Ansiedad, depresión, aislamiento social... La salud mental infanto-juvenil puede venirse abajo de muchas formas, pero todas ellas suponen un gran reto para el afectado y para su familia. Es un ámbito que acaba afectando a casi todas las esferas vitales: al plano académico, a las relaciones de amistad con sus iguales, a la socialización, a las dinámicas familiares... Y en muchas ocasiones los padres se sienten desconcertados sobre cómo actuar y cómo ayudar a sus hijos.
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Tania García es educadora social e investigadora en neurociencia y educación. Autora de 10 libros sobre educación, ha auspiciado el I Congreso de Educación Real (movimiento del que es creadora), que se llevará a cabo en Madrid el 17 de febrero, para fomentar la salud mental de niños y adolescentes. Le hemos preguntado cómo afrontar en familia un problema de este tipo.
La primera reacción ante un problema de salud mental
Cuando un hijo tiene dificultades en relación a su salud mental, sus padres pueden reaccionar de formas muy diversas, pero “es común que experimenten sentimientos de culpa y reproches entre ellos”, como sucede con otras situaciones que suponen un gran desafío para la familia. También puede aparecer cierto alivio, al poner nombre a lo que ya intuían, o ansiedad y desconcierto sobre cómo abordarlo.
Sin embargo, Tania García aboga por otro planteamiento diferente. “Lo más importante es que nunca debemos verlo como un problema. Al percibirlo así, nos alejamos del acompañamiento adecuado, que es la vía para sobrellevar cualquier adversidad y, por supuesto, nos alejamos emocionalmente de nuestro hijo o hija”, señala.
Para la experta, “es crucial recordar que todas las personas necesitamos los mismos cuidados, atenciones y consideraciones; vivimos en un mundo diverso, no seguimos un patrón uniforme. Cada cerebro es único y cada uno atraviesa situaciones y experiencias diferentes. Es en estas diferencias donde reside nuestra individualidad y donde reside la resiliencia ante una situación que no esperábamos de salud mental”.
En este sentido, para ella este tipo de adversidades pueden ser un punto de inflexión que aporte aprendizaje, vínculo y nuevas herramientas. “Es un buen momento para el autoanálisis y el crecimiento, reflexionando y viendo hasta qué punto podríamos haber hecho las cosas de otra manera, acogiendo nuestras vulnerabilidades y responsabilizándonos del presente, con entrega, coherencia y ética”, expone.
Cómo hablar con el hijo de que tiene un problema de salud mental
Lo principal, tanto si se habla al propio afectado, como a sus hermanos, de lo que sucede es hacerlo con naturalidad. Partiendo de aquí, no hay que caer ni en los dramas ni en el victimismo, ni tampoco obviar el problema. Su consejo es “coger la adversidad como fortaleza”.
Además, recomienda utilizar un lenguaje adecuado a la edad del niño, estar abiertos a sus preguntas y responder a todo lo que necesite con información veraz, tolerancia y respeto.
¿Es bueno comunicar al resto de la familia que el niño o el adolescente tiene un problema de salud mental? Para ella, “es preferible enfocarse en la aceptación y en la diversidad, que enriquece nuestro mundo”. Es decir, “ver las diferencias como algo natural que forma parte de la vida”.
“Hay que saber siempre el motivo por el cual queremos contar cuestiones familiares personales y privada. A veces es más por presión social que por verdadera necesidad, y contarlo solo produce lo contrario a lo que necesitamos: la naturalidad y la ética”, añade.
Abordar las dificultades de salud mental
Dependiendo de la naturaleza de la dificultad que presente el menor, necesitará un apoyo diferente. En algunos casos será preciso recurrir a ayuda especializada, como la de un psicólogo o un psiquiatra, si hiciera falta medicación. También en el centro educativo, a través del Servicio de Orientación, pueden darle pautas.
En todo caso, para los progenitores es un momento delicado para el que ellos también pueden buscar apoyo, sobre todo para acompañar de la mejor manera a su hijo en una etapa que puede ser complicada para todos.
La forma de proceder de los padres debe guiarse, tal como comenta Tania García, con el objetivo de garantizar la “seguridad, salud y protección del menor”. En este sentido, tal como destaca, lo que necesita el niño o el adolescente es sentirse acompañado, querido, amado, escuchado, atendido y valorado.