La música se puede experimentar, enseñar y aprender desde distintas metodologías. Una de ellas es la educación musical Willems, que cuenta con casi un siglo de trayectoria. Su fundador, Edgar Willems, diseñó una metodología pedagógica progresiva que permitiera a cualquier niño, incluso sin dotes especiales, descubrir su potencial musical y creativo y disfrutar así de los beneficios de la música.
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Cecilia Martín Hoyos es fundadora y directora de EnClaveDeSí, escuela que imparte en Madrid el citado método. Hemos hablado con ella para que nos explique en qué consiste.
¿Desde qué edad se puede aplicar el método Willems?
La educación musical Willems se puede aplicar desde la primera infancia, ya que, tal como cuenta la experta, vincula los elementos de la música con el desarrollo del niño. De este modo, la facultad dinámica y motriz se enlazaría con el ritmo; la factultad afectiva-emocional, con la melodía; la facultad mental-intelectual con la armonía, y, por último, la facultad espiritual y artística con el alma de la música.
Su fundador, Edgar Willems, músico, compositor y pedagogo belga, consideraba que el aprendizaje musical debía hacerse del mismo modo que se adquiere la lengua materna. Tras el alto grado de abandono escolar musical de los niños en los conservatorios, a causa de la excesiva aridez del sistema tradicional, “comprendió la necesidad de desarrollar una nueva educación musical basada en las leyes del aprendizaje de la lengua materna (pues la música también es un lenguaje”, indica Cecilia Martín.
¿Cómo es una clase con el método Willems?
La pedagogía Willems se inicia con un periodo de cuatro años, para después pasar al lenguaje musical y al instrumento. “Los primeros niveles de la progresión se dividen en cuatro partes: desarrollo auditivo, desarrollo rítmico, canto y canciones, y movimientos naturales. A esto se irá sumando la lecto-escritura y el toque preinstrumental para desembocar en el dominio del lenguaje de la música y del toque instrumental”, detalla la directora de www.enclavedesi.com.
Cada clase es diferente e incluso a los alumnos les puede parecer un juego. “No son conscientes de los principios que subyacen. Aprenden a ‘hablar’ música de una forma natural y espontánea, y se acostumbran a expresarse a través de ella”, indica.
Un aspecto importante de esta metodología es que no solo cuida la reproducción-imitación sino que da mucha importancia a la invención. “Se cuida y se protege la creatividad que cada uno tiene dentro. En los primeros años inventarán melodías, ritmos sencillos y movimiento. Posteriormente inventarán melodías con el nombre de los sonidos e improvisarán con su propio instrumento; es realmente hablar un idioma y no solo saber interpretar lo que pone en una partitura”, destaca.
¿Es solo para niños con talento musical?
La pedagogía Willems no se enfoca a niños con talento musical ni una capacidad especial en este sentido “porque persigue un objetivo humano: el desarrollo integral y armonizado el niño”, insiste la especialista. Desde este punto de vista, cualquier niño, incluso los que tienen dificultades, se pueden beneficiar de este tipo de enseñanza, pues “la educación musical adquiere un patrón en espiral que va desde lo sensorial hasta lo intelectual, pasando por lo afectivo, núcleo central de la música”.
Al aislar al detalle cada elemento musical, permite “identificar el potencial de los alumnos y que podamos desarrollar sus flaquezas a través de sus fortalezas”, comenta Cecilia Martín. Es así, porque activa la totalidad del ser humano: con sus áreas sensorial, afectiva, intelectual y espiritual.
En este sentido, el método no tiene edad ni condicionantes en cuanto a la capadidad del niño, adolescentes o adulto. “Se trata de permitir al alumno exteriorizar su vitalidad y desarrollar su iniciativa. Cada uno tiene una evolución distinta, a la que nos intentamos adaptar”, subraya.
Cecilia Martín resume así la educación musical Willems, en una cita del propio autor: “Si no se cuidan las raíces puede que salgan flores, pero nunca saldrán frutos. Los años de iniciación musical son las raíces: la parte sensorial y emocional. La flor es la inteligencia: la lectura, la escritura y el instrumento. Si la parte sensorial y emocional están bien plantadas, cuando el niño toque un instrumento expresará algo. El niño utilizará el instrumento como medio de expresión y eso es lo que dará los frutos. Y el fruto será el espíritu que trasciende esa planta para crear otra”.