“Cualquier niño que sea percibido por los demás como diferente es susceptible de sufrir acoso escolar, del mismo modo que cualquier adulto es percibido como diferente es susceptible de ser marginado socialmente”, nos dice Sylvie Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC (Universitar Oberta de Catalunya) en referencia a menores con problemas de lenguaje. Esto es así porque “cuando percibimos la diferencia, categorizamos, etiquetamos”, pero ¿se puede evitar? En el caso de niños con TDL (trastorno del lenguaje), estos representan un 7 % del total del alumnado, lo que implica que, en una clase de 20 o 25 niños, vamos a encontrar a dos como mínimo, según datos recopilados por la UOC. ¿Qué podemos hacer para que niños con este trastorno o con otros problemas de lenguaje sean potenciales víctimas de bullying ?
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Cómo evitar que niños con problemas de lenguaje sean víctimas de acoso escolar
Disfemia (tartamudez), trastorno del lenguaje o problemas de comunicación derivados de otro tipo de trastornos -como los que se encuentran dentro del espectro autista o bien por una discapacidad intelectual moderada-; bien sea por un motivo o por otro, la cuestión es que la dificultad o una de las dificultades que estos menores presentan es evidente para sus compañeros de colegio. Y es precisamente esa visibilidad lo que, como apunta la profesora universitaria, los hace más vulnerables a ser objeto de burlas y de otros tipos de acoso aún más ofensivos y dañinos.
Lamentablemente, no hay una solución única para evitar, al cien por cien, que ellos (ni cualquier otro niño, con algún tipo de problema, trastorno o dificultad o sin ellos) no se acaben convirtiendo en víctimas de acoso escolar. Sin embargo, sí hay herramientas para ofrecerles a modo de escudo protector y, entre ellas, la primera y más básica es recibir atención temprana.
1º Detección precoz y atención temprana. “La atención temprana sigue siendo uno de nuestros caballos de batalla”, señala el también profesor de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC Alfonso Igualada. “Es cierto que alarmar no es positivo, pero conviene estar alerta si vemos que nuestro hijo o hija, en comparación con otros niños de su edad, no adquiere las mismas competencias en el desarrollo del lenguaje“.
2º Herramientas emocionales. “Siempre se habla de la autoestima, pero antes de la autoestima está la formación del autoconcepto”. Para desarrollar en el niño una autoestima sana, esta debe ser funcional, nos explica Sylvie Pérez, y para ello “el autoconcepto debe estar ajustado a la realidad”; es decir, el niño debe ser consciente de la dificultad o el trastorno que tiene, comprender qué implica y, “a partir de ahí, construir las estrategias para formar una autoestima que le permita hacer frente a cualquier situación en la que los demás le hagan sentir débil”.
3º Dar a conocer el problema. “Uno de los pilares de la educación inclusiva es que cualquier niño con cualquier dificultad tiene cabida en nuestro sistema educativo”, recuerda la profesora universitaria (“lamentablemente, siempre habrá algún caso muy grave al que hoy en día no se llega a dar respuestas desde los centros educativos primaria”, incide). Para evitar posibles problemas de convivencia de esos niños y, directamente, que puedan llegar a ser víctimas de acoso escolar “vale la pena informar a las familias” de los compañeros, “pero lo tendríamos que hacer casi como más preventivamente y no como respuesta cuando hay un niño en clase” que presenta un determinado trastorno o dificultad.
Las primeras señales de alerta para detectar un problema en el lenguaje
Para que el pediatra o un logopeda detecte una determinada dificultad en el habla o diagnostique un posible trastorno del lenguaje, es importante que las familias sepan reconocer las primeras señales de alerta, que son, según nos indica Sylvie Pérez, las siguientes:
- En torno al año y medio de edad: “para que un niño hable, debe comprender”. Antes de hablar e incluso de comprender lo que se le dice, hay unas “previas del lenguaje” que tienen que ver con la capacidad de mantener la atención conjunta, de que “tu hijo y tú podáis prestar atención conjuntamente a alguna cosa, ya sea la comida, ya sea un juego, ya sea una canción…”. También, con la comprensión de los turnos, esencial para mantener una conversación, la cual necesita que, para que un interlocutor hable, el otro escuche; “hay mil juegos que hacemos sin darnos cuenta que son turnos, como tiro hacia ti un coche y ahora me lo tiras tu; ahora abro un libro, ahora lo abres tú, ahora rasco yo aquí, ahora rascas tú…”.
- A los 24 meses. “A los dos años un niño habla, es la eclosión del lenguaje”. En algunos niños se produce un poco antes y en otros, un poco después, pero “si a los 30 meses todavía está en aquella fase de palabras sueltas, de poca mirada conjunta, de que no te comprende o de que te comprende, pero no responde su nombre... Todo esto es motivo de consulta”. Puede que se trate únicamente de un niño cuyo desarrollo es algo más lento y que no haya nada más, pero es aconsejable acudir al menos al pediatra para que este pueda valorarlo.
- Sobre los 3 ó 4 años. También “hay niños que hacen bien su desarrollo, pero tú ves que tiene problemas muy fonológicos, de articulación del habla”, como los ceceos, las ‘r’ mal dichas, por ejemplo. “Hay un momento del desarrollo en el que es esto es normal porque están aprendiendo la posición de la boca” al pronunciar ciertos sonidos, pero es importante que vayamos corrigiendo los errores que puedan cometer. Y aquí la especialista recomienda no hacer una corrección directa, sino de manera más sutil, a modo de “modelaje”, y pone como ejemplo que un niño pronuncie mal la palabra ‘unicornio’; en este caso habría que evitar “no se dice así, sino unicornio”. Lo adecuado sería introducirlo en la conversación; por ejemplo: “¡aaaah!, un unicornio!”, y seguir hablando con normalidad. Una vez que se ha ido haciendo ese modelaje, “si ves que el problema perdura, es motivo de consulta porque cuanto antes no puedas entrenar esa cuestión articulatoria, más fácilmente se corregirá”.