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ni o enfadado© GettyImages

Psicología

¿Niños obstinados o niños con rigidez cognitiva?

La rigidez cognitiva no es un trastorno en sí mismo, sino un síntoma o señal de alarma de un posible problema que debería ser valorado por un profesional


22 de enero de 2024 - 14:02 CET

Niños que se frustran en exceso ante los cambios, que es complicado hacerles cambiar de opinión, que lo ven todo de manera muy radical (o blanco o negro)… Todo ello son aspectos o manifestaciones de rigidez cognitiva que, en definitiva, “es la dificultad para valorar diferentes alternativas antes de tomar una decisión”, nos explica la Dra. Inmaculada Escamilla Canales, especialista en psiquiatría infantil de Top Doctors reconocida en 2009 con el premio Fellowship Donald Cohen de la European Society Child and Adolescent Psychiatry.

Así se manifiesta la rigidez cognitiva en niños

La rigidez cognitiva no se considera un trastorno como tal, si bien sí que suele ir unido a alguno (como trastorno del espectro autista, trastorno por déficit de atención, trastorno obsesivo-compulsivo, algún tipo de trastorno alimenticio…). En general, los niños con rigidez cognitiva presentan una serie de características comunes:

  • Dificultad en el razonamiento abstracto y matemático. La dificultad que estos niños presentan en este tipo de razonamiento, en la representación mental, viene de que “su pensamiento es predominantemente lógico y su proceder es independiente del contexto e, incluso, de la carga emocional expresada”, nos indica la Dra. Escamilla; de ahí que “puedan parecer poco empáticos”. Esta característica no es, sin embargo, muy evidente los primeros años de vida; de hecho, “en su infancia y durante la Primaria, pueden parecer niños con muy buena capacidad intelectual, por ese razonamiento que se asemeja al del adulto; es a finales de Primaria cuando comienzan a presentar dificultades por la necesidad de un procesamiento más complejo y de la interacción social”. A esto hay que sumar dificultades añadidas en la adolescencia, pues “es una etapa en la que, de forma fisiológica, es decir normal, disminuye la flexibilidad cognitiva y, como es de esperar, estos casos empeoran”.
  • Comportamiento muy obstinado. Esta actitud de algunos niños hace que, “en determinadas situaciones de estrés, presente una alteración comportamental y emocional disruptiva (con agitación y/o agresividad)”.
  • Manías. “Las manías son también características”, comenta la psiquiatra infantil. “Se trata de comportamientos que se repiten sucesivamente sin razonamiento lógico que lo justifique y sobre el que el niño tiene muy bajo control; o bien son creencias que les dificultan la exposición a circunstancias nuevas, comportamientos selectivos, muchos de ellos erráticos, sin que se pueda encontrar un patrón claro, selecciona alimentos, viven experiencias cotidianas con temor fóbico, o incluso pueden desarrollar un mutismo selectivo”.

Cómo afecta la rigidez cognitiva al día a día de los niños

“Los niños con rigidez cognitiva, al no atender a otras opciones o indicaciones, pueden presentar episodios de frustración frecuentes y de intensidad considerable, adoptan una conducta impulsiva”, además de ciertos problemas de aprendizaje y, derivado de todo lo anterior, otros relativos a las habilidades sociales. Estas son las dificultades que presentan y la manera en la que les afecta en su día a día, según la doctora:

  • Dificultad en el aprendizaje, que “interfiere en el desarrollo adecuado de los procesos asociativos de aquellos procesos que dependen de la interacción con el entorno y el feed-back que reciben; se limitan en su exposición a nuevas experiencias y en el coronamiento de otras realidades”.
  • Dificultad en la atención selectiva, “es decir, presenta dificultad en atender a diferentes focos de forma alternativa o casi simultánea, por lo que no pueden integrar adecuadamente la información que les llega del exterior por diferentes canales sensoriales, perceptivos o sociales, como es la información a través del lenguaje no verbal”. Este es el motivo por el que “algunos de ellos pueden tener dificultad en entender ironías, dobles sentidos o información implícita que se presupone socialmente aceptada. “Estos casos, presenta lo que llamamos un Déficit en la Integración de la información multimodal o una alteración en la pragmática del lenguaje”.
  • Dificultad social. Todas estas dificultades “pueden manifestarse en su interacción social”, explica la especialista, pues “tienen dificultad en generalizar los aprendizajes, no son capaces de adaptar a los diferentes contextos y circunstancias de la vida, todos los experimentan como si fueran diferentes, y finalmente categorizan los actos sociales, adoptando un comportamiento predeterminado para cada uno de ellos e igual para todos lo que configuran ese grupo o categoría, lo que llamamos comportamiento estereotipado”.

¿Cómo ayudar a los menores con rigidez cognitiva?

“En primer lugar, debe tenerse en cuenta que la rigidez cognitiva es tan solo un síntoma o signo de un problema, una enfermedad o un trastorno psiquiátrico; el tratamiento y pronóstico es diferente dependiendo del trastorno que subyazca”, aclara la doctora Escamilla. Por ejemplo, “la rigidez cognitiva es característica, pero no específica, de un Trastorno del Espectro Autista, pues es común a muchos otros trastornos del neurodesarrollo, trastornos del aprendizaje y de conducta; por lo tanto, es fundamental consultar con un especialista en psiquiatría infantil para realizar una buena evaluación y diagnóstico diferencial”.

Una vez teniendo esto claro, para ayudar a los niños con rigidez cognitiva, “lo primero que tenemos que hacer los padres es ser consciente de ello”, apunta la experta. “Desde el conocimiento y la aceptación de la diferencia, nuestras actuaciones serán siempre más positivas para su crecimiento personal: estabilidad emocional y desarrollo de la confianza en sí mismo, lo que llamaremos autoestima y seguridad personal”. Partiendo de esta base, hay una serie de pautas que pueden seguir las familias de menores con esta dificultad:

  • Evitar el enfado directo con el niño. Para ello es preciso tener en cuenta que “tratar de hacer entender el error o la equivocación de forma lógica o aplicar consecuencias negativas que ni tan si quiera hayan sido anticipadas, tan solo puede empeorar la frustración y el desconcierto del niño”. Eso no haría más que provocar “un empeoramiento de su estado emocional con síntomas de inhibición del comportamiento (aislamiento, baja expresividad,) o, por el contrario, con mayor irritabilidad, lo que le hace más frágil y vulnerable a las exigencias del entorno”.
  • Manejar la frustración y el enfado del menor. “De forma concreta, deberá seguirse en primer lugar las indicaciones del especialista; sin embargo, controlar los riesgos en episodios de frustración, esperar a argumentar cuando haya cedido la crisis o episodio, siempre y cuando se pueda o sea capaz de entender (debemos tener presente que la rigidez supone un problema cognitivo e interfiere en la comprensión) son medidas básicas o estándar de manejo”.
  • Trabajar su conducta. “En la intervención terapéutica es fundamental el manejo conductual: anticipar las consecuencias de sus actos, hacérselas ver de forma objetiva, con una actuación coherente y consistente y, por otra parte, ayudarle a seguir una indicación no deseada por él, ofreciéndole una alternativa con una opción siempre peor que la que se persigue conseguir; esto último puede resultar poco terapéutico, pero es una herramienta fundamental para emplear en situaciones críticas o para conseguir cosas que son necesarias aunque él no las quiera”, señala Escamilla Canales. “Todo ello, no obstante, debe ir acompañado de la indicación del especialista en psiquiatría infantil, del tratamiento indicado y del trabajo multidisciplinar no solo con la familia, sino con las personas que interactúan diariamente con el niño, como los profesores”.