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anna llenas© Anna Llenas

Entrevista

Anna Llenas, autora de ‘El monstruo de colores’: ‘La educación emocional empieza por nosotros’

Publica una nueva aventura del entrañable monstruo, titulada ‘El monstruo de colores. Doctor de Emociones’, en la que da herramientas para que los niños desarrollen su inteligencia emocional


11 de diciembre de 2023 - 12:48 CET

Si hay un recurso empleado tanto por padres y madres como por profesores de escuelas de educación infantil para enseñar a los más pequeños a empezar a gestionar sus emociones ese es  El monstruo de colores   (Flamboyant), el primer libro de la ilustradora y diseñadora gráfica Anna Llenas. Traducido a más de 40 idiomas y con más de 6 millones de ejemplares vendidos, esta obra es todo un referente en lo que a educación emocional se refiere, pues ayuda a los niños a aprender a reconocer sus propias emociones, algo que no es precisamente sencillo cuando se tiene menos de 4 años. Once años después de la publicación del libro, la autora presenta una nueva obra con el entrañable monstruo como protagonista,  El monstruo de colores. Doctor de emociones  (también de la editorial Flamboyant), con la que va un paso más allá y busca ayudar a los peques a regular sus emociones, una vez que ya han aprendido a identificarlas. Hablamos con ella, con Anna Llenas, sobre cómo podemos ayudar los padres en este aprendizaje tan esencial para la vida de todo individuo y, al mismo tiempo, tan complicado.

¿Qué te inspiró para crear ‘El monstruo de colores’? ¿Cómo surgió la idea?

La idea surgió de la necesidad de explicar algo que había sido importante y revelador para mí, que era el tomar conciencia de mis emociones y darme el permiso de sentirlas, incluso de hablarlas. Pensé que si esto hubiera sido posible en mi infancia me habría ayudado. Por eso, de mayor, quise plasmarlo en un libro para que pudiera ayudar a otros niños, adultos y a sus familias.

El personaje me inspiró un dibujo de un monstruo que ya había dibujado para diseñar una cortina de baño.

‘El monstruo de colores’ es, por un lado, todo un clásico de la literatura infantil y, por otro, un referente a la hora de enseñar a niños pequeños a manejar sus emociones del que, incluso, se han editado versiones en juegos de mesa y figuras de juguete, se han hecho obras de teatro… ¿te imaginabas todo esto? ¿Qué sientes cuando te paras a pensarlo?

No lo imaginaba para nada, ya que de hecho fue uno de mis primeros libros publicados y el primero que escribí. ¿Qué siento? Pues la verdad es que es una mezcla de emociones. Son varias, pero la que predomina es la gratitud.

¿Cuál es la principal aportación o novedad de El Doctor de emociones respecto a El monstruo de colores?

La principal aportación es la “regulación emocional”. Para ser más inteligentes emocionalmente, no solo basta con saber identificar y poner nombre a nuestras emociones, también es esencial saber cómo regularlas. Y para aprender a regularnos o calmarnos, será mejor hacerlo acompañados de otra persona adulta primero para después ya poderlo hacer solos.

¿Qué debería llevar el botiquín emocional, como el que tiene el Doctor de emociones en el libro, de todo niño?

Bueno, en el libro muestro más de 30 herramientas o recursos para que cada uno elija las que mejor le funcionan y también está abierto a que incorpore las suyas propias. Pero como básicas e imprescindibles serían, primero, la presencia y aceptación de un adulto y, después, algún recurso, persona, objeto o lugar que le haga sentir seguro. Y la conexión con el cuerpo. Los recursos como el juego o las actividades creativas y las físicas son muy buenos en la infancia, ayudan al niño a evadirse y soltar y transformar esas emociones desagradables en otras más positivas.

¿Cómo enseñar a los niños a curar sus emociones?

Pues en primer lugar yo diría que no juzgarlas es lo más importante, mostrándonos empáticos con ellos y lo que sienten. Después podemos ayudarles a poner nombre y a hacerles entender por qué se han sentido así. Una vez el niño se ha calmado (si no es imposible), podemos intentar ofrecerle una manera alternativa de expresar su emoción u otro ejemplo de conducta si lo que ha hecho no ha sido la mejor reacción o respuesta. Necesitamos ir ampliando nuestros recursos emocionales. Pero como todo, necesita tiempo, cariño, práctica y mucha paciencia.

Madre lee a su hijo© GettyImages

¿A partir de qué edad pueden los niños aprender a regular sus emociones?

Desde los cero años. De hecho, el bebé que busca la “teta” ya no porque tiene hambre, sino para calmarse, buscar seguridad, consuelo, alivio… está buscando regular sus emociones. Y la mamá, en este caso ayudándose del “recurso” de la “teta” le ayuda a regularse. También puede acompañarlo de su tono de voz, su tacto, su presencia y atención, etc.

¿Por qué es tan importante que niños de muy corta edad aprendan a identificar sus emociones?

Es mucho más fácil aprenderlo de pequeños que de mayores. Aunque no lo parezca, los niños entienden rápido a identificar sus emociones, ya que son todo emoción. Una vez estén en contacto con sus emociones y se las valide, les será más fácil entender que el otro también tiene emociones y poderle educar en la empatía, que será básica para la resolución de conflictos, a lo largo de su vida. También si están en contacto con sus emociones podrán hacer mejores elecciones de vida, como a qué se van a dedicar o elegir mejor a una pareja… etc.

Además de un recurso para enseñar a los niños, ¿son los libros sobre emociones también una herramienta para que los padres aprendan a gestionar sus propias emociones?

Desde luego. La educación emocional empieza por nosotros, los adultos. Aunque nos va a costar un poco más porque tendremos que desaprender cosas y soltar cosas, y esto cuesta un rato, pero vale la pena. También vamos a estar mejor nosotros. Y, a parte, es muy difícil enseñar bien lo que uno no tiene incorporado, el niño lo nota. Pero poco a poco, es un aprendizaje continuo. La meta no es la perfección, sino que estar cambiando y mejorando ya es un logro en sí mismo.

¿Es útil el llamado rincón de la calma, que cuenta con tantos defensores como detractores?

Jajaja. ¿Ah sí? Bueno… pues no lo sé. Nosotros no lo practicamos en casa, si te soy sincera. Pero por lo que veo, si ese lugar de calma es uno que elige libremente el niño de manera espontánea para sentirse bien, seguro y calmado, va a ser bueno sí o sí. Otra cosa es que se “mal utilice” como lugar de “castigo”, entonces no sería lo más apropiado llamarle lugar de la calma, puesto que esto confundiría más al niño.

¿Cómo ayudar a autorregularse a un niño que se desborda emocionalmente con frecuencia?

Si se desborda emocionalmente con frecuencia, creo que lo mejor sería intentar averiguar la causa, o motivo primero. ¿Es porque está cansado?, ¿porque se frustra fácilmente?, ¿es cosa natural de la edad?, ¿Se siente poco atendido?, ¿no visto? ¿celoso o desplazado por alguien más? Ver si es por causa de una necesidad básica no satisfecha. En ese caso, la cosa debería mejorar satisfaciéndola.

Si no se trata de una necesidad, si no de un deseo, como por ejemplo el deseo de tener un juguete o de comer chocolate, entonces ya no es esencial o básico satisfacerlo. Pero podemos ponerle palabras a lo que le ocurre al niño y validar su deseo aunque no queramos mover nuestro límite o negativa. Por ejemplo, podemos decirle: “Entiendo que te has enfadado, o que te sientes triste. Te gustaría mucho comer ese trozo de chocolate, pero no puede ser. Ahora es la hora de comer y no podemos comer chocolate antes de comer. En el postre podrás comer un trocito”. La última frase la podemos decir (o no).

También le puedes proponer si quiere hacer otra cosa divertida en su lugar. Puede que acepte o que no quiera. En el caso de que no quiera, será bueno respetarle su negativa y esperar a que se le baje el enojo diciendo que tú estás allí cerca por si te necesita. Seguramente si ve que no te mueves de tu lugar, tampoco te enfadas ni te alteras, le entiendes pero no consientes su deseo, lo más probable es que se acabe cansando o aburriendo y acepte la alternativa de hacer algo divertido. Es solo una idea, en un caso concreto, pero hay muchas más.