La maternidad y la paternidad llega cada vez más tarde. La sociedad marca los tiempos y, con el ritmo actual, es ya muy poco común tener el primer hijo antes de los 30. Tanto es así que entre 2012 y 2022, se ha incrementado en un 27,9% el número de nacimientos de madres de 40 o más años, según indica el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, la naturaleza no ha cambiado su rumbo y hemos de ser muy conscientes de que “la edad es un factor súper determinante en el éxito de la gestación espontánea”, advierten la Dra. Silvia Iniesta, ginecóloga especializada en reproducción asistida en Hospital Ruber Internacional y Jefe de Sección de la Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Universitario La Paz y la Dra. Elena Carrillo de Albornoz, ginecóloga especializada en reproducción asistida y directora de la Unidad de Reproducción Asistida de Ruber Internacional.
Aún así, como la propia doctora apunta, con el tipo de vida actual no es viable pedirle a las chicas de 25 ó 29 años que se queden embarazadas pronto: “ese no va a ser el mensaje, pero deben saber que el posponer el momento del deseo de embarazo va a tener unas consecuencias”. ¿Qué hacer entonces?
Teniendo en cuenta que, a nivel individual, esto afecta directamente al plan vital de toda persona (pues puede no llegar a conseguir tener hijos) y, a nivel general, está ya teniendo importantes repercusiones en las tasas de natalidad, la clave pasa por programar un plan de reproducción. Es decir, del mismo modo que hasta ahora se hacía mucho hincapié, incluso a nivel institucional, en métodos anticonceptivos para evitar embarazos a edades tempranas, lo que subrayan los expertos es la necesidad de pensar a futuro. Hoy, gracias a los avances de la ciencia, es posible. ¿Cómo?
Elaborar un plan de reproducción para decidir cuándo ser madre
1º Ser consciente de la situación individual: ‘¿está envejeciendo mi aparato reproductor?’
Puede que con 20 e, incluso, con 30 años una mujer no vea aún el momento de convertirse en madre, pero tiene opciones para planificar su maternidad de cara al futuro sin preocuparse tanto por el reloj biológico (que, inevitablemente, sigue su curso). Para ello, lo primero es saber cómo va evolucionando su propio cuerpo, su aparato reproductor.
Y esto, que podría parecer una cuestión muy complicada de averiguar, es de lo más sencillo: tal y como nos explica el Dr. Yosu Franco, doctor en biología molecular y director de Laboratorio y Científico de la Unidad de Reproducción Asistida de Ruber Internacional, se ve en una simple citología. “Que todas las chicas pidan a su ginecólogo que les digan cuánta reserva ovárica tienen cada vez que se hacen una citología”, recomienda encarecidamente. Eso le dará una visión muy clara de sus posibilidades de convertirse en madre y, más aún, si se va comparando cuál es el estado de la reserva ovárica de un año para otro, nos dice; si ha bajado mucho, quizás sea el momento de tomar una decisión.
En cualquier caso, recomienda que, a partir de los 32 años, se tomen ya medidas en el asunto. Para explicarnos de manera pormenorizada las opciones que se tienen, el Dr. Franco nos ha llevado a ver, in situ, cómo es el laboratorio de criobología que dirige, donde nos ha mostrado con todo detalle cómo se crea vida cuando la naturaleza no lo hace factible. Así, el laboratorio de Ruber Internacional Centro Médico Masó abre sus puertas por primera vez a medios de comunicación y lo hace de la mano de Procare Health, compañía farmacéutica especializada en salud de la mujer.
2º Criopreservación ovocitaria
Siendo conscientes de la realidad expuesta en lo que al ritmo vital actual y sus consecuentes implicaciones en la natalidad, la criopreservación es una opción a tener muy en cuenta en el caso de las mujeres. Esta técnica consiste en congelar óvulos cuando aún se es joven y se dispone de una cantidad y calidad óptima de los mismos. De este modo, se obtiene una mayor flexibilidad a la hora de decidir cuándo se quiere formar una familia sin necesidad de estar tan pendiente de la edad, lo que proporciona tranquilidad a la mujer. De hecho, la congelación de óvulos ha experimentado una creciente demanda en los últimos años y ha aumentado más de un 160% respecto a 2015. En 2021 se criogenizaron más de 41.000 ovocitos, con la única finalidad de preservar la fertilidad, según datos que nos proporciona Procare Health.
Como nos explica el Dr. Franco en el laboratorio de criobiología, los óvulos se congelan y almacenan en unos contenedores en cuyo interior introducen nitrógeno líquido a una temperatura de -180º. Cada uno de esos contenedores hay una serie de varillas llamadas canestiers; en cada una de esos canestiers puede haber 200 ovocitos o, en caso de que ya se haya fertilizado el óvulo tras extraerlo, embriones. En el Centro Médico Masó “contamos con un sistema de alarma de nivel de temperatura y de nitrógeno” para asegurar que los óvulos y los embriones se mantienen en las condiciones necesarias para que puedan preservarse, detalla el doctor.
Para criopreservar óvulos, antes es necesario extraerlos, por lo que habría que realizar previamente una Estimulación Ovárica Controlada (EOC). El objetivo de este tratamiento es aumentar la producción de óvulos, lo cual se monitora mediante control ecográfico. Una vez que los óvulos alcanzan la madurez, se procede a la extracción. El Dr. Yosu Franco nos lleva a la sala donde se lleva a cabo la punción folicular a la mujer para poder extraer los óvulos del ovario. Se trata de una sala llena de luz, en la que se procura la mayor comodidad posible tanto para la mujer como para el equipo sanitario que la atiende: “la paciente se le coloca en posición ginecológica, el anestesista la duerme con un propofol y se le hace una ecografía vaginal; encima de la ecografía hay una aguja que lo que hace es, cuando se ve el folículo, sale hacia fuera, pincha el folículo y aspira”.
“Aquí está la enfermera, el ginecólogo, la anestesista y nosotros, los embriólogos, vamos viniendo y recogiendo los tubos que van saliendo del ovario para llevarlos al laboratorio de fecundación e irle diciendo al ginecólogo lo que vamos viendo a través del microscopio, y si van saliendo los óvulos que él está pinchando porque hay mujeres que tienen lo que se llama el síndrome del folículo vacío, por el que tú ves folículos en la en la ecografía, pero cuando pinchas y aspiras no hay nada”, cuenta el doctor. “Son mujeres normalmente que ya están en la premenopausia”.
3º Fecundación, el milagro de la vida en laboratorio
“Aquí, en el microscopio, es donde empieza un poco la vida”, dice Yosu Franco. “Vamos sacando aquí el líquido del tubo, lo extendemos y vamos mirando a través del microscopio si existen óvulos”. Y, para hacer entender de manera muy visual cómo se trabaja en ese estadio con el óvulo, lo compara con un huevo frito: “la yema del huevo sería el óvulo, y la clara del huevo serían células de la granulosa, que son células de protección que generan una hormona que tenéis las mujeres, que es el estradiol. Nosotros, en función del nivel de estradiol que tiene la mujer, podemos determinar más o menos cuántos óvulos van a poder salir en la punción, aparte de lo que veamos ecográficamente”.
Después, esos óvulos pasan bien a vitrificarse (a congelarse para implantarse años más tarde) o bien al proceso de fecundación. “Todo lo hacemos con movimientos micrométricos mediante los dos sistemas de micromanipulación más novedosos que hay actualmente en el mundo”, señala Franco. “Y a través del microscopio y con estos movimientos yo voy manipulando y haciendo la fecundación”.
Después, los embriones se ubican en incubadoras (similares a úteros), que permiten controlar su evolución hasta convertirse en un blastocisto en el día 5 ó 7 del proceso, momento indicado para realizar la implantación si se considera de suficiente calidad. Normalmente, la tasa de embriones que evolucionan hasta un blastocisto suele estar entre el 40% y el 60%. Además, en la clínica, en el 90% de los casos biopsioan los embriones, por lo que se eligen siempre aquellos más óptimos, de manera que la tasa de éxito es bastante alta.
Este análisis exhaustivo también pasa por los gametos del hombre. Por eso y para evitar cualquier posible contaminación, las muestras de semen se estudian en un espacio separado, en el laboratorio de andrología, antes de ser trasladadas al laboratorio de FIV (Fecundación In Vitro).
4º Implantación
Tras analizar el embrión, se comprueba también el estado y la evolución del útero de la mujer. Para ello examinan microbiota de la paciente, endometritis, endometriosis… El objetivo de este estudio exhaustivo -que es también un factor clave en la tasa de éxito- es que se quede embarazada en el primer intento. Una vez hecho el estudio, se practica la transferencia embrionaria.
Para mostrar cómo se lleva a cabo, el Dr. Franco nos lleva a la sala de transferencia, otro habitáculo muy luminoso en el que se permite, a diferencia de lo que ocurre en otras clínicas, que la pareja de la mujer esté a su lado en este momento tan especial. Nos cuenta que les da la opción también de escuchar música y de que elijan ellos la que más les guste para favorecer la relajación de la mujer.
La implantación la realizan siempre guiada mediante ecografía. El ginecólogo se encarga de canalizar el cuello del útero y, cuando está listo, da paso al embriólogo, quien introduce el embrión en el útero. El proceso dura unos 10 minutos.
La información es poder
Además de una mayor dificultad de lograr un embarazo, “sabemos que, a medida que aumenta la edad, aumenta la probabilidad de tener alteraciones cromosómicas a nivel embrionario”, apunta la Dra Silvia Iniesta. De ahí la necesidad de conocer las opciones que tiene cada mujer y cada pareja a la hora de planificar el momento de formar una familia. “Lo más importante es concienciar e informar a todas las mujeres de cuál es la situación actual”, subraya. Solo así podrán tomar las decisiones en función de sus necesidades o intereses sin arrepentirse de lo que hubieran podido hacer en caso de haber conocido las alternativas cuando aún era posible.