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9 hábitos que mejoran la salud mental de niños y adolescentes

Pequeñas acciones en el día a día pueden suponer un cambio en el estado anímico de los menores.


23 de enero de 2024 - 13:12 CET

Durante la infancia, niños y adolescentes se enfrentan a muchos desafíos que pueden impactar en su salud mental. Por eso, cuidar de ella es una tarea esencial. Los resultados no serán solo a corto y medio plazo, sino también a largo plazo, pues es en esta época cuando se ponen muchas de las bases para el bienestar adulto.

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Laura Fernández es psicóloga del Hospital de Día Retiro, de Recurra-Ginso. Ella nos revela qué hábitos son los más beneficiosos para que los menores gocen de una buena salud mental.

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1. Descansar bien y las horas suficientes

“El descanso no es un lujo, es una herramienta esencial para fortalecer la salud mental de niños y adolescentes”, apunta la experta.

De hecho, hay un porcentaje elevado de adolescentes entre 12 y 15 años que se sienten cansados cada día por la falta de sueño y las dificultades para dormir. “Esto repercute en su calidad de vida y en su salud mental, presentando inestabilidad emocional, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración o agresividad, entre otras alteraciones”, advierte Laura Fernández.

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2. Controlar el entorno antes de dormir

No basta con que el niño o el adolescente se vayan a la cama a una hora que garantice el descanso, también hay que velar por cómo pasa las horas anteriores.

“Es importante adoptar un plan de intervención para mejorar el descanso en la población infantojuvenil, estableciendo rutinas, un horario regulado para dormir, evitando el consumo de bebidas estimulantes o retirando aparatos electrónicos al menos una hora antes de acostarse”, señala la experta de Recurra-Ginso.

Además, realizar alguna actividad antes del descanso, como meditar, leer un libro o realizar alguna técnica de relajación puede ser muy positivo.

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3. Alejarse del consumo de sustancias nocivas

El consumo de drogas y otras sustancias entre la población infantojuvenil es un hecho. Diversos estudios sitúan en los 13 años el primer acceso al alcohol. En la adolescencia, el consumo suele ser esporádico, pero centrado en alcohol, cannabis, hipnosedantes y cocaína.

“Existe evidencia de que los menores que presentan una personalidad compleja en la adolescencia son más vulnerables a presentar una dependencia futura a las drogas y una mayor probabilidad de padecer mayor número de trastornos mentales como ansiedad, depresión, esquizofrenia y otros asociados”, alerta la psicóloga.

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4. Apoyarse en la familia

“Un ambiente familiar positivo fomenta la autoestima y el sentido de pertenencia, dotando de un espacio seguro y estable en el que poder expresarse”, comenta Laura Fernández.

Cuando el menor se siente arropado en su hogar puede expresar mejor sus emociones, fomenta una relaciones interpersonales sanas y tiene más capacidad para desarrollar habilidades que le permitan enfrentarse a los desafíos propios de su edad.

Gozar de una familia que atiende tus necesidades es un factor de protección frente a la depresión, la ansiedad y otros trastornos.

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5. Controlar la exposición al mundo virtual

Niños y adolescentes pasan cada vez más tiempo en el mundo virtual. ¿Qué efectos tiene esto sobre su salud mental?

“Los menores crean un mundo paralelo a la realidad que viven. Tener un mayor número de seguidores en comparación con sus iguales les da identidad”, subraya la especialista. “En ocasiones no son capaces de poner límites a la exposición a su intimidad y el tiempo que pasan conectados cada vez se hace de forma más inconsciente: lo hacen nada más levantarse, en el cuarto de baño, durante las comidas e incluso con su grupo de amigos, lo que les genera una gran dependencia”, explica la psicóloga.

El uso abusivo de las redes sociales se relaciona con ansiedad, estrés, trastornos del sueño, depresión...

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6. Relacionarse con sus iguales

Niños y adolescentes necesitan relacionarse con otros como ellos para forjar su identidad y completar su desarrollo. Poco a poco van desplazando la influencia de los padres, y en la adolescencia es su grupo de iguales el que les proporciona seguridad.

Eso no significa que los padres tengan que renunciar a su papel, pero sí deben ser conscientes de que para avanzar, sus hijos adolescentes deben ‘separarse’ de ellos (aunque los sigan necesitando mucho).

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7. Disponer de límites en el día a día

Los menores necesitan límites cada día, pero esos límites han de fijarse de manera correcta. Tal como apunta la especialista de Recurra-Ginso, han de ser consistentes (con consecuencias claras y predecibles).

A la hora de establecerlos hay que fomentar la escucha activa. ”Establecer límites no impide que se escuchen las preocupaciones o perspectivas de los hijos, ya que esto les proporciona autonomía y responsabilidad”, señala.

También es importante que los padres sean modelos en el comportamiento, y a que “los menores aprenden a replicar conductas en sus interacciones diarias porque sus progenitores son modelos a seguir”.

“El afecto y el establecimiento de límites son aliados esenciales en el desarrollo integral de niños y adolescentes para crear relaciones estables y jóvenes emocionalmente equilibrados”, apunta.

El teléfono gratuito 900 65 65 65 de Recurra-Ginso ofrece asesoramiento personalizado por expertos cuando los padres no saben cómo aplicar esos límites.

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8. Controlar su entorno académico

Los niños pasan muchas horas en el colegio y este es un ámbito decisivo para que puedan gozar de buena salud mental.

En este sentido, hay que vigilar que no sean víctimas de acoso ni de ciberacoso (”esta práctica afecta enormemente a su autoestima, generando en el menor miedo y ansiedad, e incluso problemas más graves como aislamiento y depresión”).

Por otra parte, hay que procurar que la presión académica no sea excesiva. “La presión por destacar y cumplir expectativas de los progenitores contribuye a la ansiedad, el insomnio y el agotamiento emocional”, destaca la especialista.

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9. Estar en contacto con la naturaleza

Llevar a cabo actividades al aire libre y estar en contacto con la naturaleza es un excelente protector de la salud mental infantojuvenil.

Los beneficios son múltiples: “Mejora su estado de ánimo, disminuye sus niveles de ansiedad, favorece el afrontamiento ante situaciones de estrés, alivia sus preocupaciones, disminuye su agresividad, incrementa su concentración, su autoestima y su calidad de vida, y, además, el menor aprende a relacionarse con los demás de forma personal y no solo a través de las redes sociales”, detalla Laura Fernández.

Es importante que los menores sean partícipes de estas salidas y de las actividades a realizar para que se sientan motivados y las disfruten.