Chenoa amadrina la campaña sobre pobreza menstrual entre adolescentes que ha puesto en marcha Evax con el objetivo de dar a conocer esta realidad que afecta a muchas más menores en España de las que cabría imaginar. “Se me ponen los pelos de punta”, comenta la cantante acerca de cómo le ha impactado descubrir los datos recabados al respecto por el estudio El absentismo escolar debido a la pobreza menstrual en España, realizado por Metroscopia para Evax, según el cual 2 de cada 10 chicas de edades comprendidas entre 14 y 25 años han declarado haber faltado alguna vez a clase por no poder comprar una compresa o un tampón. Hemos preguntado a Chenoa por qué se ha decidido a ser la imagen de esta campaña y hemos aprovechado la ocasión para preguntarle cómo vivió ella su adolescencia y sus primeros pasos en salud menstrual.
¿Por qué te uniste a la campaña?
Por poner sobre la mesa un problema que existe. Es decir, que dos de cada diez niñas alguna vez en su vida haya faltado al colegio por no tener una compresa, en España suena raro; me llamó mucho la atención y decía “esto no puede ser”. No tenemos idea de lo que es la pobreza menstrual. Al final yo creo que la conclusión de poner una preocupación de tanto calibre es que luego se quiera solucionar, ¿no?
Las niñas que sufren una situación así, esta les afecta emocionalmente; ¿qué le dirías para ayudarles a subir su autoestima?
¿Sabes qué pasa? Es que es una vulnerabilidad, porque yo recuerdo esos 14 años con mis amigas y y te sientes como que lloras mucho y preguntas poco, que no quieres hablar. Así que yo creo que les diría que coger a alguien de confianza y empezar a hablar es empezar por el principio. Que lo hablen con las madres, que lo hablen con sus hermanas, con su prima...
Hablas de la necesidad de hablar; ¿hablabas en casa con tu madre de la regla con normalidad?
Con mi madre, sí, pero me daba vergüenza que se enteraran mi padre o mi hermano. Ahí ya me costaba un poco más. Con mi mami lo hablábamos mucho. Somos argentinos, hablamos en mucho; en Argentina somos muy psicólogos todos. Luego ya cuando se lo dijo a mi padre, un poco de vergüenza sí me dio.
La endometriosis que padeces, ¿te viene por algún antecedente familiar?
La endometriosis, lamentablemente, a mí me ha hecho mucho mal, pero mi madre y mi abuela no la tenían. La endometriosis tiene algo y es que es una gran desconocida. No sabemos ni por qué aparece ni por qué se va. A mí me operaron y me lo quitaron casi todo. Yo me hago las revisiones cada seis meses porque con veintipico tuve un principio de cáncer, que también me lo atacaron a tiempo. Todo eso te hace fuerte, te despierta porque dices “cuidado, que me voy”.
Empiezas a preguntar de verdad y yo ya cada vez que iba preguntaba “¿qué tengo que hacer?, ¿cuándo tengo que venir?”. Todo lo apuntaba en un calendario y un día llegué y me dijo “estás perfecta, no tienes nada”. -¿Y eso cómo ha sido?-; me dicen “no lo sé; ¿has cambiado alimentación?, ¿has hecho ejercicio?”. No era eso, siempre hago ejercicio, así que me dice “pues no sé, estarás más en calma, habrá menos estrés”.
Hablando de tu adolescencia, ¿recuerdas algo que te generara a ti malestar?
Sí no tenerla (la regla). Es que en mi grupo de amigas la tuvieron todas y yo no la tenía. Yo tenía 14 años, mis amigas la tenían desde los 12 y yo dos años diciendo “ay, que soy la rara”. A veces hacía que la tenía para integrarme. Es una cuestión de integración; tú quieres ser aceptada por tu grupo. Me acuerdo de intentar ir con mi madre a comprarme sujetadores; yo no tenía nada de nada, pero se le pedía porque, como las demás lo llevaban, yo también quería. Al final es una edad muy frágil. La adolescencia es una etapa muy difícil donde tienes que encontrarte, donde las hormonas las tienes disparadas. ¿Cómo se puede arreglar eso? Yo lo arreglaba mucho charlando, hablando con mi madre, hablando con mis amigos. La comunicación es importante. Apuntaba las preguntas, las dudas que me surgían en el momento y luego se me olvidaban. Esa frustración por que no sabes que decir es muy difícil; la casa con un adolescente no es fácil para los padres, me parece dificilísimo.
Ningún padre viene con un libro de instrucciones. En 2024 somos más modernos, los adultos seguramente sabremos de muchísimas más cosas y nos hacemos los boomers, como dicen los jóvenes, pero estamos intentando también que nos dejen integrarse en su mundo adolescente, que es un mundo 3.0 muchísimo más avanzado que el nuestro con el que no tenemos nada que ver. Utilizan unas palabras que… ¡Dios mío! Yo, de presentadora en OT, decía “¿qué ha dicho?, ¿qué dice?” Me he puesto las pilas que da gusto, he aprendido un lenguaje con los que ellos se conectan, pero se ríen porque nosotros lo imitamos; para ellos es intrusivo que tú, de repente, digas que algo es “súper random”. Te haces la moderna y se ríen ellos de ti. Al final todo es comunicación, todo es ir soltando preguntas, dejando espacios.
Una de las grandes preocupaciones es precisamente cómo hablar con su hijo adolescente; ¿qué le dirías a estos padres?
Sobre todo, que no se frustren porque nadie ha nacido con un libro sabiendo. Yo soy educadora infantil y tenía todos los papis primerizos y... ¡pobrecitos míos!; lo pasaban súper mal. Todas mis amigas son profesoras de educación infantil, han hecho magisterio y trabajan con niños, y ninguna tenemos hijos. No los tenemos porque, de alguna manera, somos criadoras de hijos de otros.
Ser profesor o profesora es vocacional; yo lo era porque yo quería estar con los niños, a mí los niños me gustan. Mira si las madres lo sabían que cuando yo me fui de la escuela infantil, lo primero que decían era “¿dónde te vas, que quiero ir dónde estés tú?” Es importantísimo ver a una, a una que va a educar o a un educador que es absolutamente devoto del nene.
¿Cómo lo hiciste? Porque empezaste con la música a los 15 años; ¿cómo compaginabas la música con estudiar y con tu trabajo como educadora infantil?
Porque lo he visto en mi casa, eso es muy importante. Mis padres siempre han trabajado por la mañana y han cantado por la noche, entonces para mí era natural. Yo estudiaba por la mañana y cantaba por la noche, y luego me puse a estudiar Educación Infantil porque me encantaban los niños y trabajaba por la mañana y, por la noche, cantaba en el casino. Estuve como diez años haciendo eso.
Siendo adolescente, ¿lo hacías porque realmente te gustaba, porque ya veías que era tu sueño o no?
Nosotros venimos de Argentina, no tenemos padrinos ni nada; para nosotros era como supervivencia: trabajar y trabajar muy duro. La mejor pleitesía que le puedes dar a tus padres, que se han roto el lomo para que tengas una educación, es seguir con esa saga de trabajo. De hecho, mi padre a veces me decía “¿puedes parar un poco?” Yo tenía veintipico de años, me salté etapas, no viví la adolescencia, yo no tuve juventud, pero es mi forma de haber llevado mi vida, pero quién me iba a decir que iba a estar aquí esa de 16 que trabajo tanto.
¿Cambiarías algo de tu adolescencia, por dura que fuera el compaginar tantas cosas?
Yo creo que los eslabones de cadena en tu vida siempre van juntos, lo bueno y lo malo, y te hacen ponerte a prueba y elegir un camino de oscuridad o uno de luz. Tú decides, porque al final es hacerte fuerte, pero no mala.
¿Qué le dirías a adolescentes que que están viviendo alguna situación similar que viviste tú, que de repente dices hago esto?
Que confíen en sí mismos. A veces es una cuestión de mucha reflexión y de auto animarse. Nadie te viene a decir ni aplaudir; hay cosas por las que nadie viene a darte un aplauso. Te aplaudes tú solo, pero te aplaudes. Es decir, les diría que no se olviden de sí mismos, de su confianza, de su fe. Me parece muy importante tener fe en uno mismo y, si te equivocas, que sepan tampoco pasa nada. Eso es súper importante porque se aprende muchísimo del error. Creo que el error va de la mano con el triunfo, más de lo que parece, y de todo se saca algo bueno. Siempre, siempre.