Conocido en las redes sociales como Profe Danny, Daniel Lópéz Ortega desgrana en su nuevo libro Hasta el error es divertido (Ed. Plataforma), la realidad de la Educación Infantil, mucho más allá de las manualidades y las canciones que popularmente se identifican con esta etapa.
Es un periodo crucial en el desarrollo de la infancia, a la que no siempre se le da la importancia que merece, incluso exigiendo objetivos académicos que no le corresponden. Hemos charlado con él sobre todo ello, y estas son sus reflexiones.
Compartes tus experiencias en las redes sociales. ¿Qué es lo mejor y lo peor de estar en ellas como docente?
Las redes te abren un mundo educativo con posibilidades infinitas, sí es cierto que tienes que aprender a distinguir lo que es útil o no para ti y tu grupo. No todo es válido, pero aportan muchas ideas y recursos muy valiosos. También te permiten encontrar profes que comparten tu visión de la educación y compartir ideas.
Al ir creciendo en número de seguidores veo muy importante el ser consciente de lo que se comparte y divulga. Tu mensaje va teniendo más oyentes y hay que tomárselo en serio. Siempre intento aportar mi visión y mis experiencias, haciendo hincapié en que son mías y puede que a otro profesional no les sean útiles. No considero que haya aspectos negativos o “peores”, me encantan las redes sociales y el universo que abre.
¿Cuál es para ti el mayor valor que la Educación Infantil aporta al niño?
Un espacio libre dónde poder desarrollarse y potenciar sus habilidades. Es el primer contacto con la educación, con profesores y con el sistema educativo. Ojalá se les permitiera más vivir esos primeros años respetando su madurez, pero los organismos encargados de marcarnos a los profes lo que tenemos que conseguir, piensan muy diferente a los que nos encontramos dentro de las aulas.
A veces, como recoges en el libro, el maestro se convierte en la única figura de confianza para el niño. ¿Cómo se vive esa responsabilidad?
Tienes que ser muy consciente de cuál es tu papel y, al final, comparten con nosotros ocho horas de su día. Les vemos mucho más tiempo despiertos que sus propios familiares. Cuando ocurre un evento desagradable y te conviertes en esa figura de confianza y cariño, la responsabilidad que adquieres es mayor. En ese momento, esa mini persona está depositando en ti toda su confianza y tienes que asumirla con cautela. Hay que dar mucho cariño y comprensión. Respetar las necesidades que tenga, aunque sean diferentes a las del resto del grupo. Eso se llama individualizar y ojalá se hiciera más a menudo.
Resaltas que cada generación es diferente, ¿cómo ha de enfocarse la educación de esta generación de niños pequeños?
No sé sí será algo generalizado o no, pero lo cierto es que hay una creciente tendencia hacia unas mini personas con muy poca capacidad de concentración e incluso de interés. Te encuentras con niños muy conectados a pantallas y los profesores no podemos competir con un vídeo de TikTok de 15 segundos de puro estímulo visual y auditivo. Hay poca capacidad de esfuerzo y de querer superarse. Cada vez está siendo más complicado y, por supuesto, que los profesores nos actualizamos e intentamos hacer nuestras clases más acorde a las necesidades, pero a este paso me veo fabricando un móvil de cartón y metiéndome dentro como si fuera un canal de YouTube.
Cada vez es un reto mayor que vamos superando. Hay que observarles mucho y escucharles mucho más. Si queremos llegar a ellos, hay que conocerlos y conectar, pero también es fundamental que exista una coordinación familia-escuela. Al final todos somos agentes educativos, cada uno en un lugar y tiempo, y si no remamos en la misma dirección terminará el barco hundido.
¿Cuál es el mayor error que se comete en la Educación Infantil actualmente, a tu juicio?
Si me centro únicamente en los colegios, sería la necesidad ridícula de hacerles leer, escribir y dominar las matemáticas a una muy pronta edad. La Educación Infantil se está convirtiendo en una preparatoria para Primaria y Primaria para Secundaria. No se respetan sus necesidades madurativas y es muy difícil ser individual con ellos cuando nos marcan objetivos tan alejados de la realidad de un aula. Tener a niños escribiendo de manera ligada a los cuatro años sin haber trabajado unos pregrafismos o unas buenas actividades de motricidad fina es equiparable a hacer a un veterinario construir un rascacielos. Según currículum tenemos marcado un acercamiento, pero luego el libro de primero de Primaria les exige escribir en espacios minúsculos y leer y comprender textos amplios.
Trabajas en un centro con metodología Montesori, ¿cómo influye en el niño el tipo de pedagogía con el que se eduque?
Me encanta este tipo de enfoque educativo, pero también es cierto que no es útil para todo el mundo. No creo que exista una pedagogía perfecta sino un buen profesional que sepa guiar y acompañar a sus alumnos hacia el desarrollo de su máximo potencial. Hay que comprender y escuchar a la infancia, saber sus necesidades y lo que les motiva. Centrar un aprendizaje en sus intereses para ayudarle a crecer en todos los ámbitos.
Hablas en el libro de situaciones en las que la familia del alumno no te apoya, ¿cómo se resuelven?
CO-MU-NI-CA-CIÓN es la herramienta más maravillosa del mundo mundial. Hay veces que las familias no comprenden lo que estás haciendo o por qué y teniendo tutorías puedes llegar a solucionar esos malentendidos o esa diferencia de opiniones. También es verdad que algunas veces no se consigue llegar a un entendimiento. Es triste y, en mi caso, me genera muchísima frustración que no quieran ir en la misma línea.
En el libro relato una de las peores experiencias que he vivido con familias y a una de ellas llegué a decirle: “La oferta educativa es amplísima y este puede que no sea tu colegio ideal, quizás tendrías que buscar otro que se ajuste más a tus expectativas”. Es difícil. Llegar a ese punto es extremo, pero sucede y es terrible. Jamás me hubiera imaginado encontrarme en la situación de “invitar” a una familia a irse del centro, pero está claro que al final el único damnificado en esa lucha es su hijo. El sentimiento con el que yo tenía que ir a trabajar era angustioso sabiendo que nada de lo que pudiera hacer iba a cambiar su visión de lo que creían que estaba ocurriendo. De verdad que os invito a buscar el libro y leer ese capítulo para entender bien la situación y el por qué de ese desenlace.
También añado que esos casos son la minoría, normalmente te encuentras con familias encantadoras que están deseando formar equipo y que colaboran contigo todo lo que necesites.
Escribes cuentos. ¿Cuál es el valor que el cuento aporta a los niños pequeños?
Siempre digo que el cuento es el libro de texto de los pequeños. Existen títulos maravillosos para tratar infinidad de temas sobre valores, igualdad, diversidad, respeto, gestión emocional y un larguísimo etcétera. En mi caso, desde mi papel de escritor, intento darle un nuevo enfoque o la visión que nunca se ha contado, pero que existe. Por ejemplo, en mi último cuento, No quiero ir al cole, trato el proceso de la adaptación desde los ojos de Julia, una niña que está deseando ir al cole y no entiende por qué el resto de niños están tan tristes. Son los mensajes de los adultos, que sin darse ellos cuenta, van cambiando esas ganas de Julia por preocupación. El final es totalmente único para favorecer una comunicación familiar sin un condicionamiento.