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padres junto a sus hijos© GettyImages

Vuelta al cole

Claves para que la adaptación a la escuela infantil se realice en función de las necesidades de tu hijo

¿Se lleva a cabo, de manera general, teniendo en cuenta el bienestar y el desarrollo de los niños? ¿Qué debemos valorar para hacerla de un modo respetuoso?


12 de septiembre de 2023 - 18:53 CEST

Ha terminado la baja maternal o paternal, el permiso de lactancia, las vacaciones… y no queda más remedio: hay que llevar al bebé a una guardería. En realidad, a una escuela infantil, como se llaman ahora; el nombre se cambió hace algunos años porque denota un ambiente más propicio para los niños y más educativo que el significado que entraña ‘guardería’ y que no es más que el lugar en el que se guardan bebés y niños pequeños mientras sus padres trabajan. Ahora no es así y profesionales de estos centros están volcados en ofrecer el mayor bienestar y cuidado a los pequeños, pero al final la sensación de muchas madres y padres es esa, que es un lugar en el que guardan a su hijo o a su hija (en muchas ocasiones, de tan solo meses) mientras tiene que responder a sus obligaciones laborales. A los niños los cuidan con esmero en estos centros, si bien en cierto modo la sociedad los obliga a separarlos de sus figuras de apego cuando aún deberían estar con ellas. De ahí que sea necesaria la adaptación, pero ¿se hace correctamente, respetando las necesidades de los niños?

“Como sociedad todavía queda mucho trabajo en este aspecto ya que suele realizarse sin tener en cuenta el desarrollo y las necesidades de la infancia”, asegura Laura Estremera, maestra, psicóloga, especialista en Atención Temprana y autora de ‘Criar con apego seguro’ (Ariel). “Todavía tenemos muy normalizada la idea de que llorar y pasarlo mal es parte del proceso y que, al final, se acostumbran”.

“Existen otras maneras de abordarlo que tienen en cuenta lo que hoy sabemos sobre desarrollo infantil y que son más respetuosos con el mismo”. En este sentido, “si se difundiera más información y los conocimientos que tenemos hoy en día sobre el desarrollo, las familias podrían comprender su importancia y, por lo tanto, darle otro valor”.

Es fundamental, por tanto, seguir la recomendación de la experta y que padres y madres entiendan qué es realmente el proceso de adaptación y qué repercusiones puede tener en sus hijos. Sin embargo, no siempre es únicamente una cuestión de estar bien informados; en no pocas ocasiones, se trata más bien de poder matricular al bebé o al niño en la escuela infantil que ofrezca una adaptación tal y como les gustaría a las familias. No siempre es posible; es decir, pueden no encontrar un centro que siga las pautas recomendadas o que las sigan solo en parte. En la actualidad, sigue siendo habitual que los padres pregunten si pueden estar presentes en el aula para facilitar la adaptación de su hijo y se les niegue la posibilidad de hacerlo.

Estremera asegura que “cada vez va habiendo mayor conciencia” y que ya no solo hay centros en los que los niños acuden con horario completo desde el primer día. Ya está mucho más generalizado que las escuelas infantiles ofrezcan la posibilidad de comenzar con un horario reducido e irlo ampliando paulatinamente; así, los pequeños están una o dos horas los primeros días y, en días posteriores, se va incrementando el tiempo que pasan en el centro. Incluso hay algunos centros, nos dice, “en los que las figuras de referencia están presentes en el proceso”.

Niño se aferra a su madre© GettyImages

El papel de los padres en la adaptación a a escuela infantil

“Dejar a los niños y niñas solos, aunque sea poco tiempo, no favorece que se creen vínculos de apego seguros con los adultos que estarán a su cargo, sino que vayan acostumbrándose a permanecer allí”, explica Estremera. “En estos casos hablamos de periodos de resignación y no de vinculación”.

En la actualidad “conocemos que los vínculos repercuten en la percepción y confianza en sí mismos, en las otras personas, en su autonomía, en la exploración, el aprendizaje y el bienestar” de los niños. En consecuenca, “no puede ser de otra manera que una persona de confianza para el niño esté presente en este proceso” de adaptación.

No necesariamente tiene por qué ser la madre o el padre quienes acompañen al bebé o al niño; pueden ser ellos o pueden ser “un tío, los abuelos, la cuidadora, la persona que ha estado con la criatura hasta el día que han comenzado las clases o la que se quedará a su cargo cuando esté enfermo; es decir, una persona que ya tiene un vínculo con el niño y que le aporta la seguridad que necesita para enfrentarse a un nuevo lugar”.

Sea quien sea quien esté con él, lo importante es que el pequeño no se sienta solo. No tiene por qué entender por qué lo llevan a ese lugar con personas que para él o ella aún son desconocidos y seguramente tampoco tenga claro que alguien de su familia volverá a recogerlos. De ahí que la autora de Criar con apego seguro subraye que “antes de los tres años, si lo que queremos es apostar por el bienestar emocional de la infancia, esta adaptación tiene que ser acompañada porque los niños y niñas no cuentan con los recursos para hacerlo de otra manera”. Así debería ser para “fomentar que se construyan vínculos de apegos seguros con las personas que estarán a su cargo”.

¿Por qué no se suele permitir que padres u otros familiares estén presentes en el aula los primeros días?

“Debería de ser lo habitual, aunque lo desconocido a los adultos también nos asusta”. Y eso ha favorecido que hayamos “normalizado que los niños y niñas se enfrenten solos a este proceso porque, unos antes, otros después, se acaban acostumbrando, pero acostumbrarse es algo muy diferente a vincularse y a sentir bienestar”.

“Es cierto que realizar un periodo de vinculación con padres en el aula no es sencillo por múltiples factores, desde el no comprender el sentido de este proceso y pensar que son modas, hasta por las dificultades que encuentra un [padre o madre] trabajador cuando quiere acompañar este proceso, ya que desde el ámbito laboral no se cuenta con ayudas o permisos para poderlo realizar”.

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