Es frecuente que, al igual que les sucede a los adultos, los niños cojan peso tras el verano. La situación puede ser más o menos compleja desde el punto de vista de la salud, dependiendo del lugar del que partan. No es lo mismo un niño con sobrepeso que otro que ha relajado sus costumbres en vacaciones.
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Para saber cómo enfrentarse a esta situación hemos recurrido a la Dra. Cristina Azcona San Julián, endocrinóloga pediátrica y directora del Grupo de Obesidad de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Unas costumbres más relajadas en verano
Hay distintos factores que explican por qué los niños también cogen peso en verano. Por un lado, tal como indica la experta, la mayoría de ellos dejan las actividades deportivas extraescolares que practican a lo largo del curso, “y aunque algunos pueden moverse más yendo a la piscina o a la playa no realizan actividad física reglada, salvo si acuden a campamentos deportivos”, indica.
Otro de los motivos es que se relajan las costumbres en cuanto a la dieta, ya sea porque se toman más alimentos como helados, golosinas o aperitivos o porque hay más oportunidad de estar en entornos recreativos, con comidas fuera de casa. También puede influir el hecho de pasar más tiempo con los abuelos, “que suelen ofrecer más cantidad de comida y más dulces”. Si a esto le unimos las horas de pantallas, que se incrementan potenciando el sedentarismo, no es difícil que los más pequeños también engorden en verano.
¿Cuándo es un problema esos kilos de más?
Mientras el peso del niño se mantenga en estándares normales, no hay que darle importancia a una pequeña subida. Sí hay que hacerlo cuando el pequeño está en una situación de sobrepeso o de obesidad.
Hay que tener en cuenta que estas situaciones pueden comprometer su salud. Así, estas son, entre otras, las áreas más afectadas, tal como detalla la Dra. Azcona:
- Movilidad, “ya que pierden agilidad y capacidad pulmonar para realizar actividad física”.
- Crecimiento y desarrollo puberal.
- Alteración hepática y de sensibilidad a la insulina.
- Repercusión psicológica, “que es muchas veces infravalorada y les conduce al aislamiento social”.
Lo importante a la hora de valorar el peso de un niño es su composición corporal, que esta sea adecuada. “A veces un niño puede pesar más por tener más masa muscular, pero, sin embargo, tener un porcentaje de grasa dentro de la normalidad. Por lo tanto, es importante realizar estudios de composición corporal”, subraya la endocrinóloga pediátrica.
El peligro de poner el foco en la imagen corporal
Cuando un niño tiene sobrepeso u obesidad, es la familia la que debe acompañarlo para adquirir buenos hábitos de alimentación y de actividad física. No es un trabajo en solitario de él. Así, los adultos responsables han de “aprender a comprar y cocinar alimentos saludables desde los primeros años de vida y realizar actividad física en familia con los niños y conforme van siendo mayores inculcarles la afición por el deporte”, recomienda la especialista.
En el hecho de que un niño llegue al sobrepeso o a la obesidad, tanto el sedentarismo como los hábitos inadecuados de alimentación tienen una gran influencia, a la vez que la susceptibilidad genética individual a la obesidad de cada uno y la cantidad de alimentos poco saludables que se consuman.
Particularmente importante es que en la familia haya buenos hábitos de alimentación y vida saludable que se le transmitan al niño, pero “sin hablarle de la imagen corporal, ya que esto puede conducir a trastornos de la conducta alimentaria u otros problemas psicológicos o psiquiátricos”, advierte.
Las dietas en la infancia
Si hay un problema de sobrepeso o de obesidad en el niño, estamos ante un asunto de salud que tiene que ser tratado por un médico. En este sentido, tal como apunta la Dra. Cristina Azcona, “se pueden indicar dietas a cualquier edad, según el grado de severidad de la obesidad, pero han de estar siempre supervisadas por un endocrinólogo y nutricionista especializados en niños”.
En todo caso, insiste en la importancia de “enseñar al niño y a su familia a comer alimentos saludables en las cantidades adecuadas y hacerles ver que los tienen que hacer rutinarios”. De hecho, no hay problema por tomar algún día alimentos que no sean tan sanos, pero siempre que se haga de vez en cuando y en pequeñas cantidades. E insiste: “Siempre hay que tener especial cuidado en no provocar trastornos de la conducta alimentaria”.