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c mo influir en tus hijos y lograr que te admiren© GettyImages

Familia

Ni ‘tiktokers’ ni ‘gamers’, ¿quieres ser una verdadera ‘influencer’ para tus hijos?

Niños y adolescentes siguen en las redes a sus ídolos, que se convierten para ellos en un ejemplo a imitar. ¿Cómo conseguir que la admiración se dirija también a los padres como modelos de vida?


16 de noviembre de 2023 - 11:51 CET

Sustentar la crianza en el respeto, la responsabilidad y el autocuidado, entre otros valores, tiene implicaciones que van mucho más allá del día a día. Así lo explica Adelaida Abruñedo, especialista en inteligencia emocional y disciplina positiva.

Acaba de publicar el libro  Eres la gran influencer de tus hijos   (Ed. Toromítico), donde repasa, a través de ejemplos y reflexiones, cómo debe ser esa relación entre padres e hijos para que los segundos puedan valerse del ejemplo de los adultos. Hemos charlado con ella.

¿Por qué es tan importante estar “presentes” en el día a día de los hijos y qué implica en realidad?

Si queremos ser capaces de conectar de una forma real y profunda con nuestros hijos, una de las cosas que es necesario cultivar es la presencia. Estar presente significa que estás en el momento actual. Aquí y ahora, con todos tus sentidos, prestando toda tu atención a la persona que tienes enfrente. Y hoy en día prestar atención es muy complicado. Tenemos miles de distracciones que secuestran nuestra atención a cada instante, y no hablo sólo de cosas externas, como las notificaciones al móvil, conversaciones paralelas o el multitasking (multitarea), sino que también a nivel interno, nuestros pensamientos surgen constantemente y no somos capaces de pararlos.

Cuando regalas tu atención, tu presencia, estás regalando tu bien más preciado. Por tanto cuando no lo haces, estás negándolo. Cuando no estás aquí y ahora con tu hijo, se siente abandonado, se siente poco importante, no cree que sea una prioridad para ti, y eso marca mucho a nivel personal y relacional, en el corto y en el largo plazo.

Llega un momento en que los hijos se separan de los padres durante la adolescencia para buscar su propia identidad, ¿cómo seguir siendo ejemplo para ellos cuando se alejan?

El alejamiento de las figuras de referencia, padres y madres, durante la adolescencia es un proceso natural y evolutivo. Sin embargo,  aún siguen necesitando que estemos presentes en su vida, pero de otro modo, soltando el control y permitiendo una vida más autónoma e independiente.  Esto a los padres nos suele costar mucho y yo digo que tenemos que transitar ese duelo, aprender a sobrellevar todas las emociones que sentimos cuando parece que existe una ruptura en la relación.

Y digo parece, porque en la medida que hayamos sido un buen ejemplo y nuestros hijos adolescentes nos admiren, la crianza de los adolescentes es mucho más efectiva. Lo que quiero decir con esto es que si hemos sentado las bases desde la infancia, hemos estado presentes, hemos sido coherentes y hemos cultivado la confianza en ambas direcciones o si les hemos dado herramientas para afrontar situaciones, estaremos en el buen camino.

En las asesorías me preguntan en ocasiones: “¿Y qué pasa si lo anterior no lo hemos hecho? Ahora queremos cambiar, pero estamos en la adolescencia y está todo perdido”. Yo les respondo que para nada. Las personas somos muy resilientes y nuestros chavales necesitan sentirse importantes, sentirse queridos, sentir que forman parte de algo, sentirse capaces y en la adolescencia también podemos trabajar para volver a conectar y recuperar la relación. Requiere un poco más de esfuerzo porque quizás nuestro adolescente ya no nos cree y no confía en nosotros. Tenemos que trabajar para recuperar esa confianza, reparar el vínculo y admitir que nos equivocamos y que queremos trabajar para tener una buena relación. Y con las pautas y las herramientas adecuadas se consigue.

Libro Eres la gran influencer de tus hijos© Toromítico

¿Cómo ser un buen referente o ‘influencer’ para los hijos cuando los padres se sienten agotados y sobrepasados por la crianza?

Criar y educar es un trabajo complejo, puesto que hay muchos factores que influyen. En la primera infancia, cuando son bebés, hay mucho agotamiento físico, y a medida que se van haciendo más grandes se le suma el agotamiento emocional y mental. Y no sólo es la crianza la que agota, sino todo lo que tenemos en esta sociedad: la velocidad, la hiperproductividad, la multitarea, querer llegar a todo, las exigencias de esta era de la perfección visible.

Por eso es importante que las familias tengan momentos de autocuidado real. Primero para poder recuperar su tranquilidad y en segundo lugar para ser un buen ejemplo para nuestros hijos cuando van creciendo.

Me explico: cuidarse para poder cuidar está bien, pero cuidarse para hacerles entender que cuidarse está bien, sienta precedente ante nuestros hijos. Si papá y mamá se permiten parar, cuidarse y escuchar sus necesidades, los hijos verán ese comportamiento como natural y se permitirán salir de esa ‘rueda de hámster’ que nos devora a diario.

¿Cómo no caer en la tentación de confundir ser un buen ejemplo para tus hijos con hacerlos a tu imagen y semejanza?

Esta es una magnífica pregunta porque volcamos en nuestros hijos nuestras esperanzas, tenemos grandes expectativas para ellos y en muchas ocasiones, queremos vivir la vida nuevamente a través de ellos. 

Cuando yo hablo de modelar el comportamiento, los padres me dicen que, efectivamente, eso es lo que quieren, modelarlos a su imagen y semejanza. Sin embargo, les explico que  modelar es servir de modelo, por tanto el trabajo no es con los niños, el trabajo comienza con los adultos, siendo el mejor ejemplo. 

Para no volcar en ellos todos nuestros deseos, primero debemos haber trabajado en nuestro desarrollo personal. Sanar las heridas que tenemos de nuestra propia infancia, separarnos de ese lazo hiperprotector que tenemos con los hijos, querer evitarles sufrimientos, decirles a todo que sí, comprarles todo lo que piden, etc.

En segundo lugar, entender que son seres independientes, pertenecen a nuestra familia, pero no son nuestra propiedad. Nuestra responsabilidad es darles normas, enseñarles herramientas para afrontar retos, darles amor incondicional, permitirles ser, modelar y modular comportamientos, pero no traspasar nuestros miedos, pretensiones o exigencias. Y eso comienza, como ya he dicho, haciendo primero un proceso de desarrollo personal.

Yo lo veo constantemente en las asesorías de crianza que realizo con las familias; al principio, el trabajo es puramente asesoría porque quieren que el niño haga o no haga algo, se comporte de esta o de otra forma. Al asesorarles, terminan entendiendo que el foco no está en los niños o adolescentes, sino que está en nosotros. Por eso, después las madres o padres deciden comenzar un proceso de crecimiento personal conmigo, bien para sanar heridas, confrontar creencias o reajustar comportamientos que son dañinos para ellas y sus hijos y los resultados a nivel personal y familiar son asombrosos.

¿Qué sucede cuando uno de los progenitores no es una buena influencia para sus hijos?

En la vida no se puede generalizar y habría que ver qué hace concretamente, para considerar que no es una buena influencia, puesto que no todos los comportamientos son igual de dañinos. En primer lugar, yo medito sobre qué le sucede a ese padre o a esa madre para que actúe así, es decir, quizás no sabe hacerlo mejor, tal vez está repitiendo patrones de su propia infancia, o a lo mejor es que tiene unas determinadas creencias sobre la educación que está poniendo en práctica.

Nunca podemos quedarnos solamente con lo que hacen las personas; pensemos ¿cuál es la necesidad que tiene ese progenitor que no está siendo cubierta? ¿Necesita sentir que tiene el poder con sus hijos y por eso es tan autoritario? ¿o quizás necesita sentirse amado y por eso es tan permisivo?

Cuando los padres no están alineados en sus posturas para educar y a veces incluso hasta no son la mejor influencia, procuraría establecer acuerdos entre los adultos para que afecten lo menos posible a los niños o adolescentes, porque ellos sufren mucho.  Existen muchos casos de separaciones o divorcios poco amistosos en los que los hijos son la moneda de cambio  y chantaje para herir al otro.

¿En qué ámbitos básicos los hijos necesitan tener a sus padres como un referente vital?

Necesitamos ser un referente para nuestros hijos en todo momento y en todos los aspectos, puesto que, como ya he comentado, somos el espejo donde se miran para decidir si esto que hago está bien o está mal.

Dependiendo de lo que nosotros hagamos en los distintos ámbitos, las probabilidades de que ellos normalicen y conviertan en creencia que eso que yo hago es lo que hay que hacer, es mucho más alta. Un ejemplo es que si yo tomo fruta y verduras, hablo con cariño, no utilizo el móvil en la mesa o me lavo los dientes después de comer, es más probable que lo hagan, ya que creerán que eso está bien porque sus figuras de referencia lo hacen.  Si nunca hago deporte, si grito a mi pareja o si como alimentos procesados constantemente, es probable que crean que eso está bien.  Sobre todo cuando son más pequeños y su valores y creencias prácticamente son los nuestros.

En la adolescencia empiezan a cuestionar todo eso que han vivido en casa, esos valores que les hemos transmitido. Y surge el conflicto porque han podido comprobar que fuera del ámbito familiar las cosas se hacen de otra forma y se preguntan: ¿la forma en que lo hacemos en casa es la correcta o no? Los padres nos lo tomamos como algo personal, cuando en realidad están buscando su propia identidad y es bueno que tengan ese pensamiento crítico, que se atrevan a poner en duda lo que se les dice, aunque a nosotros nos duela o nos enfade.

Cuando van creciendo, hay que ir soltando el control y dando mayor espacio; cuanto más nos admiren nuestros hijos, mayor será la autoridad (que no es igual que autoritarismo), que tengamos sobre ellos y más podremos influir en sus vidas.

Tener influencia no implica convencer. Cuando trato de convencer, quiero que al final mi hijo, ya sea pequeño o adolescente, termine haciendo lo que yo quiero, y a veces  suelo usar premios, chantajes o incluso castigos velados.  En cambio, cuando influyo, ya sea con mi comportamiento o mis palabras, lo que hago es dar ejemplo, doy mis razones para que hagan lo que yo quiero y al mismo tiempo permito que me den sus razones, respeto que me digan que no, porque ante una petición tenemos derecho a decir que no.

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