La adolescencia es una etapa llena de cambios que a veces resulta complicada para quien, hasta hace nada, era tan solo un niño o una niña. Esos cambios, físicos y emocionales, no siempre son fáciles de gestionar, por lo que es una época de la vida en la que es más probable ser susceptible de sufrir problemas de autoestima y trastornos derivados de ello, como pueden ser los alimenticios (bulimia o anorexia). Sin embargo, se está registrando un cambio de tendencia en el que estos problemas parecen incrementarse. De hecho, el último informe de la Fundación ANAR, con datos recopilados en 2022 y presentados en la campaña ‘El Papel de tu vida’, realizada en colaboración con Evercom, detecta un crecimiento de las obsesiones relacionadas con la propia imagen y de los complejos, así como de los problemas de autoestima.
“Cuando hablamos de obsesiones, concretamente nos referimos, según las consultas recibidas en la línea ANAR, a pensamientos recurrentes, en ocasiones asociados a imágenes no deseadas, que generan una sensación de ansiedad, de angustia, en el propio adolescente al no tener mecanismos de regulación emocional en esta etapa de su vida para afrontarlos y que interfieren en su vida diaria”, apunta Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de la Fundación ANAR. “Las obsesiones más frecuentes son las relacionadas con el aspecto físico de los propios menores de edad, que está íntimamente relacionado con los problemas de autoestima, que está en la base”.
No siempre se le presta la suficiente atención a este tipo de obsesiones por parte de los adultos de referencia del menor, que pueden verlo como algo normal y pasajero. Sin embargo, sí es necesario estar alerta porque, tal y como nos indica Díaz, “ la autoestima es una dimensión fundamental de la personalidad y juega un papel clave en este momento de su desarrollo psicológico y social”. Por tanto, una baja autoestima o una imagen distorsionada de la propia imagen puede implicar una serie de consecuencias.
Consecuencias de las obsesiones con la propia imagen en los menores de edad
En primer lugar, este tipo de obsesiones conllevan “una pérdida de bienestar en su día a día”, según la experta. Pero no solo eso: “muchas de las conductas de riesgo en esta etapa están relacionadas con perder esa autoestima o tenerla débil y baja, así como generar complejos en relación a la construcción de su propia identidad que van a repercutir en la manera que nos relacionamos con el mundo, en el concepto que tenemos de nosotros mismos y en la manera de relacionarnos socialmente con los demás, que puede generar en ocasiones otro tipo de consecuencias psicológicas (de trastornos depresivos, de trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria...) por tener esa obsesión por esa imagen ideal que genera ese complejo”.
Y las “conductas de riesgo” es algo a lo que es imprescindible prestar atención. ¿Por qué? Según los últimos datos registrados por ANAR, el 45% de las consultas de niños y adolescentes atendidas en sus Líneas de Ayuda están relacionadas con problemas de salud mental. De esas consultas, solo el año pasado, 4.554 tenían que ver con conductas suicidas, el mayor índice registrado hasta la fecha. Entre ellas, 1.275 ya estaban en curso y ANAR intevino para frenarlas.
¿Por qué se ha producido este incremento de las obsesiones relacionadas con la propia imagen en menores de edad?
Los factores que están detrás de está situación, de estas obsesiones relacionadas con la propia imagen, los explican los propios afectados: “como les escuchamos diariamente, ellos nos dan las claves”, comenta Díaz. “Por ejemplo, ellos verbalizan esa soledad acompañada producida por las nuevas formas de comunicación , por la tecnología que está tan presente en nuestra vida y esa falta de referentes emocionales, esa sensación subjetiva de soledad de que existe una escasa disponibilidad para comunicarse con sus referentes emocionales por las propias exigencias del día a día, el trabajo, las presiones o desempleo en algunas familias, problemas psicológicos en la familia que están presentes, por lo que están pendientes de otras cuestiones” y hace “que el menor se encuentre perdido o confuso a la hora de hablar de su problemas y de sus dificultades”.
-La tecnología
Estas obsesiones “se incrementan con el uso de la tecnología, que genera ese efecto de contagio donde el adolescente está en contacto con personas conocidas, desconocidas, influencers, personas a las que sigue, referentes nacionales e internacionales… donde se genera un impacto en lo que tiene que ver también con esa imagen ideal, social, ese estándar, la presión social de tener esa imagen…”,a pesar de que “muy pocas personas tienen esa imagen social ideal”, explica la directora de las líneas de ayuda de la Fundación ANAR.
“Las redes sociales e internet se convierten en una trampa para el propio adolescente que quiere generar ese sentido de pertenencia al grupo, al colectivo, de no quedarse excluido, de tener esa imagen deseada, de obtener ese refuerzo positivo, esos likes, esa aprobación del entorno…”, añade la experta. “Al final lo que tiene que ver con el uso inadecuado de la tecnología refuerza muchísimo esas obsesiones, que, como hemos dicho, tiene un sustento” previo.
-Período postpandemia
“Además de esa soledad del adolescente, tenemos que entender que venimos atravesando una etapa con muchos desafíos: un coronavirus con un confinamiento que ha tenido su secuela, guerras que generan incertidumbre, problemas psicológicos de los propios familiares, económicos, sociales que han producido en algunos hogares malestar, desesperanza, frustración…”. Si ya había problemas de salud mental previos en menores de edad, estos “se han recrudecido y, desde el periodo pandemia, lo hemos notado con especial fuerza; la conducta suicida, especialmente”, asegura Diana Díaz. Este “es el primer motivo de consulta atendido”.
“Identificamos que se agrava, que la población infantojuvenil es especialmente sensible y vulnerable ante todos esos desafíos sociales, momentos de incertidumbre, de crisis…que obviamente está afectando a sus familias y repercute directamente en ellos”.
¿Cómo podemos los padres hacer frente a las obsesiones con la propia imagen de los adolescentes?
En función de todo lo expuesto anteriormente, se hace patente la imperiosa necesidad de tomar medidas preventivas: es muy importante potenciar la autoestima “desde la familia, desde un entorno seguro”, así como acudir a “profesionales que nos puedan ayudar si nuestro hijo o nuestra hija tiene dificultades en este momento de desarrollo”.
“Un menor de edad necesita sentir seguridad, apoyo, ese amor por parte de su familia” para poder desarrollarse plenamente “ y, si no tiene en su propio entorno esa seguridad, protección, amor, ese acompañamiento, ese clima no violento, esa serenidad para comunicarnos diariamente ante las cuestiones que nos puedan preocupar, genera que el propio adolescente sea más vulnerable a sufrir un problema de salud mental”.