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ni a nerviosa© GettyImages

Psicología

Sí, desgraciadamente, los niños también sufren ansiedad

La ansiedad infantil pasa, en no pocas ocasiones, desapercibida, lo que imposibilita brindar a los niños las herramientas que necesitan para superarla


22 de noviembre de 2023 - 17:59 CET

A la mayoría de los padres les resulta difícil darse cuenta de que sus hijos, especialmente si son de corta edad, tienen ansiedad. Entre otros motivos, porque un trastorno de ansiedad no se asocia a menores y menos aún si ni siquiera han llegado a la adolescencia. Pero sí, lamentablemente los niños también pueden sufrir este trastorno. De hecho, “todas las edades son susceptibles de padecer ansiedad, es decir, liberarnos de la idea de que solo la padecemos las personas adultas, es el primer paso”, nos confirma Tania García, educadora social, investigadora en neurociencia y socioeducación y autora de ¿Qué necesito cuando estoy nervioso? y ¿Qué necesito cuando tengo miedo? (ambos de Beascoa), entre otros muchos libros, infantiles y para padres, sobre inteligencia emocional.

“A cualquier edad de los niños, niñas o adolescentes podemos detectar la ansiedad, no obstante, esta detección se ve siempre teñida de las creencias arraigadas para con la infancia y adolescencia que nos limitan. Por ejemplo, cuando creemos que son intensos  miedicas , establecemos esa etiqueta, hacemos ese juicio, pero no vamos a la profundidad del asunto, nos quedamos en la etiqueta, y ellos siguen en un bucle de ansiedad y estrés constante, sin obtener ayuda ni acompañamiento adecuado”, indica la experta.

Cómo reconocer los síntomas de la ansiedad en niños

Una vez que tenemos claro que sí es posible que los niños, tengan la edad que tengan, son susceptibles de sufrir ansiedad, ¿cómo reconocer los síntomas? ¿Cómo saber si nuestro hijo o nuestra hija tiene ansiedad o simplemente es muy nervioso? “Los síntomas son muchos y muy variados, dependen de cada niño o niña y de su situación particular”, apunta Tania García. “Pueden ir desde irritabilidad constante, el no querer hacer actividades que antes hacían con muchas ganas y notar cierto miedo a realizarlas, menos concentración, tics, respiración agitada, dolores de barriga, preocupaciones por cuestiones que no han pasado pero que imaginan que pasarán, miedos constantes o fobias, preocupación inusual por la muerte propia o la de sus familiares, insomnio y/o pesadillas, falta de apetito o exceso de apetito, etc”.

Puede manifestarse también a nivel cognitivo (con problemas de atención, por ejemplo, cuando el niño o adolescente afectado se centra únicamente en la amenaza, real o imaginaria, que provoca su ansiedad) y a nivel conductual (es posible que algunos de estos niños muestren problemas de conducta).

Todos ellos son síntomas que se pueden confundir o enmascarar con otras patologías o trastornos, de modo que sigue sin ser una tarea fácil. Por eso, “la mejor manera de distinguir estos síntomas es educar realmente conectando con sus necesidades cerebrales, aprenderlo todo sobre ellas, y soltar ese control que creemos que necesitamos para educar, y que, indudablemente, nos lleva a tachar de exageraciones a sus cuestiones emocionales”, recomienda la especialista en neurociencia y socioeducación. “Lo cierto es que, si hay algo importante en la vida, son las emociones, todas aptas, lícitas, necesarias para sobrevivir, y que, por supuesto, nos aportan mucha información de sus estados. Abrámonos al conectar, al observar y a acompañar sus emociones, y cerrémonos al juicio y a los nervios”.

Adolescente llora© GettyImages

Pautas para ayudar en casa a un niño con ansiedad

“Aunque parezca increíble, mucha de la ansiedad que padecen los niños, niñas y adolescentes, se la creamos sus figuras de referencia”, asegura García. “La presión a la que se ven sometidos para   portarse bien  y encajar en un molde social, familiar y académico para el que no están diseñados, hace que sus emociones y sus neurotransmisores, se disparen”. Para evitar que esto ocurra y, para mejorar sus niveles de ansiedad cuando esta ha hecho acto de presencia, las primeras medidas a tomar son básicas:

  • Proporcionarles tiempo y espacio para jugar. “Si no tienen tiempo para jugar libremente, si la exigencia académica es constante, si sus días consisten en colegio, extraescolares, deberes… entran en una rueda de hámster en la que buscan equilibrarse con dopamina ‘fácil’ como las tecnologías, o sus cerebros buscan recovecos como morderse las uñas, por ejemplo”.
  • Demostrarles amor incondicional. Transmitir a nuestros hijos un apego seguro es el mejor regalo de vida que podemos hacerles; eso los convertirá en niños, adolescentes y, en el futuro, adultos con una sana autoestima y confianza en sí mismos, lo que tendrá claras repercusiones en su vida académica, social y profesional. “La mejor dopamina y oxitocina, que son los neurotransmisores que reducen el estrés y la ansiedad, se reciben con tiempo libre, juego, y sobre todo, amor sin condición por parte de sus figuras de referencia, no importa lo que hagan o digan, los resultados que obtengan, lo ‘bien que se porten’, sino que ya son importantes por quienes son”.
  • Hacerles saber que les queremos de manera incondicional. Salvo en casos excepcionales, todos los padres queremos de manera incondicional a nuestros hijos; le problema es, en ocasiones, que ellos no están del todo seguros de eso. Y hemos de hacerles partícipes de este amor: “esta realidad, deben saberla los hijos e hijas, deben crecer con seguridad, protección y libertad de ser quienes son, con una guía ética y amorosa. Porque la ética solo nos traerá más ética, el juicio, el enfado y la violencia, solo nos traerá más de esto mismo”.
  • Educarles con respeto. “Si empezamos a fluir con sus necesidades y a guiarles mediante la Educación Real, con respeto real por sus necesidades psicológicas y emocionales, ética, empatía, amabilidad, amor incondicional, y alejándonos de toda violencia… vemos como comenzamos a avanzarnos a los posibles problemas emocionales, defendemos sus derechos en situaciones sociales o personales complicadas, sabemos estar con madurez emocional, y sus niveles de estrés están equilibrados. Sin embargo, cuando los primeros nerviosos somos nosotros, todo siempre irá a más”.

Cuándo acudir con un niño a un profesional por problemas de ansiedad

“Hay casos concretos (acoso escolar, abuso sexual infantil o adolescente, duelos…), en los que pueden necesitar un profesional en la materia, y lo importante será elegirlo bien, y tener en cuenta que necesitaremos trabajar en casa para que todo vaya mejorando”, advierte la educadora sociofamiliar. “Con la infancia y adolescencia debemos construir espacios seguros, en los que todas las emociones sean bienvenidas, en los que trabajemos conscientes por el bien común, y en donde sus derechos sean respetados”.

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