Una de cada cinco personas padece un problema de audición en el mundo. En España, hay 4,6 millones de personas con hipoacusia (baja audición), una condición que puede ser congénita, y aparecer desde el nacimiento, o bien presentarse más adelante por distintas causas.
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Ekaterina Limónova fue una niña con pérdida auditiva severa no diagnosticada hasta la edad adulta. Pedagoga especializada en discapacidad auditiva, tiene un hijo también con esta condición y acaba de abrir un consultorio multilingüe gratuito para prestar ayuda a las personas que se enfrentan a este problema (www.ekaterinalimonova). Hemos hablado con ella para que nos oriente sobre este tema.
Los problemas de la pérdida de audición
La pérdida de audición en la etapa infantil puede impactar sobre muchas áreas del menor. “Es un problema con consecuencias a largo plazo si no se aborda adecuadamente, y las familias pueden sentirse muy perdidas”, indica la experta.
Así, el problema más importante al que se enfrentan estos niños es el retraso en el desarrollo del habla, “que a su vez conlleva problemas con la lectura y la escritura, así como un retraso del pensamiento, debido a la predominancia de la memoria visual”, explica.
Cuando hay pérdida de audición, en el niño se alteran también la percepción del ritmo, la composición fonética de las palabras, la gramática y la percepción de sonidos fuertes. “Incluso con audífonos, los sonidos escuchados en el entorno no son iguales a los escuchados naturalmente, por lo que algunos sonidos pueden suponer una carga adicional en el cerebro y causar dolores de cabeza”, revela. Hay que saber, además, que el cerebro del niño se adapta a la pérdida auditiva conectando métodos visuales y táctiles para percibir información del entorno, “pero debido a esta carga a menudo el niño se cansa muy rápido”.
Pero la esfera auditiva afecta también a las habilidades motoras. “A los niños con pérdida auditiva les resultan difícil realizar actividades relacionadas con el equilibrio y la coordinación. Al correr, pueden caerse de repente y tropezar al caminar. Pueden surgir dificultades al realizar algunos ejercicios físicos, así como al usar diversos objetos para ciertas actividades (tijeras, cuchillos, etc)”, detalla Ekaterina Limónova.
La socialización del niño también puede sufrir por la pérdida auditiva. De hecho, algunos estudios la han relacionado con más probabilidad de padecer acoso escolar. También la esfera conductual y emocional puede verse alterada, ya que el niño se vuelve retraído, tímido, susceptible e incluso puede presentar agresividad en algunos momentos. “Puede estar predispuesto a la depresión porque a menudo prefiere estar solo, evitando la comunicación”, advierte.
Actuar cuanto antes ante la hipoacusia infantil
Como sucede cuando hay un diagnóstico de salud inesperado, los padres pueden sentirse muy perdidos y con sentimientos encontrados ante la pérdida auditiva de sus hijos. Suelen temer el estigma que acompaña a la hipoacusia socialmente, tener miedo por el futuro, por el desembolso económico que suponen los audífonos, los implantes cocleares y las visitas a especialistas... También puede surgir la culpa dirigida a sí mismos o a otros.
Son procesos habituales, pero que hay que superar cuanto antes para llegar a la aceptación de la situación y ponerse manos a la obra. “La mayor amenaza en esta situación es el tiempo perdido para comenzar a proporcionar un apoyo adecuado y asistencia correctiva y pedagógica para el niño”, destaca la experta, que tiene un libro titulado ‘¿Por qué?’, donde habla sobre la aceptación del diagnóstico.
La importancia de recibir la ayuda adecuada
A pesar de los hándicap que pueden presentar, los niños con pérdida auditiva pueden tener un desarrollo completamente normal (en ausencia de otros diagnósticos adicionales).
Tal como destaca la especialista, “lo más importante para estos niños es un programa de asistencia correccional y pedagógica a tiempo y de manera oportuna, construido teniendo en cuenta las características individuales del niño, el nivel de pérdida de audición y su edad”.
El cerebro del niño es muy plástico y la ayuda de los padres y los profesionales formados va a ser muy importante. El apoyo externo suele consistir en clases con un logopeda, un maestro especializado en niños sordos y un psicólogo (si fuera necesario). “Además, si el niño usa audífonos o implantes cocleares, entonces es imprescindible visitar a un audiólogo para revisarlos y hacer un seguimiento”, aconseja la pedagoga.
Para Ekaterina Limónova, el apoyo de los progenitores es clave. “Hay muchos ejemplos de personas sordas que han obtenido educación superior, han formado familias y viven felizmente. Todo depende de los padres, porque solo a ellos les corresponde crear un entorno que permita que su hijo prospere”, subraya.