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madre observa© GettyImages

Nuevas tecnologías

¿Es legítimo que los padres revisen el móvil de sus hijos?

Posibles amistades ‘inapropiadas’, acceso a contenido para adultos… las dudas asaltan a muchos progenitores, pero comprobar si son reales en el móvil del menor ¿va contra el derecho a la intimidad?


22 de enero de 2024 - 17:53 CET

Un teléfono móvil guarda, como sabemos, todo tipo de información sobre la persona que lo posee. Amistades, movimientos, gustos personales… y ante ciertos comportamientos o conductas sospechosas de un menor de edad, muchos padres tienen ‘la tentación’ de averiguar qué es lo que su hijo oculta, ‘registrando’ su smartphone. ¿Pero es esto legal o se podría considerar una intromisión en la intimidad? “Depende”, nos responde Borja Adsuara, abogado y profesor universitario experto en Derecho Digital, privacidad y protección de datos. “Cuando el menor es un niño (y por alguna razón tiene un móvil, seguramente porque sus padres se lo han entregado), parece que es razonable una supervisión de éstos”, nos dice. Otra cuestión bien distinta es cuando ya es adolescente; en este caso, “desde luego que es una intromisión en su intimidad, porque la adolescencia se caracteriza, entre otras cosas, por una reclamación de su propio espacio, en el entorno físico y el digital”.

Aclara, eso sí, que habría entonces que discernir si dicha intromisión es legítima o ilegítima. “Ningún derecho es absoluto y el derecho a la intimidad de un menor de edad puede ceder al deber de vigilancia de sus padres en algunos casos, cuando existen indicios razonables de que pueden estar siendo víctimas de delitos o, incluso, autores de ellos”. Un ejemplo muy claro de esto sería el ciberbullying o acoso a través de las redes sociales, así como posibles abusos sexuales.

Aun así, ni siquiera en esas situaciones está justificada “una invasión de la intimidad del adolescente, como, por ejemplo, mediante la instalación de aplicaciones de vigilancia, sin su conocimiento y consentimiento”. ¿Debería cambiar la legislación al respecto y otorgar más legitimidad a los padres en lo que al uso del móvil por parte de su hijo se refiere?

“En principio, no es necesario”, contesta Adsuara con claridad. “El Tribunal Supremo ya se ha pronunciado varias veces sobre este tema, dejando claro que los derechos al honor, la intimidad y la propia imagen son de los menores de edad y no de los padres, que deben protegerlos en beneficio de aquéllos”. El experto en Derecho Digital argumenta que, “si un menor tiene derecho a tener correo o estar en una red social a partir de los 14 años sin necesidad de consentimiento paterno, parece que tiene derecho también a su intimidad”.

Madre enfadada© GettyImages

¿Qué hacer entonces?

Comprobar los mensajes que escribe y que recibe su hijo, de averiguar qué tipo de contenidos ve, de saber qué hace cuando sale con sus amigos… puede ser una tentación para progenitores preocupados, especialmente si han observado ciertos cambios de comportamiento en el menor. Sin embargo, ese tipo de cuestiones están, a priori, muy alejadas de ser delictivas, por lo que en el caso de los adolescentes, revisar el móvil para dar respuesta a esas dudas de los padres sí sería intromisión en la intimidad y en el secreto de las comunicaciones.

¿Deben los padres, entonces, quedarse de brazos cruzados? ¿Dejar que sus hijos hagan un uso indebido del móvil? Lo primero de todo es tener en cuenta, antes de darle un teléfono inteligente por primera vez, si el menor es lo suficientemente responsable: “cuando le pido que haga algo, ¿lo hace?; ¿cumple con sus tareas cotidianas?; cuando le digo ‘apaga la tele’ o ‘apaga el ordenador’, ¿lo hace sin enfadarse?…”, nos decía hace unas semanas Rocío Ramos-Paul (Supernnany), psicóloga, divulgadora y directora de Ramos-Paúl Psicólogos (rocioramos-paul.com). Este tipo de cuestiones nos permitirán evaluar si nuestro hijo es capaz o no de hacer un uso responsable del dispositivo móvil.

Una vez que les hemos dado un smartphone, en el momento de la entrega, hemos de dejar muy claras las normas y los límites de uso y, en caso de que estos no se cumplan, las posibles consecuencias. Vendría a ser una especie de contrato, en el que también es recomendable dejar claras las vías de actuación de los padres y que, como recomienda la educadora social Marina Marroquí, estos aseguren a sus hijos que no van a recibir ningún tipo de reprimenda por, por ejemplo, recibir algún tipo de contenido inapropiado. Esto les dará confianza a la hora de contarnos algunos asuntos (relacionados con contenidos para adultos) que podrían, en ciertos casos, comprometer su bienestar.