adolescente en la ventana© GettyImages

Día del Bienestar Mental de los Adolescentes

Adolescentes convencidos de que tienen un trastorno mental (que no padecen)

Se autodiagnostican a partir de información que encuentran en Internet, lo que implica graves consecuencias para su salud mental


1 de marzo de 2024 - 15:28 CET

No me concentro porque tengo TDAH, no puedo estudiar porque tengo ansiedad… Afirmaciones de este tipo eran impensables, hace unos años, en un adolescente sin un diagnóstico previo por parte de un profesional. Sin embargo, cada vez es más frecuente que muchos menores de edad se autodiagnostiquen de un trastorno mental por lo que ven en las redes sociales o en Internet, sin saber verdaderamente si es así. De cara al Día Mundial del Bienestar Mental de los Adolescentes, este 2 de marzo, es fundamental visibilizar esta situación por las consecuencias que puede acarrear, pues “cuando un menor se etiqueta hace que su cerebro pueda creerse esa etiqueta, pudiendo llegar a la conclusión de que tiene un trastorno que no tiene en realidad. Si el cerebro se lo cree, se producirá lo que se llama en psicología:   la profecía autocumplidora  , nos explica Pilar Berzosa, profesora del Grado en Psicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

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A esto hay que añadir otra cuestión de gran relevancia y es que “muchos de los trastornos en los que se etiquetan no se pueden diagnosticar hasta que no son adultos”. La profesora de la UNIR nos pone como ejemplo una adolescente que dice ser límite o tener un TLP (Trastorno límite de personalidad): “no puede tenerlo, pues hasta que no se llega a edad adulta, no se puede diagnosticar”.

Sí es posible que un psicólogo o un psiquiatra determine que presenta síntomas compatibles con un cuadro que en un futuro se podría producir, pero eso es muy diferente a un diagnóstico certero. Las consecuencias de que la adolescente se convenza verdaderamente de que padece un TLP o cualquier otro trastorno mental son muy graves: “irá teniendo una conducta anómala, insana, esto generará desadaptación socio-escolar, entradas por urgencia, inicio de medicación psiquiátrica y una rueda de enfermedad que puede tener grandes repercusiones a corto, medio y largo plazo”.

Entre los trastornos mentales que más habitualmente se autodiagnostican los adolescentes se encuentran la bipolaridad, el TOC (trastorno obsesivo compulsivo), el TLP (trastorno límite de la personalidad) y depresión, señala Berzosa. Puntualiza que, si bien no hay evidencia científica al respecto por el momento, esta información se desprende de los datos clínicos con los que trabajan los profesionales de la salud mental, “sobre todo desde la pandemia”.

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¿Cuándo los padres deberían consultar con un psicólogo?

Dado que el autoconvencimiento de que se padece un trastorno mental puede conllevar que el adolescente desarrolle patrones anómalos que puedan acabar desembocando en un problema real de salud mental y que acabe siendo medicado para ello, es importante que los padres sepan reconocer ciertas señales de alerta y consultar con un psicólogo ante la más mínima duda. En general, las señales de alerta a las que es preciso prestar atención son, según Pilar Berzosa, las siguientes:

  • Cambios graves en sus hábitos (alimentación, higiene, sueño)
  • Exceso consumo de las redes y que, por ejemplo, que se acuesten con los dispositivos móviles.
  • Hablar recurrentemente de trastornos y cuando haya más de un amigo o amiga que también hable todo el tiempo de esto.
  • Cuando el profesor comente que el menor está muy desconcentrado o cansado o advierta de algún otro cambio.
  • Si encuentran síntomas de autolesiones.
  •  Si hay ideación suicida , aunque diga que hace algún comentario de broma
  • Si algún amigo alerta.
  • Si tiene cambios de humor más agudos que los que tenía anteriormente
  • Si verbaliza todo el tiempo es que soy...  es que tengo… 

¿Pueden los padres prevenir esta situación?

La profesora de psicología nos cuenta que muchas de estas situaciones vienen alentadas por el uso indiscriminado de las redes sociales, en las que hay personas que hablan de estas enfermedades y “generan efecto de mimetización y se retroalimentan los adolescentes”. Hay que tener en cuenta que, en la adolescencia, la influencia social ocupa un lugar predominante y que, “si no existiera internet, la influencia sería más pequeña”.

De ahí la necesidad de que los padres aprendan a controlar el uso de las tecnologías, pero también de que hablen con sus hijos y de limitarse el uso de los dispositivos móviles y del ordenador. “Se quejarán, pero los padres tenemos entre nuestras funciones saber decir ‘no’”.

La salud mental es vulnerable, y más en estas edades”, señala Berzosa con contundencia. “La prevención es la clave. Los padres deben aprender a observar con neutralidad para no asustar a los hijos y para que hasta que no haya una reafirmación por parte del experto correspondiente, no caer en invalidar su situación ni en exagerarla”, recomienda. “Si el adolescente no quiere acudir a consulta, que acudan los padres para pedir orientación. Esto ayuda muchísimo”.

Así, cuando comprueben que se dan en ellos algunas de las señales de alerta anteriormente citadas, es preciso “observar la sintomatología, como máximo, una semana”, indica. “Si en este periodo hay algo alarmante, se puede hablar con el centro escolar, con padres de otros amigos para saber cómo está el resto, etc.”.

En el caso en el que se dé algo alarmante y muy grave, como autolesiones, por ejemplo, “se actúa lo antes posible y, aunque no haya esto, pero es preocupante, se hablará para ir al experto en psicología clínica o sanitaria”. Al respecto, la especialista recalca que es muy importante, “acudir a profesionales que entiendan de estos ámbitos y que sepan trabajar con infancia, adolescencia y en familia. La psicología tiene muchas ramas, no todo vale para la salud mental”.