El Síndrome del Intestino Irritable (SII) es un trastorno digestivo que, si bien es benigno (es decir, no tiene repercusiones en el estado de salud de quien lo padece), provoca importantes molestias que pueden llegar a afectar al día a día del paciente. Es, además, de carácter crónico y muy frecuente en niños y, cuando los padres empiezan a detectar los primeros síntomas, una de las principales preocupaciones -una vez que el pediatra les ha descartado una enfermedad de mayor gravedad- es el tipo de pruebas que tendrán que realizar a su hijo. ¿Han de ser estas invasivas? ¿Qué tratamiento deberían seguir una vez diagnosticado este trastorno digestivo? Se lo hemos preguntado a la Dra. Ana Ortiz, responsable del Área de Salud de Farmasierra.
¿Qué es y cómo afecta a niños y a adolescentes el Síndrome del Intestino Irritable?
El Síndrome del Intestino Irritable (SII), es un trastorno funcional digestivo (TDF) crónico y benigno que se caracteriza por la presencia de dolor abdominal asociado a hinchazón abdominal, flatulencia y alteraciones del ritmo deposicional, ya sea en forma de diarrea, estreñimiento o de ambas, no asociados a ninguna causa orgánica o bioquímica.
Es una patología intestinal crónica y frecuente con una alta prevalencia, que afecta a más del 15% de la población, limitando en gran medida la calidad de vida de quien lo sufre y tiene alto impacto económico en los sistemas de salud.
En el grupo de niños de 4-10 años el dolor abdominal funcional (tipo Síndrome del Intestino Irritable) es el TDF más frecuentes, con una prevalencia en España del 17,3%, es decir, afecta prácticamente a 1 de cada 4 niños, siendo cada vez más común en jóvenes e incluso niños.
Los trastornos gastrointestinales funcionales (TFG) son un grupo heterogéneo de síndromes caracterizados por varios síntomas gastrointestinales sin una causa orgánica que los produzca y que están relacionados con la motilidad gastrointestinal y de la sensibilidad visceral.
En general son un tipo de trastornos muy frecuente en niños de cualquier edad (lactantes, preescolares, escolares y adolescentes) y que además interfieren significativamente en la calidad de vida tanto del niño como de su familia. De hecho, son uno de los motivos de consulta más frecuente en Pediatría. Se estima que este tipo de trastornos afectan al 32,4% de la población menor de 16 años, y el “dolor abdominal” representa hasta el 24% de consultas en Gastroenterología Pediátrica.
¿Cuáles son los síntomas y las primeras señales de alerta a las que los padres deben prestar atención?
Los principales síntomas del SII en los niños son la presencia de dolor abdominal asociado a hinchazón abdominal, flatulencia y alteraciones del ritmo deposicional, ya sea en forma de diarrea, estreñimiento o de ambas A veces se presentan otros síntomas como gases, eructos, acidez de estómago, pero la presencia de dolor abdominal es un requerimiento absoluto para hablar de SII.
El dolor abdominal en los niños (“me duele la tripa”) es un motivo frecuente de preocupación para los padres. A menudo, es difícil determinar si el dolor es una simple molestia o una señal de un problema más grave. Por ello es importante tener en cuenta que cuando hay un malestar digestivo recurrente o que no desaparece en unos pocos días, se hace esencial una visita al médico.
El dolor abdominal asociado a estos trastornos está relacionado con factores sociales, sensoriales y emocionales bien establecidos, alteración de la microbiota intestinal, factores dietéticos y la función inmunitaria de la persona.
¿Cómo se efectúa el diagnóstico?
Llegar a un diagnóstico concluyente de SII presenta dificultades por varios factores: al no haber una causa o problema orgánico que lo produzca, no existen marcadores biológicos, histológicos, ni morfológicos del síndrome; los síntomas de SII no son específicos y además el curso de la enfermedad es variable, ya que en distintos momentos de la evolución el niño puede indicar diferentes tipos de dolor abdominal y señalar localizaciones diversas.
Durante mucho tiempo el diagnóstico del SII se ha venido haciendo por exclusión, es decir a través del descarte de enfermedades y patologías que pueden compartir síntomas con el SII.
Actualmente el diagnóstico se fundamenta en la valoración de una serie de síntomas característicos y cada vez mejor definidos que se han sistematizado en los criterios diagnósticos Roma IV. De esta manera, el diagnóstico en positivo se realiza mediante la búsqueda de síntomas o signos específicos, aunque ello no excluye realizar las exploraciones pertinentes para establecer el diagnóstico diferencial con algunas patologías orgánicas que pueden manifestarse de forma similar.
Para diagnosticar el síndrome de intestino irritable, los médicos revisan los síntomas del niño y realiza una cuidadosa historia clínica que incluye en cumplimiento de los criterios Roma IV (sentados por consenso por un grupo de expertos en Trastornos Funcionales Digestivos que se reúnen periódicamente en la capital italiana), además de hacer un examen físico, recoger datos den los antecedentes familiares, etc. En algunos casos, pueden pedir analíticas y pruebas para descartar otros problemas de salud que pueden presentar esos mismos síntomas.
Lo más importante para empezar, y sobre todo en el caso de los niños, es establecer un buen clima de confianza en la relación entre médico, paciente y familia.
Ustedes reclaman que no se someta a los menores a pruebas diagnósticas innecesarias y, sobre todo, que no sean invasivas; ¿cómo son este tipo de pruebas?
Actualmente el diagnóstico del SII se fundamenta en la valoración de una serie de síntomas característicos y cada vez mejor definidos que se han sistematizado en los criterios diagnósticos Roma IV. De esta manera, el diagnóstico en positivo se realiza mediante la búsqueda de síntomas o signos específicos, aunque ello no excluye que en algunos casos siga siendo necesario realizar las exploraciones pertinentes para establecer el diagnóstico diferencial con algunas patologías orgánicas que pueden manifestarse de forma similar.
El diagnóstico del Síndrome del Intestino Irritable hoy día no es, por lo tanto, solo un proceso de exclusión para descartar otras patologías, un procedimiento que requiere un gran número de pruebas complementarias, generalmente costosas, casi siempre molestas para el paciente y, en algunas ocasiones, incluso pueden ser invasivas (aquellos procedimientos que requieren la penetración en el cuerpo de una aguja o un instrumento, una sonda, un dispositivo, un endoscopio etc. a través de la piel o de una abertura corporal. Las pruebas no invasivas incluyen por ejemplo las radiografías, un examen oftalmológico estándar, un TAC, una resonancia magnética, un ECG o un monitor Holter).
¿Es necesario evitar dietas restrictivas? ¿Por qué?
El abordaje de los niños con estos trastornos debe ser multidisciplinar (medidas higiénico-sanitarias, psicoterapéuticas y farmacológicas), siendo fundamental conseguir tener una relación de confianza entre el pediatra, el paciente y sus familiares. A veces es necesario apoyo psicológico y, en ocasiones el empleo de diversos fármacos que mejoren su sintomatología. Salvo en casos muy concretos, no es necesario el uso de dietas restrictivas (sin lactosa, baja en FODMAP, es decir, baja en carbohidrados fermentables, por sus siglas en inglés), como ocurre en el adulto, aconsejándose una dieta equilibrada saludable y equilibrada adecuada para una edad en periodo de crecimiento. Una alimentación saludable en los niños con SII resulta eficaz y es capaz de mejorar los síntomas gastrointestinales de estos niños sin tener que realizar una dieta baja en FODMAP.
Solo en aquellos pacientes concretos en los que se sospecha que puede haber alimentos que desencadenen los síntomas, se deben eliminar éstos de la dieta (lactosa, gluten, fibra, FODMAP).
Actualmente está estudiado científica y clínicamente que en estos trastornos hay una alteración de la microbiota intestinal (denominada disbiosis) que se puede regular con una dieta equilibrada y el empleo de probióticos y prebióticos específicos.
Todas las guías terapéuticas sobre el Síndrome del Intestino Irritable señalan el uso de probióticos específicos como una de las mejores opciones de tratamiento para mejorar su sintomatología.
Algunos probióticos pueden mejorar los síntomas y signos que padecen los niños con síndrome del intestino irritable y dolor abdominal funcional. Uno de los que tiene mayor evidencia científica es la cepa Bifidobacterium longum 35624 que, en diversos estudios, ha demostrado su capacidad de controlar y reducir los síntomas de estos pacientes mejorando la calidad de vida del niño y sus padres.
¿Cómo debería ser la alimentación de los niños con Síndrome del Intestino Irritable?
Es muy importante una alimentación saludable y equilibrada adecuada para una edad en periodo de crecimiento, manteniendo los horarios de alimentación, evitando las transgresiones alimentarias y el comer por ansiedad o aburrimiento. En definitiva, comer variado, sano y con moderación.
Debido a que la relación causal entre alimentos específicos y síntomas es difícil de probar y varía mucho de unos pacientes a otros, por lo que es importante no limitar y excluir alimentos de su dieta de forma indiscriminada, que podría conducir a una dieta inadecuada, a deficiencias de micronutrientes e incluso a una desnutrición calórico-proteica, máxime en los niños que tienen unas necesidades específicas durante el período de crecimiento
En ocasiones, puede ser recomendable eliminar la lactosa, el gluten o ciertos alimentos específicos, pero eso debe valorarlo y prescribirlo el médico en función de la historia clínica y la situación clínica de cada paciente. La dieta específica debe definirse y establecerse siempre después de tener el diagnóstico del médico de atención primaria o del especialista del aparato digestivo.
Una vez que reciben el diagnóstico, ¿qué tratamiento deberían seguir un niño o un adolescente con Síndrome del Intestino Irritable?
Es el médico, el pediatra que lleva al niño quien debe establecer el tratamiento y pauta adecuados a seguir en cada caso. Podrá recomendar cambios en la alimentación, terapias de salud mental/emocional, probióticos e incluso medicamentos, pero no hay reglas fijas al no haber una causa orgánica que esté produciendo esa sintomatología. Por ello, es el médico quien pueden ayudar a planificar un tratamiento y una dieta adecuada y ajustada a las necesidades del pequeño cuando haga falta.