La actriz Sara Sálamo da un paso al frente, aunque eso suponga pasar a ponerse detrás de las cámaras. Lo hace estrenándose como directora de su primer cortometraje, titulado ‘La manzana’, con el que profundiza en su propia infancia. Lo define como “una oda a las madres” y en él están representadas su madre, su abuela y ella misma. Sálamo da este paso al frente siendo ya madre (tiene dos hijos, Theo, de 4 años, y Piero, de 3) y con la perspectiva de dar otros muchos pasos más. Para empezar, ha creado su propia productora, Montauk Cinema, y ya está trabajando en el guion del que será su primer largometraje. Decisiones valientes que toma tras haber experimentado ya en su propia piel lo que implica renunciar a un proyecto profesional por cuidar de sus hijos. De todo esto, de maternidad, de conciliación… y, por supuesto, de su corto, hemos hablado con ella:
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¿Por qué un cortometraje en honor a la maternidad para estrenarte como directora?
La maternidad ha puesto patas arriba todo mi ser: mi mundo, mi cuerpo, mi psique, mis planes…
Lo presentas como ‘una oda a las madres’. ¿Cómo les rindes homenaje? ¿De qué trata el corto?
La manzana es un cuento basado en mi propia infancia, donde a través de simbología y poesía visual quiero rendir pleitesía a los pequeños detalles. Siento que podemos encontrar belleza en situaciones, detalles o acciones cotidianas si prestamos atención. La parte en la que señalo que es una “oda a las madres” prefiero que la descubran los espectadores.
¿Te ha cambiado la maternidad la manera de ver la vida?
Sí, sin duda. La manera de enfrentar situaciones, las prioridades… También se han incrementado muchos miedos.
¿Qué es, para ti, lo más difícil de la maternidad?
Querer llegar a todo. Querer estar el mayor número de horas posible con mis hijos, dar teta a demanda(con Piero llevo dos años y medio de lactancia), que el tiempo con ellos sea de calidad, que la comida sea lo más nutritiva posible, sostener sus sentimientos y su día a día mediante una crianza respetuosa, ser capaz de tener autocontrol y sostener también mis propios problemas cuando estoy agotada sin que les repercuta a ellos… Y todo esto, sin dejar de formarme profesionalmente y trabajando fuera de casa. Sinceramente, es extenuante.
¿Y lo mejor?
Las risas contagiosas, su olor, sus “te quiero, mamá”, su forma de mirarme. Compartir con ellos planes increíbles, vivir sus primeras veces, llevarles de la mano, ver lo diferentes que son entre ellos y deleitarme cada día con la personalidad de cada uno.
¿Hay espacio suficiente en la sociedad actual para que, según tu parecer, una mujer crezca en su profesión al mismo tiempo que se dedica plenamente a sus hijos?
Siento que gracias a que dejamos de sentir que molestamos, o sentir pudor si damos nuestra opinión o nos quejamos de alguna situación injusta, poco a poco van cambiando las tornas. Pero vivimos aún en un sistema donde la conciliación es una utopía y en un mundo totalmente adultocentrista.
Hace un par de meses, tuve que dejar en mitad de unos ensayos una película porque no encontré la fórmula para poder trabajar con mis dos hijos. Sentí mucha pena por tener que renunciar al proyecto y que no encontráramos la forma de hacerlo. Al final, las estadísticas dicen que la renuncia casi siempre pasa por el mismo lado… Y eso debe cambiar.
¿Cómo crees tú que esa situación podría cambiar?
Quizás sería interesante unificar las vacaciones escolares y laborales, y que cuando esto no sea posible, las empresas tengan espacios de conciliación. Que no nos obliguen a elegir entre una cosa u otra. Siento que cuando eres madre o padre tu responsabilidad crece y tienes muchas ganas de superarte a ti misma… Si a las madres y padres nos das estas herramientas y recursos para poder crecer en el ámbito profesional, sin tener que renunciar al trabajo o a tener una familia, creo que se rendiríamos mucho más.
Estaría bien también que todo el peso no recayera únicamente en las empresas, ya que flexibilizar horarios, conlleva contratar a más personal, formación y más costes (por tanto más reticencia)… Una idea que se me ocurre sería crear incentivos para las compañías que fomentan este tipo de espacios.
Si tanto hombres como mujeres pudiéramos tener espacios de conciliación en nuestra empresa, dejarían de preguntarnos de una vez en las entrevistas si tenemos pensado quedarnos embarazadas y la renuncia laboral no pasaría casi siempre por el mismo sitio...