En la adolescencia, muchos buenos estudiantes dejan de serlo. Son muchos los factores que influyen, pero, tal como apunta Miguel Cobos, autor de Cómo despegar en los estudios (Ed. Espasa), no hay que conformarse, ya que puede haber un giro de guion.
Hemos charlado con este profesor para que nos explique de qué forma volver a motivar a los estudiantes que están en ESO y en Bachillerato y cómo lograr que sus calificaciones académicas sean mejores.
¿Cuáles son las situaciones que más lastran los resultados académicos en ESO y Bachillerato?
El motivo principal es que no tienen motivación para estudiar. Y es lógico. Están en una etapa en la que quieren encontrar su sitio en el mundo y ni los contenidos de las asignaturas ni el sistema educativo tienen interés para ellos.
Tienen a su alcance mil distracciones mejores que ponerse a estudiar los autores de la Generación del 98 o aprender a hacer derivadas. Y no paran de preguntarse para qué todo eso, no le ven sentido.
Y en cierta manera tienen razón: ¿para qué sirve todo eso? Poca gente hace integrales en su día a día o comenta lo que sucedió en la Revolución Industrial…
Sin embargo, es importante. Porque en esta etapa sentarán las bases de las habilidades y herramientas con las que saldrán a la vida adulta.
No tienen que esperar a que el sistema educativo sea agradable y fácil de seguir, para entretenerse hay otras formas. El día de mañana estarán en un trabajo en el que habrá tareas que no les apetezca hacer, tendrán que ser resolutivos, necesitarán organizarse el tiempo, planificarse, etc.
Comentas en el libro que estudiar al día no tiene nada que ver con repetir y repetir hasta memorizar. ¿Cómo ha de hacerse?
Efectivamente, lo de repetir y repetir no funciona. Como es muy aburrido, buscan evadirse de los estudios. En vez de eso es más efectivo desarrollar un método en el que una tarde de estudio consiste en descomponer en tareas o actividades breves y más fáciles de hacer. Eso sí, con intensidad. Es mejor estar dos horas concentrado que pasar cuatro horas delante de los libros sin avanzar.
Algunas de esas tareas son repasar lo que se ha dado en clase por la mañana, hacer los deberes, preparar el material de estudio para el examen… pero entendiendo para qué se hace y haciéndolo en el momento en que es más conveniente.
Hay que usar técnicas de estudio efectivas y adaptadas a la forma de funcionar que tiene nuestro cerebro. Porque de esa manera se avanza más y se ahorra tiempo. Y con esa sensación se consigue motivación para ponerse a estudiar y que cada vez cueste menos.
Señalas en el libro que estudiar no es una fiesta, pero que puede hacerse llevadero. ¿De qué manera?
Cuando un estudiante termina de comer, la tentación de echarse una siesta o de coger el móvil es grande. Ponerse a estudiar se hace muy cuesta arriba… pero, por ejemplo, si coges el hábito de ponerte la música que más te guste nada más terminar de comer y te sientas a organizar en cinco minutos lo que vas a hacer esa tarde y empiezas con la primera tarea (mientras sigues escuchando música), se desactiva esa “protección” del cerebro que antes te decía “ufff, estudiar cuesta, mejor descansa y coge el móvil un rato”.
También ayuda tener un ambiente de estudio agradable. Si en el escritorio y en la habitación hay mucho desorden, eso nos condiciona para no querer estar ahí.
Más cosas, como tener una lista de tareas o planificar el día siguiente te motivan a hacer más cosas. Combinando varias acciones de este estilo se va entrando en una dinámica más positiva.
¿Cómo encontrar la motivación para estudiar cuando se ha perdido?
Yo creo que la motivación se va perdiendo a medida que se van pasando cursos y el estudiante ve que cada vez hay que estudiar más y que los contenidos son más densos.
En ese momento, la estrategia de repetir y repetir se vuelve poco efectiva, porque tendrá que pasar muchas horas para aprenderse las cosas.
La motivación debe encontrarla cada uno en su interior, es importante que entiendan que los estudios no es cosa de la sociedad o de sus padres, es para ellos. Que vean los estudios como una especie de entrenamiento para ganar habilidades y herramientas que les ayudarán a conseguir el futuro de sus sueños. Y por eso es importante que se hagan la pregunta de “qué quiero para mí y para mi futuro, dónde quiero estar, qué quiero ser o qué quiero conseguir”. Porque a partir de ahí estarán más abiertos a aprender otra forma de estudiar, integrar nuevas herramientas, mejorar su organización… en definitiva, cambiar su forma de afrontar los estudios.
¿Qué importancia tienen el descanso y el ejercicio físico en un buen rendimiento académico?
Es fundamental. Muchos estudiantes se quedan hasta las tantas estudiando cuando tienen un examen al día siguiente. O se levantan temprano para repasar. Y eso hace que lleguen al examen sin estar frescos y con un buen baturrillo de conceptos sin asentar.
El descanso es importante para consolidar lo aprendido, y, si no se hace, en el examen mezclas ideas, respondes cosas que no te piden, tienes despistes…
Y ellos lo perciben como “puf, con todo lo que me he esforzado y encima no tengo resultados…”. Entonces se frustran, como es lógico, pero todo viene por un mal enfoque de los estudios.
El sueño es importante, pero solo es un factor más. Los buenos o malos resultados son la suma de un montón de variables que intervienen.
Como lo es también el ejercicio. Está demostrado que se aprende mejor con movimiento. Esto lo saben bien de forma inconsciente los que estudian dando vueltas por la habitación.
Yo en este sentido lo que les recomiendo que hagan en los descansos, entre un bloque de estudio y otro, es algo de ejercicio físico. Combinando ejercicios de fuerza con otros de cardio. Por ejemplo: abdominales, pesas, saltos, correr sin moverse del sitio… Incluso hay ejercicios muy buenos para activar la lateralidad del cerebro y fomentar que trabajen los dos hemisferios.
El móvil es una de las distracciones más recurrentes a la hora de estudiar. ¿Cuál es tu consejo con respecto a él durante el tiempo de estudio?
Que desactiven las notificaciones. Cuesta mucho resistirse al sonido de “tienes un mensaje nuevo”.
El problema es que se han acostumbrado a necesitar el móvil y pasan delante de él muchas horas todos los días. Y esa necesidad empieza a generarse desde por la mañana cuando lo primero que hacemos es mirar el móvil y repasar mensajes nuevos, correos, redes sociales...
Luego, de camino al trabajo o al instituto seguimos mirando el móvil. Y así, se libera esa dopamina que no nos deja trabajar o estudiar con claridad y que se pone de manifiesto cuando nuestra cabeza nos dice “venga, coge 5 minutitos el móvil para descansar un rato”.
Además de desactivar notificaciones, con ellos trabajo que sean conscientes del tiempo que pierden en algo que solo produce placer a corto plazo, pero que ni a medio ni a largo plazo tiene algún beneficio. Y encima ese placer a corto plazo es aparente porque suele ir asociado después con una sensación de culpa o malestar por no haber hecho lo que tocaba.
Cuando te haces consciente de todo el tiempo que podrías estar empleando en cosas mejores, como ver un partido de fútbol con los amigos (o incluso jugarlo), salir a dar una vuelta o cualquier actividad de ocio que les llene más, es más fácil que ellos mismos vayan reduciendo el tiempo de móvil.
¿Qué consejos clave darías a un estudiante que necesita mejorar sus calificaciones (por ejemplo, para hacer los estudios que desea)?
Que no admita un plan B, que aprenda a organizarse y a ser productivo, que busque ayuda... En definitiva, que haga todo lo posible para llegar a ese sueño. No importa si se consigue o no, lo importante es empezar a recorrer ese camino de mejora constante y que no te quede la duda de “qué habría pasado si me hubiera esforzado un poco más”.
No será fácil, pero precisamente ahí está el desafío. Ese es el reto.