Skip to main contentSkip to footer
rafa guerrero© Rafa Guerrero

Psicología

Rafa Guerrero: ‘Desarrollo cognitivo y desarrollo emocional van de la mano’

Hablamos con él sobre el papel clave de las emociones en todos los aspectos de la vida del niño, desde la conducta al ámbito académico


10 de noviembre de 2023 - 13:17 CET

Dar una correcta educación emocional a nuestros hijos es el mejor pasaporte de futuro que podemos ofrecerles. Es la clave para atajar ciertos problemas de conducta en niños, así como para afrontar las dificultades del día a día, como un examen cuando están en la etapa escolar o una entrevista de trabajo cuando ya son adultos. A nivel anatómico, las emociones se ubican en el centro del cerebro y esto, “quizás, es un mensaje de que en nuestras vidas deben ocupar también un lugar central”. Nos dice Rafa Guerrero, psicoterapeuta especializado en TDAH, trastornos del aprendizaje y problemas de conducta, profesor en varias universidades y director de Darwin Psicólogos (www.darwinpsicologos.com).

Acaba de publicar su primer juego de cartas, Emovere (Libros Cúpula), creado con el objetivo de utilizarlo él mismo como recurso en consulta, está orientado a ayudar, sobre todo, a aprender a reconocer e identificar las emociones y, a partir de ahí, a gestionarlas. Hemos hablado con él sobre el papel determinante de las emociones en la vida de todo niño.

¿Por qué es importante trabajar o enseñar sobre emociones a los niños desde que son pequeñitos?

No es que sea importante, es que es fundamental. Cuando hablamos de educación emocional o cuando hablamos de desarrollar la inteligencia emocional en nuestros hijos y nuestras hijas, hablamos de un idioma. Igual que nos dedicamos a fondo a desarrollar al menos un idioma en nuestros hijos, si no un par de ellos o tres, hablar el idioma de las emociones es fundamental porque nos permite conocernos, tener más autoestima, nos permite anticipar… También hablamos de la inteligencia social, es decir, de la capacidad que tenemos para poder predecir a los demás, para poder saber cuándo puedo preguntarle algo a mi padre o a mi madre, o cuando debo proponerle algo a mi hija, a mi jefe… Conocer cómo nos sentimos, ubicar esa emoción en el cuerpo (a veces ubicamos la emoción en la garganta, en el pecho... ) y ponerle un nombre ya implica dotar a nuestros hijos de estrategias para regular emociones como son la rabia, el miedo, la tristeza o la euforia.

También hay que aprender a regular las emociones agradables. Es fundamental dotar a nuestros niños de este idioma para que el día de mañana y para que el día de hoy puedan tener estrategias eficaces de adaptación. Somos seres emocionales, somos seres sociales. Y esto, por encima de esto que decimos siempre de que el ser humano es un ser racional; sí, lo somos, somos racionales, somos pensantes, somos ejecutivos, pero antes de todo eso somos seres emocionales -el feto ya siente emociones en el vientre materno-. A todo eso, que es algo muy instintivo, que es inconsciente, hay que ponerle orden, hay que aportarle luz y hay que enseñarle a regularlo.

De lo contrario, sería una maquinaria muy destructiva. Todos conocemos adultos que no tienen un buen manejo emocional y eso les destruye por dentro, por fuera y a su entorno más cercano.

¿Cuál es el papel de las emociones en el correcto desarrollo del niño?

Las emociones influyen en todo. No es lo mismo cómo encaramos un día cuando sentimos ilusión, cuando sentimos orgullo, que cuando sentimos miedo o cuando sentimos rabia. Hay una comunicación muy directa entre esa parte emocional y esa parte cognitiva. Desarrollo cognitivo y desarrollo emocional van estrechamente de la mano; mi ámbito emocional afecta a mi ámbito escolar o laboral y esto afecta a las expectativas que me pongo, que van a ser más o menos alcanzables. Yo siempre cuento que la emoción, a nivel cerebral, a nivel anatómico, se ubica en el centro del cerebro. Quizá esto es un mensaje; es decir, que si anatómicamente ocupa un lugar central, es que en nuestras vidas debe ocupar un lugar central. Y deberíamos, tanto en las escuelas como en la familia, como en la sociedad, darle mucha más importancia de la que le damos a las emociones en las aulas.

¿Cuál es el primer paso para que los niños pequeñitos vayan entendiendo lo que son las emociones y cómo gestionarlas?

El primer paso está en nosotros. ¿Cuál es el primer paso para que mis hijos aprendan sueco? Que mamá y papá sepan sueco. Si papá y mamá no sabemos sueco, difícilmente podemos enseñar un idioma complejo como es el sueco. La identificación, la consciencia y la regulación de las emociones es un idioma súper complejo, hasta tal punto que la gran mayoría de los pacientes que recibimos en nuestras consultas, tanto en psicología como psiquiatría, son pacientes que no identifican, que no son conscientes o que no regulan correctamente sus emociones. Es un problema a gran escala.

El primer paso es que mamá y papá tengamos un mínimo de vocabulario emocional, tengamos un mínimo de consciencia sobre la importancia de las emociones y que estemos implicados.

Nunca se le ha dado tanta importancia a la educación emocional como se está dando ahora, afortunadamente, pero somos la generación bisagra; venimos de padres, de madres y abuelos que han sido analfabetos emocionales en su gran mayoría y ahora nos toca a nosotros desarrollar un idioma para poder enseñárselo a nuestros hijos.

Niño llora© GettyImages

¿Cómo puede un juego de cartas ayudar a los niños a aprender a gestionar sus emociones?

Si hablamos de mi juego, de Emovere, hablamos de un juego muy sencillo y muy básico para empezar a generar ese vocabulario emocional, para que nos suenen determinadas palabras como vergüenza, envidia, asco, miedo, rabia, tristeza o alegría. Para que tengamos un motivo para hablar con ellos de, por ejemplo, la vergüenza; ¿qué es la vergüenza? La vergüenza es una emoción, cariño, que sentimos todos cuando nos sentimos inferiores a los demás o cuando creemos que hemos hecho algo que está mal. Todos conocemos personas que sienten mucha vergüenza, que son muy tímidas, y hay personas que sienten menos, pero todos sentimos vergüenza en determinadas ocasiones.

Esta sería la primera fase para los niños, el generar ese vocabulario emocional y el tener un un juego que sea como la palanca para poder ponerle nombre a estas emociones que surgen en ti, en mí y en cualquier persona, sin que seamos conscientes de ello, y que a veces nos hacen sentir muy mal, como la vergüenza o el miedo, y otros aspectos nos hacen sentir muy bien, como es el orgullo, la alegría, la curiosidad o la calma.

¿Lo utilizas en terapia?

Es un juego que he hecho, egoístamente, para que para que me ayude en terapia con imágenes y con ilustraciones muy sencillas. La idea es que me sirvan en consulta para niños, adolescentes y adultos. Aquí no importa la edad; aquí lo que importa es en qué nivel estamos de educación emocional. No consiste en juzgar a nadie, ni que nadie se sienta mal por no tener este vocabulario; simplemente hay que desarrollarlo.

Una vez que les hemos enseñado a identificar las emociones, a gestionarlas un poquito, ¿esto les ayuda también a mejorar ciertos problemas de conducta?

Sí, porque todo lo que sea normalizar es una gran noticia. Es decir, muchas veces nuestros niños hacen algo que está mal, como es empujar, gritar, dar un portazo, pegar a su mamá o a su papá... Y con eso piensan “como yo he hecho algo que está mal, soy malo”. Y esto hay que desmitificarlo. “No, no eres malo, cariño. Lo que has hecho está mal, pero eso no te convierte en malo”.

Por eso dar narrativas y explicaciones es fundamental. Y es fundamental decirle a nuestros hijos que, debido a la rabieta, has hecho algo que está mal, pero eso no implica que seas malo; solamente que, cuando uno está enfadado, a veces quiere agredir. ¿Y qué es agredir? Agredir es escupir, es insultar, es empujar, es hacer algo que está mal, pero eso no implica que seas malo.

Todo lo que sea aportar luz, dar consciencia y explicar a nuestros niños lo que lo que ha ocurrido, va a disminuir su sus problemas de conducta. De hecho, un problema de conducta yo lo defino como una llamada de socorro. Al final el niño que se porta mal habitualmente porque nunca hace caso, porque desobedece, porque es muy malo, nos está queriendo decir algo en un mensaje dirigido a nosotros. Si yo le doy una explicación de por qué pega, sin justificar la conducta de pegar, eso va a hacer que el niño se comprenda y eso va a hacer que se sienta más conectado consigo mismo y también conmigo, que no se sienta juzgado por mí. Y eso va a hacer, sí o sí, que los problemas de conducta vayan disminuyendo. Si yo, como padre, me hago cargo de lo que le pasa a mi hijo, de eso que nosotros denominamos problema de conducta, estos van a ir disminuyendo porque estoy conectando con él mismo y porque estoy tratando de buscar una solución. A lo mejor me costará dar con ella, pero el niño entenderá que estoy, que lo estoy escuchando, que le estoy viendo, que le estoy haciendo caso.

¿Cómo podemos ayudar mediante este juego a los adolescentes a entender sus particulares necesidades emocionales?

En el momento que yo aporto un vocabulario al adolescente o a un adulto, ya tiene una capacidad de poder comunicarse conmigo de manera fiel. No se trata tanto de la edad; se trata, sobre todo, de en qué punto estoy. Puede ser tan útil este juego para niños como para adolescentes, como para adultos, para ir generando ese vocabulario, esa conciencia emocional. Cuando tú estás preocupada y vas al médico y le dices, “no sé qué me pasa, tengo estos síntomas” y la doctora o el doctor te hace una evaluación, te da una resultado que te dice mira, esto que te pasa, es normal, te quedas tranquila. Ya le das un significado a los síntomas.

Darle sentido a lo que nos pasa, a lo que hacemos, es esencial. Lo explica muy bien Viktor Frankl en su famoso libro El hombre en busca de sentido. Estamos constantemente buscando el sentido. “¿Por qué yo?¿Por qué me han diagnosticado a mí de cáncer? ¿No hay más personas en el mundo? ¿Por qué yo?”. Siempre buscamos sentido y este juego aporta algo muy básico que te permite comprender; te permite entenderte y te permite entender a los demás.