El dibujo es una de las actividades que más suelen gustar a los niños desde que son muy pequeños y eso es fantástico, puesto que, además de entretenerlos, les ofrece importantes beneficios. Por un lado, le ayuda a entrenar la motricidad fina y a perfeccionar el trazo, lo que va unido a la coordinación óculo manual. El dibujo potencia su imaginación y su creatividad e incluso les ayuda a expresar sus emociones y sus sentimientos, lo que hace que repercute en el desarrollo de su inteligencia emocional. A todo ello hay que sumar que favorece enormemente la concentración y la atención, pero si hay un beneficio que destacar de que a los niños les guste dibujar es que les proporciona satisfacción y les ayuda a fortalecer su autoestima. ¿Cómo no intentar entonces que aprendan a dibujar desde edades tempranas? Te decimos cómo enseñarles (sin que tú tengas que ser un o una gran dibujante) en función de su etapa evolutiva:
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1. Anímale a dibujar
Para que nuestros hijos aprendan a dibujar, lo primero que es que tengan ganas de hacerlo. Parece muy evidente, pero si no les gusta o si no tenemos en cuenta su etapa del desarrollo o sus características individuales (por ejemplo, que no tenga lo suficientemente desarrollada la musculatura de la mano y le duela o le moleste estar un largo rato haciendo trazos), no vamos a conseguir mucho. Por eso, es básico animarles a ponerse a trabajar sobre el papel. Cuando son pequeñitos (de 1 a 3 años), debemos ofrecerles ceras anchas y cortas para que puedan manejarlas con más soltura, pero también podemos invitarles a utilizar otros materiales, como pintura de dedos, con la que pueden probar tanto con sus propias manos (se pondrán perdidos, eso sí) como con bastoncillos para los oídos o cepillos de dientes. A medida que van creciendo, además de rotuladores y lápices de colores, pueden probar con acuarelas y témperas. Seguro que, sobre todo las primeras veces, estarán centrados en la actividad mucho más de lo que lo hacen con otro tipo de juegos.
2. La ubicación en el espacio
La orientación espacial no solo implica tomar consciencia de nuestra ubicación en un lugar y respecto a otros objetos o seres, sino que también es clave en el proceso de la lectoescritura y, aunque es una habilidad innata, suele ser recomendable trabajarla con los niños para ayudarles con ese proceso de aprender a leer y a escribir. Y para ello, el dibujo es un gran aliado. El hecho de que aprendan dónde comenzar a dibujar para que su trazo no se salga del papel y para que esté centrado, por ejemplo, es imprescindible para que el dibujo quede como espera (y no demasiado grande o demasiado pequeño) y para que, cuando comience a escribir sus primeras palabras, ponga las letras en el margen correcto para que le quepa en la hoja la palabra completa y para no torcerse demasiado.
3. Comienza con formas simples
Una vez que los más pequeños se van manejando con el trazo, podéis empezar con dibujos sencillitos de formas muy simples, como puedan ser caras -que se pueden dibujar a base de círculos- o casas -con cuadrados y triángulos-, por ejemplo. Lo ideal es que el adulto se ponga a su lado y haga primero él un dibujo con estas características y que el niño lo vea; lo más probable es que observe con atención y quiera hacer después él o ella lo mismo en su hoja.
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4. Añade detalles
Para enriquecer el dibujo, es importante ir añadiendo poco a poco más detalles. Al principio, con incluir los ojos, la nariz y la boca en una cara o las ventanas y la puerta en una casa, será más que suficiente; a medida que el niño vaya cogiendo soltura y añadiendo por sí mismo esos elementos, podemos ir proponiéndole otros nuevos, no tan evidentes. Por ejemplo, en el rostro, podemos ir enseñándole a dibujar las pestañas, las cejas y las orejas, después a añadir un lazo en el pelo o un collar en el cuello. Al ver el resultado, se sentirán de lo más satisfechos y empezarán, poco a poco, a fijarse ellos mismos en esos y otros detalles sin necesidad de que el adulto les sugiera nada.
5. Copiar dibujos
Es una técnica muy efectiva para los más pequeños. Una vez que ya dominen el dibujo de formas simples, podemos ofrecerles dibujos ya hechos y con líneas muy definidas (por ejemplo, de un libro de colorear) para que los copien. Les servirá para ir aprendiendo otras formas de dibujo más elaboradas y para ir ‘cogiendo’ ideas que les serán muy útiles para potenciar su propia creatividad sobre el papel.
6. Dibujar un objeto real: el tacto
Cuando ya han dado los pasos anteriores y van teniendo cada vez más soltura, se les puede ir ofreciendo otras posibilidades más elaboradas, a partir de los 5 ó 6 años. La primera de ellas es dibujar un objeto real. Al principio, lógicamente, lo recomendable es que este sea lo más sencillo posible. También es importante que no se trate de algo que ya estén acostumbrados a dibujar; por ejemplo, que no les propongamos dibujar una casita de juguete si ya han hecho con anterioridad otras muchas sobre el papel.
Podemos empezar con una tetera de juguete. Para ello, vamos a palpar la tetera y a pedirle después al niño que lo haga; iremos siguiendo con los dedos el contorno del objeto lentamente para ir asimilando la forma (primero lo haremos nosotros y, después, ellos). A continuación, le pediremos al niño que la plasme en su hoja. Es normal que al principio cometa errores y no repique correctamente la silueta; en este punto es importante subrayar que no debemos corregir al pequeño, sino centrarnos en las características del objeto. De este modo se dará cuenta por sí mismo de cómo debe hacerlo y evitaremos socavar su seguridad a la hora de dibujar.
7. Dibujar un paisaje: la observación
El siguiente paso es dibujar en función, únicamente, de la percepción visual. Ir a un parque o pasar un día en el campo y llevarles el material necesario para que dibujen el paisaje les ayudará no solo a ir perfeccionando su técnica, sino también a mejorar y a potenciar su capacidad de observación. Para ello, es fundamental que al principio les guiemos nosotros, pero no haciendo nosotros el dibujo previamente, sino con preguntas; así, por ejemplo: “¿cuál de estos árboles es más algo?”, “¿hacia dónde apunta esa rama?”, “¿ese arbusto está delante o detrás del árbol?”...
8. Para los más mayores: el sombreado
Esta es una de las técnicas de dibujo más complicadas para los niños, por lo que lo habitual será empezar a trabajarla a partir de en torno a los 9 años (o incluso más tarde). Habrá que comenzar de manera similar a como hicimos con los primeros trazos: con formas geométricas simples. Para que resulte más sencillo, lo primero es, de nuevo, copiar otros dibujos con sombra. Después, podemos probar a ofrecerles dibujar objetos reales y, en este caso, lo ideal es que coloquemos nosotros un punto de luz (con una linterna, por ejemplo) y otro de sombra para que sea más evidente para el niño. Poco a poco, irá tomando consciencia de la función del sombreado en el dibujo e irá perfeccionando su propia técnica.
9. Caso práctico: cómo dibujar la cara de un gatito
Para niños de entre 4 y 6 años, proponemos una idea de dibujo muy sencilla que, seguro, les hará sentirse de lo más satisfechos con el resultado: dibujar la cara de un gatito.
Empezamos por los ojos y un círculo (o un óvalo) grande para marcar la cara
Hacemos dos triángulos sobre el círculo para dibujar las orejas
Y otro triángulo invertido, más pequeño, en el centro del círculo, debajo de los ojos; será la nariz
A continuación, el hocico. Tendremos que dibujar dos semicírculos invertidos y unidos. La parte en la que se unen (donde acaba el primer semicírculo y donde empieza el segundo) debe salir del vértice del triángulo que hemos dibujado como nariz
El bigote. Solo tendremos que hacer tres líneas a cada uno de los lados del triángulo central (la nariz) y que sean lo suficientemente largas como para atravesar el círculo o el óvalo de la silueta del rostro y… ¡voilá! ¡Tendremos el gato! Seguro que la cara de satisfacción de tu hijo o de tu hija es de lo más elocuente.