En la adolescencia desaparecen los ‘grises’; todo es ‘blanco o negro’, y esto dificulta mucho la gestión emocional. Es una etapa especialmente convulsa en este aspecto, porque, además, no se cuenta con la madurez suficiente como para darle la importancia que tiene.
Hemos preguntado a Rafa Dávila, educador Social y especialista en Salud Social, Atención a la Diversidad, Altas Capacidades y Psicología Social, cómo debe forjarse una buena educación emocional en esta fase vital.
El control de las emociones en la adolescencia
El hecho de ser un momento de extremos afecta a la salud social de los adolescentes que están inmersos en toda una montaña rusa emocional. En concreto, como destaca el experto, se pueden ver afectadas “su capacidad para entender y manejar sus relaciones con el entorno (familiar, educativo y social), con los demás (habilidades sociales y resolución de conflictos) y con ellos mismos (autoconocimiento, autoconcepto y autoestima)”.
Por este motivo, considera importante que se incorpore la dimensión afectivo-emocional en los currículos educativos, ya que los menores necesitan esas competencias básicas para desenvolverse. Se trataría de incorporar programas y actividades que promuevan la conciencia emocional, la empatía , las habilidades sociales y el manejo de los conflictos.
A todo esto hay que unir que “durante la adolescencia, además, puede verse afectada la capacidad de concentración, motivación y regulación emocional. Enfrentarse a desafíos sociales y emocionales puede, también, generar altos niveles de estrés y ansiedad”. Por ello insiste en la necesidad de brindar un apoyo y unas herramientas a los adolescentes para que puedan desarrollar esas habilidades emocionales saludables.
¿De qué depende que desarrollen una mejor o peor inteligencia emocional?
Hay varios aspectos, según detalla Rafa Dávila, que impactan en el desarrollo de la inteligencia emocional en esta etapa:
- La crianza y el ambiente familiar.
- Las experiencias sociales y emocionales.
- La educación recibida.
- El entorno escolar.
- El apoyo emocional de sus iguales y de los adultos.
- La capacidad de manejar emociones.
Así, el especialista, que ha recibido el Premio Madresfera 2023 en la modalidad Adolescencia, señala cómo es vital contar con una inteligencia emocional sana, ya que somos animales sociales. “Para un adolescente, tener una buena inteligencia emocional significa tener conciencia y comprensión de sus propias emociones, así como la capacidad de manejarlas de manera adecuada”, señala.
También incluye mostar empatía hacia los demás, saber resolver conflictos y tener la capacidad de establecer relaciones saludables. “Esto será esencial para el día a día y para permitirle tomar decisiones más acertadas, manejar el estrés y la ansiedad, la salud mental y las relaciones interpersonales de manera efectiva, y tener una mayor autocomprensión, autoconocimiento, autoestima y bienestar emocional general”, subraya.
¿Cómo pueden ayudar los padres?
Además del entorno educativo, la familia es el otro pilar básico para ayudar a los adolescentes a tener una buena inteligencia emocional. Por un lado, los progenitores deben fomentar una comunicación abierta y respetuosa con los hijos, brindarles apoyo y acompañamiento emocional, además de “modelar habilidades emocionales saludables, promover la empatía y la resolución constructiva de conflictos”, apunta. Es recomendable también que los adultos compartan con los menores las propias estrategias de autorregulación emocional.
Además de todo ello, los adolescentes siempre se verán favorecidos en este propósito cuando el ambiente familiar sea seguro y estable, y cuando se sientan escuchados y valorados. “En definitiva, hacer que se sientan por un lado acompañados y al mismo tiempo presentes e importantes en el entorno familiar”, explica.
Qué errores no se deben cometer
La educación emocional de los adolescentes es algo que lleva tiempo y dedicación. Por eso conviene estar alerta de los errores que se pueden cometer. “Es de gran importancia entender que lo que tenemos delante son personas, como nosotros, con su historia de vida y sus emociones, son sus intereses, sus miedos, sus debilidades y también sus fortalezas”, revela el experto (@rafadavila.orientador, en Instagram).
Partiendo de esta base, en el siguiente nivel hay que “evitar cuestiones tan importantes como invalidar o minimizar sus emociones, ignorar o no abordar adecuadamente sus preocupaciones emocionales, imponer expectativas poco realistas, ejercer un control excesivo sobre sus emociones, criticar o ridiculizar sus sentimientos y no brindar un ambiente seguro y de apoyo para expresar sus emociones de manera saludable”, comenta Rafa Dávila. Se trata, en definitiva, de crear un ambiente respetuoso hacia los hijos, a la vez que un hogar seguro donde puedan ser ellos mismos y crecer.