Autor del best seller El cerebro del niño explicado a los padres, Álvaro Bilbao es doctor en Psicología e investigador en este campo y en el de la neurociencia, por cuyos trabajos ha recibido diversos premios.
En su nuevo libro Prepárate para la vida (Ed. Plataforma) da un giro y toma como interlocutores a adolescentes y jóvenes con el propósito de orientarlos a través de siete claves básicas, en ese convulso momento vital. Hemos hablado con él.
En el resto de tus libros te diriges a los padres, y en este directamente a los adolescentes, ¿por qué ese salto?
Llevan mucho tiempo proponiéndome escribir sobre el cerebro adolescente para padres. Yo doy muchas conferencias a adolescentes y mi sensación es que son muy activos a la hora de aprender y les gusta mucho cuando les explicamos, por ejemplo, cosas del cerebro. Puede que los adolescentes no escuchen a los padres, pero eso no significa que no tengan interés por aprender, por conocerse mejor, por saber cómo funciona su cerebro y de qué manera esos conocimientos les pueden ayudar en sus decisiones y a construir una vida sobre la que se sientan contentos en ella.
Quería dirigirme a ellos y lanzarles el mensaje que lanzo en las conferencias y que hace que levanten la mano para preguntar y que se arremolinen. Quieren aprender cosas.
En el libro insistes en el autoconocimiento para superar los desafíos de la vida. ¿Cómo lograrlo en un momento de cambio e inestabilidad como la adolescencia donde ni siquiera saben quiénes son?
Hay una parte importante que tiene que ver con su identidad, que van construyendo con los años, y hay una parte que es saber escucharse a ellos mismos. Puede que no tengas claro lo que quieres estudiar o que no tengas clara una identidad que te defina, pero sí puedes ir escuchando tus emociones, dominando tu temperamento, siendo un poco más fuerte, eligiendo amistades que te hacen sentir bien… Todo eso les va a dar sintonía, y a partir de ahí van a poder conocerse y a entenderse.
En el libro explico que si tuviéramos una píldora de autoconocimiento, la mitad de la píldora sería entender bien tu personalidad y la otra mitad sería entender bien cómo funciona tu cerebro, que es un concepto universal.
Desde hace un tiempo las emociones se han puesto en el centro y desde que son muy pequeños se les enseña a reconocerlas, pero llegan a la adolescencia y, aunque se saben la teoría, se sienten desbordados. En el libro abogas porque escuchen esas emociones. ¿Cómo deben lidiar con ellas en un periodo vital tan convulso?
Justo después de hablar de emociones, está el capítulo de dominar el temperamento. Es verdad que es importante escuchar las emociones, pero no siempre nos tenemos que dejar llevar por esa pasión que nos despierta la emoción y hay veces que hay que poner autocontrol y frenar los impulsos, y esa es una tarea de la adolescencia: aprender a diferenciar cuándo las emociones son una brújula que nos indica un camino que debemos seguir y cuándo las emociones están llevándonos demasiado lejos y tenemos que ponerlas bajo control.
Hay estudios muy interesantes que demuestran que tanto los chicos como las chicas, pero más ellos, dejan de mostrar sus emociones y su vulnerabilidad porque en la adolescencia los compañeros los ridiculizan. Hay que volver a poner en valor mostrar las emociones, y aunque no se haga con todos, quizá sí hay algún amigo al que poder comentarle ‘hoy estoy triste’ o ‘me siento mal porque he suspendido este examen’. En desarrollo personal se necesitan muchos inputs, y este libro es uno más.
“Resistir los propios impulsos es la habilidad psicológica más difícil de dominar para la mayoría de las personas”, aportas en el libro. ¿Por qué algunos adolescentes son capaces de hacerlo y otros no?
Tiene que ver con dos factores. Uno de ellos es la configuración del propio cerebro. Desde que tienen dos años de vida podemos ver que hay niños con un estilo genético que les hace ser muy buenos a la hora de controlarse. Son niños que antes de pegar a alguien son capaces de parar. Es una facultad cognitiva que viene marcada de serie. El otro factor importante son los padres. En la medida en que nosotros somos capaces de regularnos cuando son pequeños, que somos capaces de decirles que no, pero de forma calmada; que logramos estar tranquilos cuando tienen una rabieta… El niño va a ser más capaz de regularse cuando sea adolescente.
Pero, en todo caso, la adolescencia es un periodo donde hay un aumento drástico de hormonas que hace más difícil el control, sobre todo en momentos en que están un poco enfadados.
Hablas de adicciones y aseguras que la mejor manera de protegerse ante ellas es no comenzar, no dar ese primer paso…
Puede ser un poco predicar en el desierto porque tienen muy normalizado el tema de las drogas. Un niño de 12 años conoce, aunque no las haya probado, qué es el hachís, la marihuana… Pero ese conocimiento que tienen hay que aprovecharlo para explicarles la realidad. Porque el otro factor que me preocupa mucho es que muchos adolescentes tienen la idea de que no pasa absolutamente nada por consumir hachís y marihuana, cuando hay estudios que dicen que dañan todas las regiones conocidas del cerebro.
Piensan que es algo natural, pero hay muchas cosas naturales que no son buenas. En el libro les explico cuáles son las consecuencias reales, más allá de lo que les pueda contar un youtuber o sus amigos.
En relación a la felicidad, ¿qué mensaje hay que transmitirles a los adolescentes: que es algo a perseguir, que es algo que viene y va…?
En el libro hay tres momentos en los que hablo de la felicidad: cuando tenemos que proteger nuestro estado de ánimo y nuestra mente no consumiendo demasiadas redes sociales, no fijándonos en lo que nos dicen los demás, no entrando en los cotilleos… El segundo punto tiene que ver con cómo cultivar la felicidad, y ahí es importante que entiendan que no existen las personas que son totalmente felices. Estamos medicalizando muchos problemas normales en la vida: el chaval de 12 años que tiene ansiedad por exámenes y lo medicamos; la pareja que tiene una ruptura y se medica porque experimenta tristeza…
En la vida hay momentos buenos y momentos malos, días en los que vas a estar bien y otros en los que no vas a estar tan bien. Es importante normalizar que la felicidad no es algo constante, sino que se percibe de forma intermitente, y que la podemos cultivar teniendo buenas amistades, haciendo ejercicio físico, cosas que nos gusten, evitando estar con personas que no nos traten bien… Todo ello va a aumentar nuestra probabilidad de estar feliz, pero no hay ninguna persona en el mundo que no tenga días malos.
Dedicas un espacio en el libro a ese primer amor adolescente. Desde la familia, cuando sufren su primera ruptura, ¿cómo habría que acompañarlos para no ser demasiado intrusivos, pero a su vez ayudarlos?
Lo que es maravilloso es que en este momento haya muchos chicos que compartan con sus padres que han conocido a alguien, que tengan esa confianza en la familia para comentarlo, porque eso es ya un gran paso en relación a lo que vivimos en otras épocas, donde nos daba vergüenza hablar de nuestros sentimientos y todo lo llevábamos a escondidas con nuestros padres.
Cuando hay una ruptura, lo mejor es acompañarlos, permitiéndoles estar tristes, quizá podemos hacerles su cena favorita y explicarles que, como todo en la vida, a veces las cosas no salen a la primera y que es normal porque estamos probando o porque no hemos sabido gestionar desilusiones, conflictos… pero que son oportunidades para aprender y afrontar la siguiente relación de una forma un poco más sabia.
Del capítulo denominado ‘Construye tu futuro’, ¿qué consejos clave podemos extraer para los adolescentes que se sienten perdidos y no saben hacia dónde encaminarse?
Es importante que ellos entiendan que hay una serie de cosas que nos pueden ayudar a tomar buenas decisiones, como es conocer qué me gusta hacer, en qué consideran los demás que soy bueno o piden mi ayuda… Y en base a ellas ir construyendo parte de mi futuro. El chico de 14 años que lea el libro puede ir comprendiendo algunas cosas de esto y el que lo lea un poco más avanzado sí que va a poder encontrar una buena fuente de orientación.
Este capítulo lo he querido incluir porque hay muchos chicos de 20-22 años que, una vez acabada la carrera, se dan cuenta de que no ha conectado con ellos en absoluto, que se han dejado guiar solo por razones lógicas, por influencia de los padres, por las salidas… Pero lo que sabemos es que si realmente te gusta algo y eres capaz de esforzarte y de poner empeño, lo más probable es que ahí sea donde mejor te sientas.