Entre el 15 y el 30% de los niños sufre problemas o trastornos del sueño. Pero en otros casos no es así, y los padres se enfrentan a situaciones totalmente normales que culturalmente no se dan por buenas.
El Dr. Gonzalo Pin, pediatra y especialista en Medicina del Sueño, acaba de publicar El sueño es vida (Ed. Planeta), un libro donde explica con todo detalle lo que podemos y no podemos esperar de la hora de dormir de los más pequeños de la casa y cómo esta actividad fundamental impacta en su desarrollo. La obra pertenece a una nueva colección denominada ‘Lucía, mi pediatra recomienda’, en la que la popular especialista presenta los trabajos de expertos en distintos ámbitos de la salud infantil.
¿El niño ‘debe’ dormir de una determinada manera?
Uno de los primeros mitos que conviene desterrar en relación al sueño infantil es que el bebé ‘deba’ dormir de una determinada manera. “Cada niño es un mundo diferente”, expone el experto. En este sentido, no hay fórmulas universales, por ejemplo, acerca de las horas de sueño a cada edad. “Muchos estudios sobre las horas que debe dormir el niño son estadísticas que valen para una población, pero que no son válidas para cada niño en concreto”, apunta.
Así, cada niño tiene una regulación diferente y esto lleva a individualizar los procesos de sueño. Cuando nace, el bebé ya sabe dormir; de hecho, lo ha estado haciendo en el vientre materno por su cuenta. Lo que sucede entonces es que los padres parten de falsas expectativas en relación a ello: ajustarlas a la realidad es uno de los propósitos del libro.
Por ejemplo, cuando los padres hablan de que su hijo duerme o no del tirón, el Dr. Gonzalo Pin comenta lo que, desde un punto de vista científico, se considera dormir así: dormir cuatro o cinco horas seguidas durante la noche. Si el bebé es capaz de hacerlo, técnicamente ‘duerme del tirón’.
“Todos nos despertamos a media noche, los adultos también, aunque luego no lo recordarmos, es un mecanismo de supervivencia de los mamíferos. Son despertares subcorticales de los que luego no tenemos conciencia. Si pasáramos ocho horas durmiendo sin despertares tendríamos problemas de circulación, articulares...”, destaca.
El factor emocional en el sueño infantil
El sueño infantil está muy relacionado con las emociones que el niño viva durante el día. Si nos ceñimos a los microdespertares que todos tenemos, la ciencia dice que el niño logrará volver a dormirse por sí mismo cuando se sienta seguro, cuando tenga la certeza de que va a ser atendido si necesita algo en ese momento y cuando disfrute de una afectividad adecuada durante la jornada. Disfrutando de estos elementos, como destaca el especialista, el pequeño goza de un apego seguro que le va a ayudar a establecer buenas rutinas del sueño.
Además, el niño necesita rutinas, pero no solo referidas a la hora de irse a dormir, sino durante todo el día. No obstante, no hablamos de límites estrictos: “Variará en función de cómo se encuentre, qué actividades ha tenido, si ha habido algún problema afectivo durante el día... tiene que haber un margen, y puede y debe haber excepciones”, insiste.
Sabiendo esto, cuando el niño se resiste a irse a la cama por la noche, algo bastante común, ¿cuál debe ser la actitud de los padres? “Hay que tener en cuenta cuál es la hora biológica del niño, ya que hay personas que son más nocturnas y otras más diurnas”, explica. Esto no significa darle vía libre, pues el descanso es muy importante. Así, hay que procurar que no haga actividades excitantes poco antes de irse a la cama, debe descansar en el dormitorio a una hora prudente, despertarse a la mañana siguiente a la hora estipulada y disponer de un entorno que favorezca el sueño, con el mínimo ruido y luz.
La falta de sueño en la adolescencia
El 52% de los adolescentes va a clase habiendo dormido menos de ocho horas, lo que repercute en su rendimiento y en su conducta, tal como se detalla en el libro. Hay muchos factores que influyen en este hecho, como el retraso en la fase de sueño, característico en esta etapa o el hábito de continuar por la noche con pantallas.
“El retraso de fase no sucede porque el adolescente no quiera dormir, sino porque no puede, hay que desculpabilizarlo”, advierte el especialista. Por la noche, el cerebro adolescente es mucho más sensible a la presencia de luz, lo que interfiere en su descanso, y por la mañana, menos sensible, le cuesta despejarse aun en presencia de claridad.
¿Qué hacer para ayudarlos? El Dr. Gonzalo Pin recomienda que tomen un desayuno rico en triptófano (por ejemplo, con frutos secos), que hagan actividad física en las primeras horas de la mañana y ‘negociar’ con ellos el uso de la tecnología para que, en la medidad de lo posible, no recurran a ella al menos una hora y media antes de acostarse.
¿Cuándo estamos ante un verdadero trastorno del sueño?
Hay algunos problemas de sueño infantil que se resuelven por sí solos, y otros que evolucionan a verdaderos trastornos que necesitan de la ayuda de un especialista. Estas son las señales de alarma que indica el experto y que deberían hacer consultar:
- Hay un cambio de temperamento o de conducta en el niño.
- Su capacidad de atención ha disminuido claramente.
- Hay subidas o bajadas considerables de peso o tiene una alimentación muy selectiva (al dormir poco se incrementa la preferencia por productos poco saludables).
- El rendimiento escolar se ha resentido.
- Está muy irritable.
- Hay una adicción a la tecnología.
- Está aislado.
- Se levanta cansado y sin energía.
- En ausencia de constipado, ronca más de tres días a la semana, durante más de tres semanas.
Como destaca el Dr. Gonzalo Pin, la mayoría de ellas no ocurre de madrugada, ya que “lo que determina cómo dormimos no es la noche sino lo que pasa durante el día”.