La atención temprana está dedicada a aquellos pequeños que han nacido con dificultades o que tienen riesgo de presentarlas. Se actúa entonces en estas primeras etapas de desarrollo, tan importantes, para minimizar en lo posible esos hándicaps y para lograr favorecer todas sus potencialidades.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Hasta hace un tiempo, el modelo imperante de atención temprana se centraba en las terapias que se ofrecían en un centro de referencia, pero ahora está cambiando a otro centrado en la familia y que se lleva a cabo en los entornos naturales del niño. Para hablar de ello hemos recurrido a Belén Royuela, terapeuta de Atención Temprana del Centro Alere, de Madrid (www.alereat.org).
¿Por qué hasta los seis años?
La atención temprana se extiende, habitualmente, y como máximo, hasta los seis años. No es así en todas las comunidades autónomas, ya que cada una decide el tiempo de intervención y en algunas zonas esta prestación concluye antes, sobre los tres años.
No obstante, está prevista hasta los seis años. “Aunque ya sabemos que el cerebro tiene plasticidad toda su vida, este primer periodo hasta los cuatro o seis años son ventanas críticas de aprendizaje, donde se forman muchas conexiones cerebrales que serán definitivas”, indica la experta.
De este modo, en atención temprana se van a trabajar distintas funcionalidades y destrezas, como la motora, cognitiva, emocional o la autonomía.
Cuando el niño sigue necesitando este tipo de asistencia después de los seis años, hablaríamos de atención postemprana.
¿Qué niños son los candidatos a atención temprana?
“Los niños que tengan entre 0 y seis años con desafíos en su desarrollo o con riesgo de tenerlos son candidatos a la atención temprana”, señala Belén Royuela. En algunos casos son los padres los que se dan cuenta de que algo no va bien y solicitan una evaluación médica; en otros, los pequeños son derivados desde el mismo hospital, ya que han nacido con alguna complicación o van a necesitar más soporte, como sucede con los niños prematuros, y en otros, es la propia escuela infantil la que da la voz de alarma.
La atención temprana puede prestarse de forma pública o privada. Pero las plazas públicas escasean y hay muchas familias en lista de espera, que no siempre pueden abonar el coste de la misma. “Lo hemos visto especialmente desde la pandemia, y por eso, por ejemplo, en Alere tenemos a algunos niños becados”, comenta la especialista.
Para acceder a la atención temprana de forma pública, el menor tiene que ser valorado antes por un organismo oficial, que será el que reconozca la necesidad de esa ayuda.
Un nuevo paradigma de atención
Tradicionalmente, la atención temprana se ha prestado en un centro de terapias donde había varios profesionales, como fisioterapeutas, logopedas, estimuladores, terapeutas ocupacionales... Así, el niño iba pasando por los distintos especialistas en sus sesiones de trabajo.
Pero desde hace un tiempo, el paradigma está cambiando a otro: el modelo centrado en la familia que trabaja en los entornos naturales del niño. Es una forma de intervenir que ya se emplea de forma generalizada en otros países como Estados Unidos y que está implantándose en España, gracias a que la evidencia científica la respalda.
“Cuando el niño practica esas habilidades en su entorno natural las adquiere más rápido y quedan más consolidadadas”, explica la terapeuta de Alere, donde llevan a cabo este enfoque terapéutico.
De este modo, la familia se implica y “es parte del equipo”. “El terapeuta es experto en atención temprana, pero la familia es experta en su hijo. Entre ambos se trazan objetivos conjuntos para cada niño en concreto”, destaca.
Cómo se trabaja centrándose en la familia
En el modelo de atención temprana centrada en la familia que se desarrolla en los entornos naturales del pequeño, la intervención se realiza en los lugares donde el pequeño muestra dificultades y tiene unas necesidades específicas. Por ejemplo, en su propio hogar, en el supermercado, en el parque, en casa de los abuelos, en la escuela infantil...
Es una intervención mucho más global y personalizada donde los objetivos son concretos: en lugar de proponerse mejorar la coordinación motora, se enseña al niño, por ejemplo, a subir las escaleras de su domicilio.
O si los padres tienen problemas para hacer la compra con el pequeño porque este tiene reacciones disruptivas, los terapeutas trabajan sobre el terreno con ellos en el mismo supermercado.
“No queremos que la familia se convierta en terapeuta, sino tener una reflexión conjunta y pensar estrategias para que sepan cómo actuar y, dentro de las rutinas del niño, optimizar sus capacidades”, aclara Belén Royuela.
Esto no significa que no se trabaje también en el centro de atención temprana. Hay determinadas sesiones que por el material que precisan se llevan a cabo allí, pero el enfoque es más global y está a cargo de un equipo transdisciplinar, de forma que el niño tiene un terapeuta de referencia y la familia se vincula mucho más con todo el proceso.