El método Kaizen surgió en los años 50 para aplicarlo a un entorno empresarial, pero se sustenta sobre una filosofía tan universal que se ha extendido, desde hace ya mucho tiempo, a otros muchos ámbitos de la vida, desde la implantación de hábitos saludables a mejoras en los estudios. Incluso se puede recurrir a él con niños y adolescentes, para enseñarles a hacer frente y a manejar la frustración, algo que en muchos casos les puede resultar complicado. “La frustración, en todos los seres humanos, independientemente de su edad, viene por un motivo: no consigo hacer algo que quiero, como yo quiero; desde el niño que se frustra porque está intentando ponerse un calcetín y no le sale, al adolescente que no ha sacado la nota que esperaba o que no consigue caerle bien a alguien, como el adulto que no consigue tener tiempo para él o que quiere que le valoren en el trabajo y no lo hacen”, nos indica María Martínez Diez, psicóloga y CEO de Clínica Kaizen y autora de Vivir en modo Kaizen (Alienta Editorial). “Lo que hay que instalar es la idea de repetición y pequeños logros sobre lo que tú puedes hacer”.
Para ello, la clave es reconocer lo que sí podemos replicar, no el resultado, nos dice Martínez. No cabe duda de que, en aquello que tenga que ver con la psicología o con manejar emociones, los pasos no van a ser tan evidentes como los que se han de dar para implementar mejorar en una empresa o para establecer un hábito saludable, por ejemplo; habrá que ir viendo las necesidades y fortalezas particulares de cada persona (en nuestro caso, de cada niño o adolescente).
Ayudar a niños y a adolescentes con el método Kaizen
Kaizen es, como decíamos, repetición y, en concreto, “es repetición con pequeños pasos que dependan de uno mismo”. Martínez Diez lo define como “el arte de hacer pequeño y manejable lo grande y abrumador, sabiendo tomar la acción más pequeña posible sobre lo que ahora depende de ti”. Por consiguiente, consiste en introducir “pequeños cambios amables, que no generen estrés, sufrimiento ni sobre esfuerzo para así poder mantenerlos en el tiempo y generar esos grandes cambios sin darte cuenta”.
Habrá que poner, por tanto, el foco “en aquello que se puede modificar”, en lugar de quedarse “atascado” en querer cambiar lo que no se puede, explica la psicóloga. De este modo, cuando a tu hijo adolescente “le enseñas que lo que otro compañero piense, diga o haga, solo depende de él (de quien lo emite), y que solo es cierto para quien lo dice, no para quien lo recibe, se crea una separación psicológica muy sana, donde el adolescente que recibe esas palabras que no le gustan, no se identifica con ellas”.
Esta separación se puede aplicar a otras situaciones en las que “cualquier tipo de expectativa externa no se cumpla”. Así, el adolescente, “en lugar de bloquearse y entrar en bucle con la decepción y la sensación de impotencia por no poder modificar lo que está fuera de su control, aprende a observar su parte de responsabilidad y se enfoca en ocuparse de lo que sí puede hacer”.
Para recurrir al Kaizen con el objetivo de lograr la capacidad de hacer esa separación y de que nuestro hijo adolescente se focalice en aquello que sí está en su mano, lo primero que hay que tener en cuenta es que “el modo Kaizen es una forma de vivir, no una herramienta”, como puntualiza María Martínez. “Es un aprendizaje que te anima a mirar hacia dentro, en lugar de buscar excusas y culpas fuera, que lo único que consiguen es hacerte sentir incapaz y frustrarte; por eso es también tan potente para subir la autoestima (que en la adolescencia es importantísimo)”.
En lo que a niños pequeños, no ya a adolescentes, se refiere, lo importante es centrar nuestra mirada hacia ellos en el proceso; es decir, en cómo ha intentado y persistido con algo que le resultaba especialmente difícil -como ponerse por sí solo un calcetín-. “Ahí empezará a aprender a enfocarse en lo que depende de él y se frustrará cada vez menos por el resultado, que no depende directamente de él”.
Pasos para ayudar a un menor a manejar su frustración con Kaizen
Antes de dar los pasos oportunos, es necesario tener en cuenta que “son los padres los que han de cambiar de mentalidad” para que sus hijos experimenten un cambio real y profundo. “Los adultos vivimos comentando frustraciones constantemente, enfadándonos porque las cosas no salen como queremos y verbalizando cuestiones como que si tal persona hiciera tal cosa, entonces yo no estaría así”. De este modo, al tiempo que intentamos hacer ese cambio profundo en nosotros mismos, podemos ayudar a que nuestro hijo aprenda a manejar su frustración guiándole para que dé, según recomienda la directora de Clínica Kaizen, los siguientes pasos:
- Introducir la idea de que no puedes modificar lo que no depende de ti. Hemos de ayudarle a que tome conciencia de que, por el contrario, siempre puede actuar y cambiar aquello que está en su mano, que sí depende de él. “Lo que depende de ti es lo que tú haces, lo que tú sientes, lo que tú dices y lo que tú piensas; lo que depende de los demás es... el resto: lo que los demás hacen, sienten, piensan o dicen, y lo que ocurre fuera de ti (que llueva, que cierren el colegio, que haya un atasco, que haya una comida en el comedor que no guste…)”.
- Aprender a diferenciar esas dos cosas. Es decir, saber separar lo que ahora puedo hacer y depende de mí, de lo que no. “Aquí hay que afinar el ojo porque no se nos ha enseñado a hacerlo y está todo un poco entremezclado”, puntualiza la especialista. “En mi libro hablo de aprender a separar las lentejas del arroz, y se hace con la práctica. Esa práctica que hace que lleves unas nuevas gafas de percepción que te permitan cada vez separar con más rapidez”.
- Enfocar la mirada en aquello que puedes hacer AHORA sobre lo que depende de ti. Una vez hecha la anterior separación, debemos ayudar al niño y al adolescente a que se pregunte ¿qué puedo hacer ahora sobre lo que depende de mí? “Así la mente, aunque no genere una respuesta, va aprendiendo a generar movimiento y a salir del estancamiento de la frustración”.
- Actuar. “Cuando la mente ya te da respuestas, hay que ponerse en marcha porque nada motiva más que la sensación de ser capaz”, afirma Martínez Díaz. “Y cuando aprendes este enfoque, siempre eres capaz de hacer algo”. Para tomar acción en modo Kaizen, la pregunta que es preciso hacerse a uno mismo es ‘¿cuál es el paso más pequeño que puedo dar ahora para acercarme a mi objetivo (el que sea)?’; en concreto, en niños y adolescentes, podemos ayudarles a que se planteen ‘¿qué pequeña acción puedo hacer ahora?’.
“A nivel terapéutico, la diferencia entre la psicología infantil y la adolescente es que la primera será a través de los padres, y la segunda ya pueden ellos formarse personalmente e introducir esos cambios”, aunque en la mayoría de los casos necesitarán ser guiados y acompañados por sus padres. En cualquier caso, los adolescentes, “a través de preguntas, van modificando de forma inconsciente, la manera de percibir y pensar sobre las cosas que les ocurren. Ellos pueden participar activamente en esta transformación mental”.