La crianza tiene infinidad de retos. Los tiene siempre, en todos los casos, y si a eso le sumamos una dificultad añadida, como pueda ser un trastorno de diversa índole en los hijos, se complica aún más. Mucho hemos hablado de cómo se manifiesta el TDAH (el trastorno por déficit de atención e hiperactividad) en los niños, de las dificultades que se les plantea a la hora de estudiar o de desarrollar ciertas habilidades cognitivas, pero… ¿y si quien padece TDAH es la madre? ¿Cómo puede afectar a la crianza y al día a día en familia?
En la mayoría de los casos ni siquiera han recibido el tratamiento adecuado, pues es muy habitual que reciban el diagnóstico a raíz de descubrir que al menos uno de sus hijos tiene TDAH (este trastorno posee un importante factor genético). Es lo que le ocurrió a Laura, nombre ficticio de una mujer de 45 años y madre de un niño de 12 con este trastorno que prefiere mantener oculta su identidad por vivir en un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conoce. Llevaron a su hijo a un centro especializado porque en el colegio les habían avisado que podría tener altas capacidades; en medio de toda la batería de pruebas que le realizaron, y que confirmaron las sospechas, detectaron indicadores de un posible déficit de atención.
Tras los resultados, Laura llevó a su hijo Álvaro (también nombre ficticio) a otro centro más especializado en TDAH, que sería donde quedaría patente que también padece este trastorno. “Había muchas cosas a la hora de pasarme los tests para contestar las preguntas referentes a él, a la crianza, en las que yo me sentía muy identificada, veía que eran muchos ‘síes’ también para mí”, nos cuenta Laura. “Incluso en el test que nos pasaron para descartar la hiperactividad, yo también contestaba afirmativamente a la mayoría de las preguntas”. Tras someterse ella misma a las pruebas, constató que también tiene TDAH, en su caso, combinado con hiperactividad y déficit de atención, así como con altas capacidades.
Mamen, otra mamá de un niño con TDAH, Juan, de 10 años, que prefiere también no revelar su identidad (en este caso porque acaban de recibir el diagnóstico de su hijo y aún no le han dado a él la noticia) no se ha sometido a ningún tipo de prueba, pero ve claro que lo ha heredado de ella. Es ahora, al comprobar por lo que ha pasado y está pasando su hijo, cuando le está poniendo nombre a ciertas dificultades a las que ella misma se enfrentó en su día. “Él tiene afectada la planificación, la organización, y esto repercute en varios ámbitos; por ejemplo, en nuestro caso, yo me he vuelto a hacer 4.º de primaria con él porque él no se puede sentar solo, que es lo que me pasaba a mí”, nos dice. “Yo veo que repite y repite y repite y repite y nada. Y después de haber estudiado muchísimo, saca un 3 y ya”.
Como a Juan, “a mí siempre me costó mucho estudiar en el colegio, siempre he tenido clases particulares, y recuerdo que mi hermano, que es siete años mayor que yo, me leía la lección y yo era incapaz de memorizar”. Recuerda que “miraba el libro sin más, pero no porque fuera vaga, sino porque no tenía esa capacidad”.
Él es, además, “muy impulsivo en lo que dice y en que lo vive todo con mucha intensidad”. Y esta característica, como nos detalla su madre, puede afectarle a las relaciones sociales, puesto que, aunque “es un niño muy sociable” y no tiene problema a la hora de relacionarse con otros niños y niñas, no se plantea tampoco cómo sus palabras pueden afectar a los demás. “Yo también lo era [así de impulsiva]; en mi casa me decían ‘Mamen, piensa antes de hablar’”.
¿Cómo puede una madre con TDAH inculcar pautas de organización a sus hijos?
“Eso es lo peor de todo”, manifiesta Laura. “El tener que poner una serie de pautas, una serie de normas o de rutinas que a mí me resultan muy complicadas, lógicamente es un motivo de agobio para para mí porque hay muchas veces que a ciencia cierta sé que no lo estoy haciendo bien y que eso va a repercutir en mis hijos”, nos confiesa. “Es muy duro”.
“Cuando recibes el diagnóstico, es un alivio porque pones nombre a muchas cosas, a algo que tú no entendías por qué te pasaba, porque ves que no es parte de tu carácter, que no es que seas un desastre, sino que es fruto de lo que tienes”. Más allá de que emocionalmente ha sido bueno para ella saber qué es lo que le ocurre, nos cuenta que el haber tardado tanto en averiguarlo conlleva importantes inconvenientes: “hay una serie de formas de funcionar y de mal gestionar los tiempos que es muy complicado cambiar, así que a raíz de esto estoy en terapia con con Sara”. Se refiere a Sara Ortega, directora técnica y neuropsicóloga de la Fundación CADAH (Cantabria Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad). “Ella me dice que, antes de la intervención con con mi hijo, debo ponerme yo lo mejor posible”.
El problema de Mamen no es la planificación: “yo soy súper organizada”, nos dice y nos explica también que ha ido desarrollando sus estrategias y que intenta que su hijo desarrolle las suyas propias. “Por ejemplo, no se olvida los libros porque me los trae absolutamente todos en la mochila, hasta el de religión, todos los días”. Con esas estrategias desarrolladas, “lo que sí que noto es que la gestión del tiempo me cuesta, me lío en casa, así que entre que yo tengo que estar muy pendiente del reloj para llegar a tiempo y que él me hace retrasarme muchas veces, pues al final siempre salimos de casa con gritos y yo luego me siento fatal”.
Lo que ella tiene más afectada es la atención: “no soy capaz de mantenerla durante un tiempo prolongado; desconecto, ya sabes”. Un gran reto, teniendo en cuenta que todas las tardes se sienta con el niño para ayudarle a que él centre la atención y memorice. “Ahora empieza el curso y pienso que no puedo... no puedo otra vez empezar de nuevo… me digo todo el rato que no voy a poder”.
Laura, por su parte, manifiesta que su lenguaje interno es muy duro. “Una de las cosas que peor llevo es el ejemplo que le doy con el tiempo que paso con el móvil cuando quiero evitar una tarea mía”. No solo en lo que al móvil respecta, sino a otras cuestiones que suele hacer a diario: “me cuesta muchísimo levantarme por las mañanas, igual pongo la alarma del móvil tres veces para levantarme. El ejemplo que yo le doy con ciertas cosas que hago en mi día a día me tiene muy agobiada”, confiesa. “No siempre tiengo la suficiente fuerza para dejar de hacerlas y me martiriza mucho el hecho de que no hago las cosas como debiera y el no considerarme lo buena madre que debería ser”.
Pero sí lo es. Sí es una buena madre. En cuanto le diagnosticaron el TDAH, hace ahora un año, dio los pasos necesarios para estar lo mejor posible y que, en consecuencia, lo estuviera también su hijo. Ahora está en tratamiento farmacológico, un tratamiento que, como ella misma nos cuenta, le ha permitido experimentar una gran mejoría. También es una buena madre Mamen, que ha luchado yendo de profesional en profesional durante más de 5 años porque veía que ninguno respondía a las necesidades que presentaba su hijo (primero le hablaban únicamente problemas de aprendizaje, después le diagnosticaron una dislexia que no padece…). Con su tesón y después de mucho preguntar, llevó al niño a una psiquiatra que enseguida vio que el suyo era “un TDAH de libro”. Ahora ya, con las herramientas y el apoyo que precisan, Laura, Mamen y sus respectivos hijos irán retirando obstáculos del camino. Les ayuda la Fundación CADAH, desde donde nos han puesto en contacto con ellas para poder compartir su relato en primera persona y ayudar, así, a otras personas en su misma situación.
Más información:
-Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad