El desarrollo del niño se va conformando con una serie de hitos, de pasos cumplidos, que nos van informando de que su evolución va por el camino correcto. Pero no es así en todos los casos.
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La Dra. Cristina Cordero Castro es neuropediatra y coordinadora del grupo de trabajo de Neurodesarrollo de la SENEP (Sociedad Española de Neuropediatría), además de directora de Pediatría de la Clínica Blue Healthcare, en Madrid. Nos habla de nueve señales que obsevar.
1. No fija la mirada a los dos meses
Desde muy temprano es posible observar algún signo del neurodesarrollo que no marcha como debería. Es el caso de la fijación de la mirada y el seguimiento precoz que, como indica la experta, son dos de los hitos más precoces en el ámbito de la comunicación y la sociabilidad.
“Dentro de que existen márgenes de normalidad, como en todos los hitos del neurodesarrollo, un lactante que no fija y/ o hace seguimiento a los dos meses de edad es un niño que debe ser revisado por el profesional de referencia”, advierte..
2. Ausencia de sonrisa social a los dos-tres meses
Lo que se llama sonrisa social o sonrisa de correspondencia es un hito precoz fundamental en el neurodesarrollo del bebé, el primer escalón en su sociabilidad. “En realidad, la sonrisa en correspondencia es la primera expresión social de un bebé, una de las primeras herramientas de comunicación no verbal que adquieren”, comenta la neuropediatra.
Cuando sonríe a los que le rodean, el bebé establece un vínculo emocional con ellos y, a la vez, comienza a expresar sus propias emociones, y a “comprender que su comportamiento puede influir en su entorno al recibir respuestas positivas y afectuosas en respuesta a su sonrisa”.
3. No muestra interés por coger objetos antes de los seis meses
Como normal general, un bebé debería lanzar las manos hacia los objetos que lo rodean entre los tres y los cuatro meses, “y siempre antes de los seis meses”, recalca la experta.
Cuando esto no ocurre puede haber distintas causas. Algunas de ellas son ‘estructurales’, como una lesión en el sistema nervioso central, ocasionada, por ejemplo, por falta de oxígeno alrededor del momento del nacimiento. “Cuando esto ocurre solemos encontrar un tono bajo en el eje del cuerpo (’hipotonía axial’), que suele evidenciarse desde los primeros meses de vida, pero la alteración de los movimientos de las extremidades no empiezan a ser evidentes hasta los cinco o seis meses, ya que hasta esa edad los movimientos del bebé son involuntarios”, explica la Dra. Cordero.
Hay otro punto más que resulta importante: “A veces las lesiones no afectan a las cuatro extremidades, y lo que empezamos a observar a los seis meses es que tiene una clara preferencia por una mano, es importante saber que esto es un signo de alarma, ya que la lateralidad no se define hasta los dos años, aproximadamente”.
Cuando no hay una lesión estructural, hay que valorar si el retraso se produce en un contexto de retraso global de desarrollo y descartar la causa (enfermedades genéticas, metabólicas, trastornos del neurodesarrollo...).
4. Tarda en sentarse y en caminar
En el área motora gruesa, la hipotonía axial del bebé es la que suele hacer saltar las alarmas de que algo no va bien. Estos son algunos puntos clave en los que habría que fijarse, como destaca la neuropediatra de www.bluehealthcare.es:
- Tiene dificultades para sostener la cabeza más allá de los dos meses.
- No se sienta más allá de los nueve meses.
- Tiene dificultad para pasar de la posición tumbado boca arriba a la posición de sentado o de la posición de sentado a estar de pie más allá de los nueve meses.
- No camina más allá de los 18 meses, ”aunque es cierto que hay niños que terminan caminando más tarde de esa edad sin tener ningún problema neurológico, de nuevo debe ser valorado por especialistas”.
5. Ausencia de comunicación: qué hay que examinar
La ausencia de contacto visual o de respuesta a su nombre cuando el bebé tiene 18 meses es una señal de alarma que hay que examinar. “Si además un niño de esa edad es excesivamente movido, o tiene patrones muy restrictivos o repetitivos de comportamiento (aleteo cuando está excitado, tendencia a alinear o clasificar objetos,…), o se caracteriza por una marcada inflexibilidad (intolerancia a cambios de rutina, obsesión por objetos concretos) o dificultades para el juego, también debe ser revisado”, indica.
En este sentido, la Dra. Cristina Cordero alerta de una realidad a tener en cuenta: “Cada vez veo más en la consulta niños que presentan este tipo de comportamientos y que han estado muy expuestos a pantallas sus primer año y medio de vida. Aunque de momento no podemos decir que la exposición a pantallas sea la ‘causa’ de su alteración del neurodesarrollo, sí que es evidente que no ayudan, y de hecho muchos niños tienen un primer avance simplemente por retirarlas… aunque luego haya otros aspectos que haya que trabajar de forma específica”.
6. Hay un conjunto de síntomas que hay que analizar
Hay algunos síntomas aislados que pueden llamar la atención, como la persistencia del babeo a una edad más avanzada, la marcha de puntillas o la existencia de movimientos o comportamientos repetitivos (estereotipias). Por sí solos, si están aislados y no se presentan conjuntamente con otros problemas, podrían deberse a otras causas y no a problemas del neurodesarrollo.
“Es más bien el conjunto de síntomas y la presencia de un retraso del desarrollo, además de estos síntomas específicos, lo que nos tiene que hacer pensar en un problema neurológico”, destaca la neuropediatra.
7. Retraso en la adquisición del lenguaje
“En cuanto al lenguaje, como regla muy básica, pero muy clarificadora, los niños tienen que empezar a decir sus primeras palabras antes de los 18 meses, sus primeras frases de dos palabras en torno a los 2 años, y a los 3 años deberían ser capaces de relatar con frases complejas, aunque todavía no sea adecuada la pronunciación”, detalla la Dra. Cristina Cordero.
En los problemas con el lenguaje hay que valorar también otros aspectos, como la capacidad comprensiva del niño y su uso de otras estrategias comunicativas. Cuando hay un problema de expresión y de comprensión estamos hablando de un trastorno específico del lenguaje. En otros casos, hablaremos solo de dificultades concretas que pueden ser abordadas con un trabajo de logopedia.
8. Regresiones en habilidades ya adquiridas
“La pérdida de una habilidad adquirida o ‘regresión’ en los hitos del neurodesarrollo debe hacer saltar todas las alarmas y consultar de manera preferente al especialista de referencia, porque la mayoría de las veces es signo de una enfermedad neurológica grave”, advierte la neuropediatra (@dracristinacordero, en Instagram).
“Existen, por ejemplo, encefalopatías epilépticas que pueden debutar de esta manera, sin que los niños tengan crisis evidentes, y en estos casos el tratamiento debe instaurarse de manera precoz y ‘agresiva’ para minimizar el daño cerebral que producen”, añade. Del mismo modo, existen otras enfermedades genéticas y metabólicas que pueden debutar así y que exigen de atención médica inmediata.
Por otro lado, “es cierto que muchos niños que terminan teniendo un diagnóstico de TEA (trastorno del espectro del autismo) llegan a decir algunos bisílabos en torno a los 12-13 meses, que enseguida pierden, sin que esto se considere una verdadera regresión”.
9. Baja autoestima y otros problemas afectivos
Las dificultades en el neurodesarrollo tienen también su espejo en el terreno afectivo, un ámbito que tendrá mucha importancia en su vida futura y que, por tanto, hay que cuidar.
“Es fácil que los niños con trastornos del neurodesarrollo tengan, por ejemplo, baja autoestima. Ellos son conscientes de que son diferentes en algunos aspectos, hay cosas que les cuestan más desde su más tierna infancia, y es casi inevitable que ellos mismos se comparen con sus pares”, alerta. “Si además son niños movidos, o con baja tolerancia a la frustración (como ocurre en el TEA o en el TDAH), es fácil que sean muy regañados en todos los ámbitos, y de nuevo esto va a repercutir en su autoconcepto”.
En este ámbito también les afecta la capacidad o no que tengan de socializar con otros niños. Hay algunos que lo logran, pero a otros se les hace más difícil, ya sea porque no comprenden las normas sociales, por su impulsividad, porque no encajan... “Este suele ser un aspecto de mucho sufrimiento, tanto para el niño como para su familia, y hay que actuar sobre el problema y ponerse a trabajar sobre él sin dilación”, señala la especialista.