La ironía es “una burla fina y disimulada” y el sarcasmo, “burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo”, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Con estas definiciones, especialmente con la segunda, la respuesta a por qué no debemos emplear el sarcasmo y la ironía con los niños está más que contestada, pero aún así, vamos a aportar más argumentos de manera detallada que dan buena cuenta no solo de las consecuencias en los sentimientos y la autoestima de los pequeños, sino también del sinsentido que supone emplearlo con ellos.
1. No lo comprenden
Este es el primer motivo por el que no debemos usar el sarcasmo y la ironía con los niños. Los niños empezarán a entender el doble sentido en el lenguaje a partir de los 5 ó 6 años, aunque de manera limitada, y no será hasta los 7 o de los 8 años cuando lo entiendan mejor. Así se desprende del informe ‘The development of joke and irony understanding: A study with 3- to 6-year-old children’ (‘El desarrollo de la comprensión del chiste y la ironía: un estudio con niños de 3 a 6 años’), publicado en la revista estadounidense American Psycologial Assotiation (APA) en 2014. Según esta investigación, mientras que los más pequeños sí que entienden, por lo general, los chistes, no ocurre lo mismo con la ironía, que la comprenden únicamente de manera ocasional y la cual “van desarrollando durante la primera infancia”.
REFERENCIA
Angeleri R, Airenti G. The development of joke and irony understanding: a study with 3- to 6-year-old children. Can J Exp Psychol. 2014 Jun;68(2):133-46. doi: 10.1037/cep0000011. Epub 2013 Dec 23. PMID: 24364812.
2. Para entenderlo, requiere habilidades cognitivas que aún no han desarrollado
Para entender el sarcasmo y la ironía es necesario, en primer lugar, el desarrollo de la llamada teoría de la mente, es decir, la capacidad de percibir y comprender las conductas, pensamientos y emociones de otras personas, que en generalmente los niños la adquieren en torno a los 3 ó 4 años. Pero además, es imprescindible alcanzar un determinado nivel de desarrollo cognitivo que implique habilidades sociales y comunicativas que van apareciendo de manera más tardía. A esto habría que añadir, como cabe esperar, ciertas habilidades lingüísticas que permitan una completa comprensión del idioma.
3. Algunos niños tienen aún más dificultades para entenderlo
Si ya resulta complicado para los niños entender el sarcasmo, lo es mucho más para aquellos que tienen determinados trastornos que, como los englobados dentro del espectro autista, les hace entender, independientemente de la edad, el lenguaje de un modo literal (algo que está directamente relacionado con los problemas de comunicación e interacción social que estos menores suelen manifestar).
4. Les desconcierta
Si no comprenden lo que se les dice, es inevitable que les desconcierte. Por ejemplo, si un adulto le dice “¡genial!” o “¡muy bien hecho!” a un determino comportamiento o conducta, es más que probable que interpreten las palabras de manera literal y crean que verdaderamente han hecho lo que se espera de ellos. Por otro lado, el hecho de que el adulto le diga que algo está “muy bien” al tiempo que percibe su enfado, provocará al niño inseguridad en mayor o menor medida.
5. Es una falta de respeto hacia el niño
El sarcasmo y la ironía son, al final, una manera de criticar a aquel al que se dirige, por lo que emplearlo con un niño (que, además, no acaba de entender lo que se le está diciendo) es una falta de respeto e, incluso, teniendo en cuenta que, por definición, el sarcasmo es “burla sangienta”, se podría considerar una agresión verbal.
6. Les hace daño
Al creer que se les ha dicho una cosa y comprobar cómo el adulto luego dice otra o bien no actúa de manera acorde a sus palabras, puede generar no solo desconcierto, sino también frustración, además de sentimientos encontrados por sentirse engañado o ninguneado. Situaciones que, en todo caso, le hacen daño de una manera u otra al niño.
7. Dificultará que sienta empatía
Si no entiende el verdadero sentido de lo que el adulto le está diciendo, difícilmente va a poder sentir empatía por él, ya sea papá o mamá. No va a comprender que él o ella se siente herido y que no le gusta lo que ha hecho, por lo que tampoco se esforzará en mejorarlo.
8. Puede menoscabar su autoestima
Si los sarcasmos y la ironía no son puntuales, sino que se utilizan a menudo con un niño que aún no lo comprende bien (e incluso con aquel que sí que los comprende), puede acabar afectado a su autoestima y a la visión que tiene de sí mismo. El motivo es que quien recurre a la ironía al final lo que hace es situarse en una posición de superioridad moral (aunque sea inconscientemente) que el niño percibirá de un modo u otro y, con gran probabilidad, acabará creyendo.
9. Dificulta una correcta comunicación familiar
Todo lo anterior da como resultado una comunicación familiar con menos feedback. Por un lado, porque el niño, como hemos repetido, no entenderá lo que se le está diciendo, y por otro, porque eso incidirá en la manera de explicarse el niño en familia, sobre todo, si los sarcasmos son recurrentes en casa. Es decir, el niño puede acabar por dejar de contar ciertas cosas o empezar a ser menos comunicativo si el mensaje que les llega de sus padres es contradictorio y les desconcierta o, incluso, hiere.