El apego es el vínculo emocional especial que se desarrolla entre un niño y sus cuidadores principales, que generalmente son sus padres o sus figuras de cuidado. Así lo describe la psicóloga Cecilia Cores Quiles, psicóloga del Centro Psicológico Cecilia Cores en Fuengirola (Málaga).
A ella le hemos preguntado cuál es la trascendencia del tipo de apego que se desarrolla con los hijos y cómo pasar, llegado el caso, de un apego inseguro a un apego seguro.
Un hilo que une a padres e hijos
El apego se confunde a veces con estar ‘pegados’ a los padres. Y no es eso. La psicóloga lo explica de la siguiente manera: “Suelo pedir a los padres que se imaginen un hilo que los une a sus hijos desde la cintura. Este hilo simboliza el apego y representa la seguridad y el vínculo emocional que los niños tienen con sus padres”.
Cuando el niño se enfrenta a situaciones nuevas y desafiantes, como un cambio en su vida, dormir solo sin sus progenitores o conocer a amigos nuevos, el hilo será largo y resistente cuando hay un apego seguro, “lo que permitirá que mi hijo se involucre en esas actividades sintiéndose capaz y seguro”, aclara. Es así porque saben que pueden recurrir a sus padres si lo necesitan y que van a recibir de ellos una respuesta receptiva y cariñosa.
Pero si el apego es inseguro, esa exploración del entorno por parte del niño se vuelve problemática. “Ese hilo es corto, lo que impide que mi hijo se sienta seguro al alejarse de mí”, advierte. Es lo que hace que los niños con apego inseguro tengan una ansiedad excesiva por la separación, no quieran explorar el entorno y desconfíen de la disponibilidad de sus cuidadores.
¿Qué efectos tiene en el niño el apego inseguro?
El apego inseguro condiciona el día a día del niño. En este sentido puede tener distintos inconvenientes, como detalla la experta (www.ceciliacorespsicologa.es):
- Problemas para regular sus emociones, que se pueden manifestar a través de la ansiedad, la agresión o el retraimiento social.
- Dificultades para concentrarse, aprender y tener un adecuado rendimiento académico.
- Problemas de conducta y estallidos emocionales, con comportamientos desafiantes, agresivos o desadaptativos, “como respuesta a la ansiedad o la falta de seguridad en sus relaciones”.
- Mayor propensión a la depresión, pues el aislamiento y la falta de refuerzos sociales pueden afectar a su desarrollo, “provocando una autoimagen negativa y una falta de confianza en sus propias habilidades y capacidades”.
- Utilizan la casa como refugio para no enfrentarse a los retos del día a día y a situaciones estresantes.
¿Cómo pasar de un apego inseguro a un apego seguro?
Tal como apunta Cecilia Cores, “el apego no es una situación estática, sino que está en constante formación y cambio”. En él influyen tanto las situaciones por las que pasa el menor como el estado emocional de los padres.
El cambio de un apego inseguro a uno seguro es un proceso complejo que requiere tiempo, esfuerzo y apoyo. “Aunque el apego se establece en la primera infancia, es posible trabajar en él a lo largo de la vida para mejorar la calidad de las relaciones y la salud emocional”, insiste.
El trabajo consiste en identificar qué experiencias pasadas pueden haber contribuido a ese apego inseguro, para a partir de ahí ir rehaciendo ese camino. “A partir de ese punto, se pueden aprender y practicar habilidades de apego saludable, como la empatía, la comunicación efectiva, la expresión emocional y la construcción de relaciones basadas en la confianza”.
Haber tenido un apego inseguro siendo hijo no implica necesariamente que como padre se vayan a reproducir esos patrones. Se puede hacer un trabajo propio, con ayuda o no profesional, para evitarlo.
Tres bases del apego seguro con los hijos
El apego seguro se empieza a fundamentar desde que el hijo es un recién nacido, atendiendo sus necesidades básicas de sueño, alimentación, rutinas, atención al llanto...
A lo largo de la infancia, estos son tres puntos claves que señala Cecilia Cores para asentar las bases de un apego seguro:
- Ser sensible a las necesidades de los hijos. Esto implica prestar atención tanto a las señales físicas como a las emocionales y responder a ellas “de manera sensible y empática, brindando consuelo y apoyo cuando lo necesiten”.
- Fomentar la comunicación abierta.“Escucha activamente a tus hijos y valora sus sentimientos y opiniones. Anima la comunicación abierta y honesta para fortalecer la confianza y la conexión emocional”.
- Promover la independencia y la autonomía. Se trata de apoyar a los hijos para que exploren su entorno y sean independientes. Esto les ayuda a “desarrollar confianza en sus propias capacidades y fortalece su sentido de seguridad”.