La matrona Laia Casadevall, experta en partos domiciliarios y especialista en lactancia materna por la Universidad Jaume I de Castelló de la Plana, lo tiene claro: “la sociedad es muy cruel con las madres”. Se exige a las mujeres ser perfectas en todos los ámbitos de la vida, ya sea con los hijos, con la pareja o ya en el trabajo y en las relaciones sociales. Y esa perfección, asegura, es imposible de alcanzar. De todo ello y, con motivo de la publicación de su nuevo libro, Maternidad consciente (Vergara), en el que aporta herramientas muy valiosas para ayudar a las madres en la crianza de sus hijos durante los dos primeros años de vida de estos, los más difíciles en cuanto a cambios tanto del bebé como de la propia madre. Y en la entrevista, Casadevall se dirige directamente a nuestras lectoras con el objetivo de hacerles ver que la mayor parte de las exigencias a las que se enfrentan no les corresponden: “Mujeres, la revolución empieza por aceptar que no existe la madre perfecta, que lo hacemos tan bien como podemos y sabemos con las circunstancias que tenemos cada una”.
Se recomienda habitualmente a las mujeres embarazadas que, cuando tengan a su bebé en brazos, sigan su instinto; ¿debe este ir unido a una maternidad consciente? ¿Cómo de importante es que las futuras madres se informen de manera adecuada sobre crianza antes de dar a luz?
Una maternidad consciente es aquella en la que la madre conecta con sus necesidades y las de su bebé. Se trata de escuchar más hacia dentro y menos hacia fuera. Y para poder vivir una maternidad más tranquila, coherente e instintiva en esta sociedad que nos intenta desconectar continuamente de lo más esencial, es importante estar también informada, para poder decidir en cada momento que es lo que nos va mejor a nosotras y a nuestros bebes, que muchas veces esto no va relacionado con lo que se nos exige desde fuera. Tener información nos hace más libres siempre y nos hará sentir menos culpables cuando se pongan en duda desde fuera nuestras elecciones de crianza.
¿Qué es lo que, por lo general y según tu experiencia como matrona, suele dar más miedo o desconcertar más a las madres durante los dos primeros años de crianza?
La sensación de vulnerabilidad y de no saber si lo estarás haciendo bien. Las madres estamos muy solas y los mensajes externos suelen chocar de frente con lo que sentimos dentro. Continuamente dudamos de nosotras mismas, la famosa culpa, el pensar si seremos suficientes para nuestros hijos. Por este motivo es tan importante la tribu, para sentirnos acompañadas y ver que lo que nos está pasando a nosotras, nos pasa a todas. Vivir la maternidad junto a otras madres que pasan por el mismo momento vital nos salva.
Como madre, ¿qué te resultó o te resulta más difícil?
El poco apoyo y valor social que se le da a la maternidad. Mi primer hijo nació cuando vivía en Barcelona, sin familia cerca. Y es muy duro maternar sin apoyo, ya que las ciudades no están pensadas para las madres. Pedí una excedencia para su cuidado y el sistema te penaliza cuando decides maternar. La sociedad no valora la esencia de los cuidados del inicio de la vida, cuando sabemos que son la base de todo. Mi segundo hijo nació cuando ya nos habíamos mudado en el pueblo donde reside mi familia materna, y qué alivio poder maternar en tribu. Sin duda, la maternidad acompañada y sostenida es un suspiro de aire para las madres.
En los cursos posparto se suele hablar de sueño infantil, de lactancia, de alimentación… además de todo esto, en su libro habla también del papel del juego y del movimiento en el desarrollo del niño; ¿qué es fundamental que las madres sepan al respecto para favorecer un adecuado desarrollo integral de su pequeño?
Es importante fomentar la autonomía de las criaturas y su libre movimiento desde bien pequeños. Intentar evitar o utilizar poco las superficies que fuerzan posturas que el bebé no puede adoptar por si solo, como por ejemplo las hamacas. Si tenemos que dejar al bebé, mejor en el suelo en un lugar adaptado para el juego. Boca arriba encima de una colchoneta con algún juguete de materiales naturales cerca y ropa cómoda. A partir de esta postura la criatura irá descubriendo el cuerpo y sus propias habilidades. También son esenciales los paseos al aire libre diarios y el contacto con la naturaleza. Y por supuesto, el contacto continuo con sus figuras de apego, que se puede facilitar a través del porteo ergonómico.
Hablas también de la importancia de hacer tribu con otras madres; ¿qué aporta a las mujeres que integran una?
Tener apoyo de otras madres que vivan el mismo momento vital nos ayudará a sentirnos menos solas en este increíble y transformador viaje de la maternidad. Ver que lo que nos pasa a nosotras nos pasa en realidad a todas alivia la culpa y el alma.
¿Siguen presenten los tabús en la maternidad? ¿Cuáles son los que más imperan?
Sí, siguen presentes. Algunos tabús son la pérdida gestacional o la muerte perinatal, la salud mental de las madres, la infertilidad o lo que realmente esconde el posparto; la soledad, la montaña rusa emocional que vivimos, el sangrado, los puntos, el dolor, el suelo pélvico, la sexualidad, los cambios en la relación de pareja o la corresponsabilidad.
¿Es cierto eso de ‘se pide a las madres que críen a sus hijos como si no trabajasen y que trabajen como si no tuvieran hijos’? En caso de ser así, ¿qué implica esto a la hora de ejercer una maternidad y una crianza conscientes?
Sí, la sociedad es muy cruel con las madres. Se nos exige ser super mujeres y aspirar a una perfección que en realidad no existe porque es imposible de alcanzar. Cuidar de nuestras crías, trabajar fuera y dentro del hogar, cuidar la pareja, las relaciones sociales… madre mía, ¡cuánta carga! Y entonces aparece la culpa, el dolor, el sentirnos pequeñas e insuficientes por no llegar a todo. Mujeres, la revolución empieza por aceptar que no existe la madre perfecta, que lo hacemos tan bien como podemos y sabemos con las circunstancias que tenemos cada una. Basta de exigencias y juicios. No podemos con todo, ni debemos asumir esta carga. Ojalá algún día podamos disfrutar de nuestras maternidades libremente y tengamos el apoyo real para poder hacerlo.
¿Cómo afecta el sentimiento de culpa que a menudo tienen las madres a la crianza de sus hijos?
La culpa nos persigue a las mujeres, es una gran herramienta del patriarcado más cruel. Y evidentemente en la maternidad está más presente que nunca. La culpa nos oprime y no nos permite disfrutar de nuestras crianzas. Invito a las madres a respirar, a exigirse menos, a escuchar más hacia dentro. Conectar con lo que tienen y lo que necesitan ellas y sus bebés. Apartar las exigencias externas y los juicios y aceptar que somos, por norma general, la mejor madre que nuestras crías podrían tener. Y que lo hacemos tan bien como podemos, a menudo con unas circunstancias muy precarias de apoyo y sostén.
¿Y a su propio bienestar emocional?
Evidentemente la culpa nos debilita emocionalmente. Por este motivo es tan importante que se empiece a reconocer el valor de los cuidados y los esfuerzos titánicos que hacemos para poder maternar en una sociedad tan poco amable con las madres. Es muy importante entender que los cuidados del inicio de la vida son la base de todo. Estamos maternando a los adultos de mañana y sabemos que invertir en el inicio de la vida repercute en una mejor salud mental de las madres, de sus criaturas y de la sociedad en general.
Si solo pudiera elegir una cosa, ¿qué le diría a aquellas mujeres que estén a punto de adentrarse por primera vez en la maternidad para que tengan muy presente en todo momento?
Que confíen en ellas, que escuchen su corazón siempre. Y que, la mayoría de las veces, las respuestas están dentro y no fuera.