tamara chubarovsky© Tamara Chubarovsky

Niños

Tamara Chubarovsky: ‘Los cuentos son importantes en el desarrollo neurológico de los niños’

¿Qué tipos de cuento elegir para según qué edades? ¿Cómo leerlos o contarlos para que se conviertan en una herramienta pedagógica y terapéutica? La experta, un referente en lo relativo a narraciones infantiles, da las claves


12 de septiembre de 2023 - 17:02 CEST

Leer o contar un cuento cada día es uno de los mayores regalos que podemos ofrecer a nuestros pequeños: favorece el interés por la lectura, fortalece el vínculo madre o padre-hijo… y, además, fomenta el desarrollo neurológico de los niños. Así nos lo asegura Tamara Chubarovsky, pedagoga, terapeuta del lenguaje y todo un referente en lo que a narraciones infantiles se refiere, una herramienta muy eficaz desde el punto de vista pedagógico, pero también terapéutico. La experta nos explica todo el partido que le podemos sacar a los cuentos con nuestros hijos.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

¿Por qué es importante contarles cuentos a los niños cuando son pequeños?

Los cuentos son importantes tanto para el desarrollo emocional como neurológico de los niños. A nivel emocional, el solo hecho de dedicarles estos momentos del vínculo, de cercanía, es sumamente importante, más allá de todos los valores que podemos transmitir a través de los cuentos. Y, a nivel neurológico, comparándolo con las pantallas, el cuento realmente prepara mucho más para el aprendizaje.

Además, independientemente del conocimiento y aprendizaje que puedan transmitir, el solo hecho de contar cuentos ayuda a favorecer la imaginación, la representación mental, que es básica luego para aprender letras. Va a potenciar un mayor vocabulario, la escucha atenta, que va a ayudar también al lenguaje y a la lectoescritura. Anima a la lectura indirectamente porque, para querer leer, los niños tienen que haber escuchado muchos cuentos; por tanto, de cara a la lectoescritura tenemos ya esa capacidad de atención. También activa la memoria.

Habría que añadir otros aspectos, como por ejemplo la orientación espacial y todo el desarrollo mental neurológico. Cuando los niños escuchan es como que en sus neuronas tienen que ir haciéndose un mapa mental de todo lo que está sucediendo y todo esto es enormemente activador. A diferencia de las pantallas, por ejemplo, que son inmediatas, rápidas, desordenadas… el cuento siempre es cronológicamente mucho más ordenado, de modo que también ayuda a los niños a ordenar y a ir entrando en esa orientación no solo espacial, sino también temporal, que ambas están todavía muy inmaduras en los niños pequeños. Y todo esto con los cuentos lo podemos favorecer.

En cuanto al contenido emocional, eligiendo bien los cuentos, podemos facilitar encauzar conductas. Hay un montón de enseñanzas a nivel de comportamiento o situaciones difíciles que en los niños pequeños es mucho más efectivo de acompañar a través de imágenes, a través de metáforas, a través de cuentos, que de forma directa; es mucho más eficaz con la envoltura imaginativa del cuento. En este sentido, puede ser también una herramienta muy útil en la crianza.

Madre lee un cuento© GettyImages

¿Son válidos los cuentos clásicos o son mejores las versiones adaptadas u otras narraciones actuales?

 Los cuentos clásicos  tienen una enseñanza, una sabiduría ancestral muy profunda, que hoy día se malinterpreta porque se las mira de forma literal. Hay malas interpretaciones respecto a a los roles de género, a la ecología... un montón de cosas que parecen políticamente incorrectas; sin embargo, es un lenguaje, podríamos decir, metafórico, no literal. De hecho, cuando se habla de belleza, se habla de una belleza interior y no de una belleza exterior, de estereotipos, y los propios personajes que aparecen (animales, príncipes, princesas, lo femenino, lo masculino...) tienen que ver con partes de nosotros mismos, es decir, con arquetipos que todos tenemos dentro.

Los cuentos de hadas tienen en sí mismos un gran valor justamente si no se adaptan, si somos capaces de sostener contarlos tal cual son, confiando en su sabiduría. También es verdad que los cuentos de hadas generalmente creemos que son para niños pequeños y no lo son; son más bien a partir de los cinco años, la mayoría incluso a partir de los seis. Hay algunos poquitos muy simples, con imágenes suaves, que sí podemos contar con tres o cuatro años, pero por lo general tienen una profundidad y, a veces, un dramatismo que hace que no sea un tema para los más pequeños.

Lo que más recomiendo para los más pequeñitos son estas historias sencillas, estas imágenes arquetípicas de duendes, brujas, gigantes... Cuentos sencillos de repetición donde aparecen animalitos, donde no hay gran drama, no hay gran trama, en los que aparentemente no pasa gran cosa, pero sí que, a través de esa repetición que traen, ayudan a a activar la memoria, el vocabulario... además de esa conexión, de ese vínculo que fortalecemos con ellos. Esas sí son las narraciones que podemos fácilmente adaptar, precisamente por ser historias simples que podemos contextualizar al máximo, a su entorno, a sus mascotas...

¿Hay diferencias si el cuento es oral o es leído?

Narrar o leer son cualidades diferentes. Cuando tenemos un grupo grande en la escuela, sería fabuloso ser capaces de narrar a viva voz para realmente poder conectar con ese grupo de niños, para poder mantener la mirada, para poder hacer gestos de forma libre… Ahí es ideal la narración libre por todo esto, por ese vínculo, por esa conexión que permite.

En casa con nuestros niños, cuando les leemos un cuento e igual estamos sentados en el sofá, tenemos al niño encima, en el regazo, y vamos pasando páginas y viéndolas con él o ella, ahí los cuentos leídos tienen gran valor. Sin embargo, siempre recomiendo tener por lo menos un cuento que uno sabe de memoria y que puede ofrecer en cualquier momento porque la gran ventaja de la narración es que está siempre disponible, la llevamos con nosotros, y una de las cualidades de los cuentos es que nos sirven para situaciones de emergencia. Por ejemplo, ahora sacamos el móvil para cuando estamos esperando o en una situación en la que no estamos en casa y hace falta entretener al niño o, de repente, nos piden cuidar a un niño y no lo esperábamos. Tener cuentos a disposición nos permite eso en cualquier lugar, en cualquier momento, poder acceder a este momento de conexión y de hacerle a los niños este regalo que son los cuentos.

¿Es importante el tono que debemos emplear?

Tanto si leemos un cuento como si lo narramos de forma libre, es importante la manera de hacerlo. Lo ideal es lograr algo intermedio entre un tono monótono, lánguido, aburrido, que hace que los niños les cueste conectar con el cuento, y ser extremadamente expresivo, hacer un show, por así decir, porque ahí pasamos a ser nosotros los protagonistas en vez del propio cuento; de alguna manera, no ‘hablamos’ al cuento. No es como ir a ver una obra de teatro, que está bien, pero en el caso de la narración lo ideal es dar un espacio a los niños para que creen sus propias imágenes, es decir, se imaginen lo que les estamos narrando. Y ese espacio requiere de nosotros que nos ‘retiremos’ un poquito.

© GettyImages

¿Y si nuestro hijo no quiere escuchar el cuento?

Una de las razones por las cuales hoy día a los niños les cuesta mucho escuchar un cuento es porque compite con todo el tema de pantallas; después de la velocidad, la actividad y el súper estímulo de las pantallas, un cuento parece soso. En este sentido, hay que trabajar, desde mi punto d vista, en dos líneas: por un lado, disminuir las pantallas, disminuir ese exceso de estímulos que ya sabemos que en la primera infancia son dañinos para el cerebro, que reducen mucho las capacidades de atención y, por otro lado, respecto a los cuentos como tal, cuidar el tono, que tenga una presencia, una expresividad básica; es decir, darle ahí un poquito de intensidad, sin pasarse. Acompañar con apoyo visual y o bien que tenga imágenes bonitas o bien con títeres, con algún elemento, con gestos de las manos... Y luego, aunque parezca paradójico, ayuda contar el mismo cuento durante varios días, porque los niños adoran la repetición y hay veces que de primeras les cuesta engancharse. Cuando cuesta atender, puede ser que el cuento me quede demasiado grande o demasiado chico. Demasiado chico es que le aburre, le parece soso; y demasiado grande es que, aunque igual sea muy sencillo el cuento, no logran retener sus imágenes, no logran integrar la información. Lo interesante es cómo, repitiendo el mismo cuento varios días, los niños cada vez están más atentos; les damos la oportunidad de ir conectando con los personajes, generando un vínculo afectivo, relacionándose, les es cada vez más familiar y fácil escucharlo.

¿Por qué los niños prefieren escuchar el mismo cuento una y otra vez?

Además de porque les ayuda a integrar la información, a los niños les da seguridad, les da bienestar. A veces preferimos cambiar porque, cuando no atienden nos da la sensación de que tenemos que pasar a otro estímulo, a otro cuento, y, sin embargo, a largo plazo lo que vemos es que es esa profundidad la que los niños piden, ese tener tiempo de asimilación. De hecho, a todos los niveles, cuanto más pequeños son los niños, más necesidad tienen de repetición, les da seguridad. Forma parte del desarrollo neurológico: necesitan eso para afianzarlo, para integrar vocabulario, activar su memoria…. Es a partir de los seis años cuando ya su sistema nervioso está más maduro, tienen más desarrollada la memoria y, de forma natural, ya no quieren tanta repetición. Hay un momento en el que es correcto, por tanto, que haya menos repetición. Sin embargo, en estos primeros cinco o seis años, efectivamente es totalmente saludable y sano para su desarrollo, para su cerebro, para sus emociones, esta petición de repetición.

En algunos de tus libros, recopilas ‘Cuentos para ver, oír y sentir’. ¿Cómo se sienten los cuentos?

He titulado así mi selección de cuentos porque los recursos que aporto es que permiten esta triada. No son cuentos solo para escuchar, sino que los pueden ver; es decir, hay un teatrillo en donde los niños pueden ver con imágenes los personajes y la dinámica espacial de lo que ocurre, en la que ve cómo un personaje va de un lado a otro. Y, a la vez, se pueden sentir porque hay propuestas de jugar los cuentos, es decir, que nosotros contemos el cuento y que los niños puedan ser esa liebre que va saltando por el prado, que puedan ser ese león que va por la jungla. Doy ideas justamente para niños a los que les cuesta escuchar un cuento, sobre cómo acercar el cuento desde diferentes lugares, desde diferentes inteligencias y desde diferentes entradas sensoriales. Incluso también cuentos donde uno igual cuenta el cuento al niño tocándole el brazo, haciéndolo con gestos; es decir, hay una interacción sensitiva. De ahí, Cuentos para ver, oír y sentir. Además de que, por supuesto, se activan sensaciones, sentires, emociones... La propuesta está en ofrecer los cuentos de diferentes maneras y en diferentes formatos por esa cualidad del cuento como herramienta pedagógica y terapéutica.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.