Hasta los seis meses, el bebé está perfectamente alimentado solo con pecho (o con leche de fórmula). En ese momento se inicia la alimentación complementaria que, como su nombre indica, es secundaria a la leche, pues hasta el año esta es el alimento principal.
Algunos bebés aceptan muy bien los nuevos sabores y las nuevas texturas, ya sea en triturado o en trocitos, pero a otros les cuesta más. Para hablar de ello hemos consultado con la Dra. Carolina González González, del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
¿Por qué a los seis meses se inicia la alimentación complementaria?
Las indicaciones generales señalan que es a partir de los seis meses cuando se debe comenzar con la alimentación complementaria, pero, tal como apunta la experta, es necesario que se cumplan otras circunstancias:
- Debe haber desparecido el reflejo de extrusión, por el cual el bebé mueve la lengua para evitar que algo entre en su boca.
- Puede mantenerse sentado con apoyo.
- Es capaz de coordinar la secuencia ojos-mano-boca y llevarse el alimento a la boca.
- Muestra un interés por la comida.
Cada niño tiene un ritmo madurativo diferente y es importante acompañarlo, “y no forzar los ritmos ni obsesionarse con plazos”, insiste.
“El inicio de la alimentación complementaria no debería retrasarse más allá de las 26 semanas de edad porque puede aumentar el riesgo de déficits nutricionales (como déficit de hierro, zinc) y de alergias e intolerancias alimentarias”, señala la pediatra. Además, no exponer al bebé a nuevos sabores puede genera el rechazo de esas texturas y sabores y “alterar la adquisición de habilidades motoras orales”.
Lo más importante: mantener la calma
El hecho de que la alimentación complementaria se inicie a los seis meses no implica que el bebé desplace la leche, que seguirá siendo el alimento principal durante su primer año de vida, ni que tenga que tomar grandes cantidades de alimento triturado o en trozos. Hay niños a los que les cuesta más que a otros. Es así porque es una etapa más del desarrollo “y, como tal, requiere un entrenamiento”, comenta la especialista de la AEP. “Es normal que podamos encontrarnos alguna dificultad en el camino, pero, salvo raras excepciones, con paciencia y perseverancia, se superan”, insiste.
Es muy importante dedicarle el tiempo suficiente a las tomas en las que se está ofreciendo un nuevo alimento (ya sea triturado en papillas o en trocitos siguiendo el Baby Led Weaning). “Vivimos en la época de la inmediatez, pero la naturaleza requiere tiempo. El bebé debe asociar este momento con algo positivo, con un aprendizaje interesante y con un tiempo en familia”, reflexiona la Dra. Carolina González.
¿Hay alguna pauta para introducir la alimentación complementaria?
Existen muchas formas de introducir la alimentación complementaria, dependiendo de las costumbres familiares y de la cultura a la que se pertenezca. Así, el orden de introducción de los alimentos no es rígido, “aunque sí es recomendable comenzar con alimentos ricos en hierro, dado que la leche materna a partir de los seis meses tiene un bajo aporte del mismo”, señala la experta.
De igual forma que con el orden de introducción de los alimentos, con la cantidad a dar tampoco hay normas, pero “se puede empezar sustituyendo o complementando una toma de pecho (o de leche artificial) por una toma del alimentos que se vaya a ofrecer”. Siempre teniendo en cuenta la importancia de la leche materna o artificial.
Para darle un nuevo alimento se esperarán dos o tres días hasta comprobar que el anterior es bien tolerado, esto es, que no hay vómitos o reacciones en la piel. “De esta forma, el bebé puede ir progresivamente desde los 6 a los 12 meses, adaptando las tomas a la alimentación familiar, manteniendo el amamantamiento hasta los dos años o más (o en el caso de la leche artificial, manteniendo un aporte de aproximadamente 500 ml de lácteos diarios”, recalca la Dra. González.
¿Y si se niega a tomar los nuevos alimentos?
Cada familia debe encontrar el mejor modo propio de introducir los nuevos alimentos para su hijo, porque, como ya ha quedado señalado, no hay fórmulas universarles que sirvan para todos. Eso sí, hay que dedicarle tiempo para que el niño tenga la oportunidad de explorar y aprender, “porque esta etapa, como cualquier otra del desarrollo del niño, se entrena”.
Hay que hacer de ese instante un momento de calma. “Si se convierte en algo estresante y frustrante, el bebé vivirá la experiencia en ese mismo sentimiento”, advierte. Así, hay que tener paciencia para ofrecerle de nuevo el alimento: “Podemos reintentar ese mismo alimento muchas veces (hasta 10 o más) de otras formas o texturas diferentes antes de decidir que el bebé lo rechaza”.
No conviene que el niño asocie tomar o no un alimento con un premio ni con un ‘castigo’, tampoco usar distracciones durante la comida, como las pantallas. Y, muy importante, “la dieta del adulto debe ser el ‘referente’ para el lactante y el niño pequeño. No podemos pretender que un niño coma verduras si los adultos en casa no las comen nunca”.
¿En algún caso el rechazo a los nuevos alimentos pueden esconder algún problema más importante? Hay algunas situaciones como el apetito selectivo o limitado, que pueden ser resueltas con apoyo del pediatra. “Sin embargo, los trastornos de la conducta alimentaria, que ocurren de forma infrecuente (1-5%), deberán ser manejados por un equipo multidisciplinar”, alerta. Señales de estos trastornos pueden ser los atragantamientos, los vómitos de repetición, la ausencia de un crecimiento o un desarrollo correcto, la dificultad para tragar o el dolor durante la alimentación.