de “un fenómeno en el que continúa profundamente dormido pero su cuerpo no está paralizado como debería”, como explica la especialista en sueño infantil. Una de las cuestiones que más sorprende y asusta a muchos padres es que el niño puede tener los ojos abiertos y, además, “es muy posible que grite o emita sonidos sin responder coherentemente”.
Una vez que termina el episodio, vuelve a un estado de sueño profundo. “Al día siguiente no recuerda absolutamente nada”, detalla Mariana Moreno. “Es como si no hubiera pasado”. Por el contrario, en el caso de las pesadillas, recordará lo soñado y será capaz de dar bastantes detalles, aunque se despierte asustado y con algo de ansiedad o nerviosismo.
Otro aspecto que podemos tener en cuenta para diferenciarlos es que las pesadillas ocurren durante la segunda mitad de la noche, en la fase REM, y los terrores nocturnos, “en la fase NREM, cuando el niño lleva 2-3 horas durmiendo”. Si el episodio se produce, por tanto, a las dos o tres horas de haberse dormido, puede servirnos de ayuda a la hora de dilucidar si se trata de un terror nocturno o de una pesadilla.
¿Cómo actuar ante un episodio de terrores nocturnos de un niño?
“Cuando un peque tiene un episodio de este tipo, los padres suelen asustarse mucho”, nos cuenta la neuropediatra. Es importante, en cualquier caso, saber cómo actuar y, sobre todo, qué no hacer si nuestro hijo está en pleno episodio.
Lo primero y, por obvio que parezca, es fundamental que los adultos mantengan la calma para actuar correctamente, pues “hay que evitar que se haga daño con los elementos de su entorno o que se caiga de la cama”.
Por otro lado, puede ser intuitivo procurar despertar al niño para rescatarlo de esa situación angustiosa, pero la especialista de Sleepy Solutions indica que no es recomendable hacerlo. Únicamente habría que contenerlo. “Tras unos 10 minutos, debería finalizar el episodio. Aunque es importante asegurarse de que está bien, puede seguir durmiendo sin problema”.
¿Cómo acabar con los terrores nocturnos de un niño?
Los terrores nocturnos suelen aparecen cuando no hay una correcta higiene de sueño, es decir, cuando no hay un horario y rutina adecuada para dormir. “Un ejemplo sería un niño de 3 años que se salta la siesta, cena muy tarde (21:30h), se queda dormido en el sofá (22h), a las 22:30 lo pasan a su cama, a las 00:30 tiene un episodio de gritar y moverse mucho, llora y luego se relaja y se duerme. Esto ocurre 2-3 veces por semana, siempre a la misma hora y sobre todo los días que se salta la siesta”, detalla Moreno.
En estas circunstancias, el niño no está durmiendo las horas recomendadas para su edad (que son entre unas 12 ó13 horas en total a los 3 años) “y su cerebro no está listo para estar despierto 12 horas o más”. También influye el hecho de que duerma cada día en un sitio diferente. “Su cerebro no realiza el proceso de reparación adecuado durante el sueño y es cuando suceden estos fenómenos”.
Partiendo de las causas, la manera de evitar que aparezcan los terrores nocturnos es procurar “una higiene de sueño que le permita descansar mejor”. Para ello, debemos ayudarlo a que vuelva a hacer siesta en un horario adecuado, y elaborar una rutina de noche que lo prepare para dormir y acostarlo en su cama a una hora temprana, “siempre procurando que su descanso no sea fraccionado”. De esta manera, podrá alcanzar 11 horas de sueño nocturno y, si le sumamos una siesta de 1 ó 2 horas, “las necesidades totales de sueño estarán cumplidas”.
En el caso de que los episodios de terrores nocturnos sean muy frecuentes y cuando no cumplan las características mencionadas y “se acompañan de movimientos rítmicos o no mejoran a pesar de una buena higiene de sueño”, Mariana Moreno señala que es recomendable que la familia consulte con un neuropediatra.