Los niños de hoy en día tienen, en general, su habitación (y en algunos casos, la casa entera) plagada de juguetes. Suelen disponer de aquello que desean con gran facilidad o, al menos, con mucha más facilidad que niños de generaciones anteriores y esto se acaba convirtiendo en un problema; de hecho, los psicólogos hablan, incluso, del síndrome del niño hiperregalado por cómo influye esta situación en la formación de su carácter. “Si están acostumbrados a que se responda casi de inmediato a todos sus caprichos, no sabrán retrasar la gratificación, no aprenderán a valorar lo que tienen y siempre querrán más y más, lo que produce una gran insatisfacción hoy y más aún en su futura vida adulta”, señalan Isabel Cuesta y Daniel Pérez, formadores de disciplina positiva y divulgadores en Educa En Positivo (@educa.en.positivo). Por ello, ahora que se acercan las Navidades y que Papá Noel y los Reyes Magos están ya empezando a preparar los regalos que repartirán las noches del 24 de diciembre y del 5 de enero, es importante pensar en el número de paquetes que recibirán nuestros hijos y sobre cómo les puede afectar.
“Consideramos que es necesario llevar a cabo, al menos, una reflexión sobre lo que supone recibir un exceso de regalos, no solo en estas fechas sino a lo largo de todo el año”, recomiendan Cuesta y Pérez. “La realidad en la mayoría de los casos es que a los adultos nos hace ilusión regalar y ver a nuestros hijos entusiasmados, por lo que este acto muchas veces va más orientado al disfrute del adulto que regala, que a pensar en el niño y en las consecuencias que puede tener para él”.
Resulta casi evidente que un niño que recibe una cantidad desproporcionada de regalos, especialmente si ocurre siempre, no solo en un momento determinado del año, tendrá una menor tolerancia a la frustración; se enfadará, llorará y puede que incluso lo pase verdaderamente mal cuando sus deseos no se cumplan. Todo ello los puede acabar convirtiendo en individuos egoístas y caprichosos y, con probabilidad, interiorizarán, además, que no es necesario el esfuerzo para lograr u obtener ciertas cosas.
Por otro lado, habría que añadir la sobreestimulación que les provoca recibir multitud de regalos. A muchos de los juguetes que les llegará a sus casas esos días no les harán caso nunca y, en algunos casos, ni siquiera será porque no era lo que esperaban o porque no les guste, sino porque se olvidarán de ellos. Así, un regalo que en otro momento del año hubieran disfrutado enormemente, queda relegado a un segundo plano.
Hemos de ser muy conscientes de que fomentar o evitar esto es responsabilidad de los padres. Por eso, Isabel Cuesta y Daniel Pérez prefieren hablar “de adultos hiperregaladores y no de niños hiperregalados”, nos dicen. “El problema real yace de cómo estamos abordando los referentes de nuestros hijos este tema y otros tantos de la crianza. Hemos observado que muchos adultos están hiperocupados, estresados, con grandísimas expectativas y sufriendo niveles insoportables de exigencia, que acaban sintiéndose culpables ante la expresión de frustración o de tristeza de sus pequeños y deciden ceder a todos los caprichos de sus hijos para disfrutar de contemplar esos segundos de placer cuando reciben un regalo nuevo. Después vuelve la frustración porque los niños cada vez necesitan recibir más regalos para sentir ese chute de excitación y aparente felicidad (que realmente no lo es) y nos llevamos las manos a la cabeza al grito de ¡no valoráis nada!, como si esto fuera responsabilidad del niño y no una consecuencia de nuestras acciones”.
Cómo evitar el exceso de regalos a los niños en Navidades
Por mucho que durante el año los padres controlen mejor no comprar juguetes a sus hijos en exceso, en Navidades es más difícil no regalar de más. En primer lugar y especialmente con niños pequeños, porque tienen la convicción de que todo viene del saco mágico de Papá Noel y los Reyes Magos y no hace falta más que pedir para obtener; y, en segundo lugar, porque hay otros familiares y allegados que también regalan a nuestros hijos por estas fechas y no siempre es fácil mantener el control de lo que estos van a recibir.
“Vivimos en la sociedad de a un clic, deseo algo y no espero, por lo que la mayoría compra casi de manera impulsiva cualquier día del año. Y nuestros hijos son testigos de ello, por lo que deberíamos hacer una revisión de nuestros hábitos de consumo para que exista una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”, plantean los expertos en disciplina positiva.
“La verdadera felicidad es superar los retos de la vida, sentir que nuestra contribución es importante para nuestro entorno y ese ha de ser el foco de nuestro acompañamiento como referentes de nuestros hijos. Un regalo da un placer instantáneo, pero que no perdura en el tiempo. Desarrollar habilidades como la resiliencia, la empatía, sentimiento de comunidad, tener una autoestima alta… ese sí es el mejor regalo que podemos hacer, pero no se consigue a un clic, implica un trabajo por parte del adulto”.
Teniendo en cuenta que, cuando se está dentro de esa vorágine y está instaurado ese hábito de consumo desde hace años, no es tarea fácil cambiarlo de un día para otro; sin embargo, “la Navidad puede ser un buen momento para que los adultos revisemos nuestras prioridades y seamos más conscientes de qué nos mueve a regalar en exceso”. Eso sí, “no es cuestión de machacarse y aumentar más aún la exigencia, sino de frenar y reflexionar para el bien familiar y propio”, subrayan los responsables de Educa En Positivo. “El cambio realmente empieza en nosotros, los adultos”.