Los reductores de cuna son unos de los productos favoritos para regalar a futuros papás o a papás y mamás de recién nacidos, quienes, una vez que tienen a su bebé en brazos, ven este objeto como un gran aliado para facilitar el sueño y el cofort de su pequeño. Sin embargo, hay voces que alertan de su uso por los graves riesgos que puede conllevar para los bebés; ¿qué hay de cierto en eso? Si existen estos peligros, ¿por qué está permitida su venta?
Riesgo de asfixia
La Academia Americana de Pediatría (AAP) señala, en su última actualización de recomendaciones de sueño seguro para bebés (que sirve de referencia a las recomendaciones pediátricas de prácticamente todo el mundo), tal y como recoge el portal del Pediatric Sleep Council estadounidense, lo siguiente: “Mantener objetos blandos (por ejemplo, almohadas, juguetes parecidos a almohadas, edredones, materiales parecidos a pieles) y ropa de cama suelta lejos del área de descanso del bebé para reducir el riesgo de SMSL (muerte súbita del lactante), asfixia, atrapamiento y estrangulamiento”. El hecho de tener un objeto blando próximo a la cara podría acabar obstruyéndole las vías respiratorias y, en consecuencia, provocarle la asfixia.
Muerte súbita del lactante
Como vemos en la recomendación de la APP citada en el apartado anterior, la proximidad a objetos blandos en el lugar en el que duerme el bebé también se asocia a la muerte súbita del lactante , que se produce en bebés completamente sanos de manera repentina, normalmente mientras duermen. Así, aunque la comunidad científica aún desconoce la causa o causas por las que se produce esta muerte súbita, “el uso de almohadas, nidos de contención, dispositivos de posicionamiento, piel médica u otros objetos blandos, aumenta 5 veces el riesgo de muerte súbita del lactante en posición supina y 21 veces en posición prona”, según datos de la revista médica Pediatrics.
Que el bebé quede atrapado
El riesgo de que el bebé quede atrapado viene de la mano con los otros dos potenciales peligros relacionados con los reductores de cuna ya señalados. Si a eso le unimos la posibilidad de que el bebé duerma junto a peluches, muñecos o con otro tipo de objetos a los que no siempre se les da la importancia que merecen, el riesgo se incrementa.
¿Por qué se emplean en neonatología?
Habitualmente este tipo de productos se publicitan de cara a facilitar el sueño y el descanso del bebé e, incluso, como un factor que ayuda a evitar la muerte súbita del lactante. ¿Por qué? Es cierto que el hecho de permanecer tumbados en un espacio más reducido reconforta al recién nacido, quizás porque le recuerde o le haga sentir de manera más similar a como se sentía en el vientre materno. Este beneficio no supera, evidentemente, a la posibilidad de que haya un mayor riesgo asociado a la asfixia, al atrapamiento o a la muerte súbita del lactante. El hecho de que en algunas unidades de cuidados de neonatos se recurra a los reductores por los beneficios que pueden aportar es porque estos recién nacidos están bajo supervisión constante, por lo que el personal sanitario a su cargo podría intervenir ante la más mínima señal de alerta.
¿Por qué está permitida su venta si implica riesgos para el bebé?
Respecto a las promociones que aseguran que estos productos podrían evitar la muerte súbita, no hay evidencia científica; más bien todo lo contrario, como hemos visto, y las asociaciones pediátricas los asocian precisamente a un mayor riesgo de la misma. ¿Por qué entonces está permitida su venta? Porque sí es posible usarlos con supervisión de un adulto, es decir, durante las siestas diurnas del bebé, cuando sus cuidadores están despiertos y podrían actuar de inmediato. A priori, no haría falta más que mover al pequeño si comprobamos que le cuesta respirar. Es durante la noche o en los momentos en los que los adultos también duermen cuando se desaconseja su uso.
¿Cuándo sí se pueden utilizar?
Además de cuando está siendo supervisado por un adulto, se puede colocar al bebé en un reductor de cuna a partir de los dos meses de edad y cuando el pequeñín ya sea capaz de sujetar la cabeza por sí solo. Es muy práctico de día, para mover al bebé sin despertarlo si nos desplazamos de una estancia a otra de la casa, por ejemplo; también puede ser útil colocarlo en el carrito de paseo.
Recomendaciones de uso
Partiendo de que facilita portar al bebé sin incorporarlo (y que siga, por tanto, durmiendo), hay que tener en cuenta que no se puede colocar en cualquier lugar: siempre hemos de procurar ponerlo sobre una superficie plana, no inclinada, para evitar que pueda volcar. También habrá que prestar atención a que esa superficie sea lo suficientemente ancha; por ejemplo, habrá que tener cuidado si lo colocamos en un sofá o en una mesa, asegurándonos de que tiene espacio suficiente y de que el bebé no caerá al suelo al hacer algún movimiento.
Otros objetos a evitar en la cuna
Siguiendo las recomendaciones pediátricas, no debemos colocar junto al bebé mientras duerme peluches, almohadas ni ningún otro objeto. Por mucho que se comercialicen precisamente para eso, para bebés y recién nacidos (como los populares dou dous o mantitas de sueño). Tampoco con edredones o sábanas y ni siquiera con las llamadas chichoneras que buscan evitar que el niño se golpee con los barrotes de la cuna. Todos esos elementos le podrían provocar asfixia o estrangulamiento y también se asocian a muerte súbita del lactante. En todo caso se podrán utilizar, al igual que los reductores de cuna, en las siestas diurnas con la supervisión de un adulto.
Cómo debe dormir el bebé para evitar riesgos
En líneas generales, lo que se recomienda para el sueño seguro del bebé es que este duerma boca arriba sobre una superficie firme, plana, despejada y no inclinada. Esto último, el ‘no inclinada’, lo ha introducido la AAP en la actualización de 2022 y afecta incluso a niños con ERGE o reflujo gastroesofágico, para los que era habitual la práctica de inclinar la cuna o productos que elevasen algo la cabeza del bebé.