Convertirse en madre por primera vez implica un cambio de 180º en la vida de toda mujer. De repente, todo gira en torno a ese ser indefenso que depende al cien por cien de sus adultos de referencia. Dormir pasa a ser, las primeras semanas, casi una utopía. En no pocas ocasiones, incluso, se dejan en un segundo plano aspectos tan básicos como la higiene personal, especialmente si la pareja o algún familiar no pueden acompañar a la madre en esos primeros momentos del postparto. Y esto no son más que las cuestiones más visibles, más evidentes en el día a día, pero hay muchas más. Incluso cuando el bebé ya ha crecido un poco y se empieza a ver algo de luz, las rutinas son distintas y, sobre todo, lo son las prioridades. ¿Cómo afecta todo esto desde el punto de vista social? ¿Es probable perder amistades de toda la vida tras la llegada de un hijo?
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“La maternidad, y en particular la primera maternidad, implica un cambio muy importante en múltiples esferas de la vida de la mujer: cambia la relación con tu cuerpo, cambia la relación con tu pareja, con tus familiares, la relación con el empleo y también cambia la relación con las amistades. Por lo tanto, es normal que, tras ser madre, la relación con las amigas y amigos de siempre cambie porque cambian las prioridades y, al mismo tiempo, la maternidad significa un cambio en los hábitos cotidianos muy importante que afecta también las relaciones de amistad con otras personas”, apunta Esther Vivas, socióloga y autora del libro Mama desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Editorial Capitán Swing).
Aquí la mirada no debería de estar tanto en cómo cambia la relación con las amistades de la madre hacia sus allegados, sino al revés, sugiere la socióloga; es decir, “la madre no debería adaptarse a esa relación de amistad para que se pueda mantener, sino que esa amistad es la que debería cambiar sus prácticas y hábitos para poder dar continuidad a esa relación afectiva con esa mujer que ha sido madre”.
La cuestión de fondo son las exigencias hacia la mujer, hacia la madre, a todos los niveles. En las redes sociales circula una frase que es ya muy popular y que viene a decir que se pide a las mujeres que trabajen como si no tuviesen hijos y que críen y eduquen a sus hijos como si no trabajasen. El problema es que esta máxima no solo se da en el ámbito laboral, sino que es una realidad en otros muchos ámbitos de la vida, incluido el de las relaciones personales. “Exigimos a la mamá que se adapte al empleo, que se adapte a la sociedad, que se adapte a las necesidades de su pareja, incluso que se adapte a lo que quiere la familia y que se adapte también a las amistades y a sus ritmos, cuando debería de ser al contrario”, señala Esther Vivas. La autora nos dice que es normal que cambien la relación con las amigas y apunta a que, en la mayoría de las ocasiones, esto ocurre “porque a estas amistades les resulta difícil adaptarse a la nueva situación en la cual se encuentra esta amiga que acaba de ser madre”.
Falta de empatía social
La clave, quizás, sea una falta de empatía. Empatía que se traduce, en no pocos casos, en sentimiento de culpabilidad en la madre. “Normalmente, la pérdida de una amistad o el alejamiento de una amistad se vive con con malestar y también se puede llegar a vivir con culpa. Y esto sucede porque en esta sociedad se coloca siempre la responsabilidad en la madre y, por lo tanto, si una relación se distancia a raíz de la maternidad, es la mamá la que se acaba sintiendo culpable, cuando en realidad no debería de ser así”, subraya Vivas.
“Socialmente hay aún un elemento de responsabilidad patriarcal muy grande que recae en la mujer madre”. Esto se traduce en que es la mujer la que, para alcanzar el éxito o para sobrevivir en el mundo laboral o en el de las relaciones, tiene que “renunciar a lo que significa ser mamá, a lo que significa cuidar y criar”, por mucho que, evidentemente, esto debería ser una responsabilidad compartida. Se habla de conciliación, pero la realidad es que, como señala la socióloga, parece que tenemos que esconder lo que ha significado transitar la maternidad en nuestro cuerpo y no solo en un sentido literal, físico, sino también a nivel emocional: “tenemos que dar a luz y, al cabo de poco tiempo, ser empleadas como si no tuviésemos hijos, ser pareja como si no tuviésemos criaturas a cargo, o ser una amiga como si no tuviésemos hijas e hijos pequeñas y pequeños; es decir, vivimos en una sociedad donde se nos obliga a las madres, en parte, a esconder lo que significa ser madre, a esconder el impacto que ha significado y la cicatriz que ha dejado esa maternidad en nuestro cuerpo a nivel emocional, cuando no debería de ser así, cuando socialmente deberíamos entender que ser madre debería ser una práctica socialmente valorada porque ¿qué haría esta sociedad sin mujeres, sin personas, que tuviesen criaturas?”.
Y tras plantear esta pregunta, esencial para permitir a las mujeres disfrutar verdaderamente de su maternidad (y también para favorecer que los niños crezcan en un ambiente familiar saludable), la autora de Mama desobediente puntualiza que “no se trata de idealizar, sino de darle el valor social, económico e histórico que tiene la maternidad”. De ahí la necesidad de colocar la mirada en los otros y no en las madres, y de “apelar a una sociedad que abrace la maternidad”. En lo que a las relaciones personales se refiere, se hace esencial que los círculos de amistades se propongan cuidar a las nuevas madres. Para ello no es necesario tomar medidas muy drásticas ni hacer grandes cambios en el grupo de amigos; quizás sea tan sencillo como mandar un mensaje de vez en cuando, hacer una llamada (y entender que, posiblemente, la nueva mamá no responda). También bastaría con “adaptar estos encuentros a los ritmos, a las necesidades de esa amiga que acaba de de ser madre”.
La necesidad de ‘hacer tribu’
Estrenarse en la maternidad implica, como vemos, perder amistades, pero también puede venir de la mano del encuentro con otras mujeres que también han sido madres. De hecho, “es imprescindible transitar la maternidad acompañada”, asegura Esther Vivas, que considera muy beneficioso buscar amistad con esas otras mujeres que están viviendo, en cierto modo, lo mismo, que se encuentran en el mismo punto vital. A su juicio, esto hará más fácil “maternar en una sociedad muy hostil a la experiencia materna”.
“Una de las maneras de sobrevivir a la maternidad es precisamente creando una red de madres , creando espacios donde compartir todo aquello que no se nombra en la maternidad, poder compartir los silencios, los tabúes, el lado oscuro de la maternidad con otras mujeres que están transitando lo mismo”. Esto será un grandísimo apoyo, nos dice la socióloga, para poder vivir la maternidad de una manera placentera, gozosa y compartida.