Cambiarse de colegio o de instituto es una situación que pone muchos aspectos en juego, además del académico. La socialización del menor, su seguridad, sus referencias más cercanas se modifican y no siempre es sencillo de afrontar.
En el caso de la adolescencia, el particular momento evolutivo por el que pasan los chicos a esta edad puede hacerlo más difícil. Para saber cómo propiciar una buena adaptación hemos recurrido a Antonio Navío, doctor en Pedagogía y vicepresidente del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña (COPEC).
La importancia del grupo de iguales
Durante la adolescencia, el grupo de iguales es mucho más importante para los chicos que sus propios padres; al menos como referencia. Necesitan sentirse parte de ese conjunto de personas de su edad para ir diferenciándose de sus progenitores. Pero lo cierto es que también es característico de este momento vital el egocentrismo: no todos los adolescentes ‘levantan la mirada’ de sí mismos para darse cuenta de que hay un compañero solo, que puede ser el que ha llegado nuevo al centro. “Hay veces en que los grupos ya están formados y son muy cerrados”, advierte el experto.
A esto se une la reserva que muchos chicos a esta edad tienen con respecto a su familia: les cuesta abrirse y contar sus problemas y temores . Eso hace que no resulte fácil intervenir desde el hogar. No obstante, Antonio Navío aconseja que esa actuación paterna para favorecer la integración en el nuevo grupo sea muy sutil. “La familia puede intervenir, pero sin que se note”, apunta. Una vez más, como en otras situaciones, intentar una comunicación fluida, abierta y sincera va a ayudar mucho.
Familia y centro escolar, en el mismo barco
Los centros escolares cuentan con un equipo de profesionales, más allá de los propios profesores, para intervenir en situaciones como esta, cuando un adolescente llega nuevo a la clase. Así, hay dinámicas que facilitan la interacción social y los orientadores y otros educadores suelen observar qué sucede en la clase, en el patio y en el resto de ambientes.
En este sentido, la recomendación clara del representante del COPEC es que familia e insituto vayan a una. “La familia debe participar, no solo reclamando, sino trabajando conjuntamente con el equipo psicopedagógico, que está especializado en todo tipo de problemáticas”, insiste.
Si el hijo adolescente es muy reservado y no consiguen saber cómo está sintiéndose en su nuevo centro, siempre se puede pedir la opinión de otro adulto que esté con él y buscar alternativas. Las distintas autoridades educativas pueden intervenir en caso de problemas.
Ampliar el horizonte social del adolescente
Una de las claves que recalca el pedagogo para que el adolescente que cambia de centro se encuentre bien es diversificar sus puntos de apoyo social. “Debe tener una red de relaciones que vayan más allá del centro educativo. Hay que procurar que disfrute de otros espacios y entornos de enriquecimiento”, subraya.
Estos otros referentes pueden ser un equipo deportivo, un grupo de montaña, un conjunto de música... Sin embargo, no todas las familias pueden ofrecer estos recursos a sus hijos, por razones económicas, sociales, culturales... Por eso el pedagogo recalca que es una cuestión que atañe a todos, también a las administraciones públicas. “No solo nos educamos seis horas al día frente a una pizarra; a veces las amistades más sólidas están fuera en esos otros ambientes”, señala.
¿Y si el cambio ha sido tras sufrir acoso escolar?
Entre las razones que pueden llevar a un cambio de centro está el bullying o acoso escolar. Cuando la situación no se resuelve, o dependiendo de su magnitud, algunos escolares cambian de centro, “e incluso algunas familias tienen que cambiar de municipio por este problema”, revela el pedagogo.
Su visión es que es un asunto que concierne no solo a la comunidad educativa sino a todas las familias y a la sociedad en su conjunto. “Cuando el acosado se cambia de centro, la situación no se resuelve, porque el acosador sigue allí y tendrá otras víctimas”, comenta. “Tiene que haber una mirada abierta ante estos casos donde lo más importante sea el bienestar del acosado, pero donde también se trabaje sobre el acosador”, puntualiza Antonio Navío.
En estos casos, el menor que ha sufrido una experiencia tan complicada puede necesitar de más apoyo en su nuevo centro, ayuda que hay que pedir si es necesario a los educadores y profesores.