La Dra. Marta Garín es pediatra y una de las divulgadoras en este campo más presente en las redes sociales (@dragarinpediatra, en Instagram). El año pasado recibió el Premio Doctoralia (donde también tiene consulta online) como la mejor pediatra de España. En sus post ofrece información práctica y recomendaciones acerca de los cuidados de los niños, pero también reflexiona sobre salud emocional.
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Hemos hablado con ella sobre un aspecto controvertido: si son recomendables o no las visitas a los recién nacidos y sus madres, una cuestión que ella ha abordado con su comunidad.
Qué riesgos se corren desde el punto de vista médico
Dejando a un lado otros aspectos, desde la óptica médica visitar a un recién nacido no parece lo más recomendable. “Es evidente que, desde el punto de vista médico, como pediatra, esto no es aconsejable, puesto que las visitas multiplican el riesgo de entrar en contacto con algún germen”, señala. Esto es así porque, además, la costumbre no es solo visitar, sino coger en brazos, besar, hacerse fotos con el bebé...
“Es evidente que, más allá del instinto que nos hace proteger al bebé por encima de todos y que consigue que te vuelvas una fiera y no quieras que lo toquen, está la lógica de que el contacto con mucha gente multiplica la posibilidad de que el bebé contraiga alguna enfermedad”, advierte. Por eso, si se visita a un bebé sus recomendaciones son: no cogerlo en brazos; y si se coge, no haber fumado antes y no llevar perfume y haberse lavado las manos previamente. Además, “si los cogemos, no debemos besarlos”, insiste.
Todo ello dando por supuesto que ninguna persona que tenga síntomas de catarro, diarrea o cualquier otro problema de salud debe nunca visitar al recién nacido.
Además, hay que ser muy cuidadoso con los niños más pequeños. “Visitar a un recién nacido con niños pequeños es siempre mala idea. Los niños menores de cuatro años con frecuencia tienen virus varios, incluso aunque se encuentren como una rosa, y esos moquitos inofensivos en el niño de dos o tres años pueden ser fatales para el bebé de pocos días o meses. Es frecuente encontrar bronquiolitis en bebés de pocos días por contagios desde el entorno”, alerta.
¿Y qué sucede con la madre?
Las primeras horas de vida son muy importantes para el estableciento del vínculo madre-hijo y de la lactancia materna. No parece, pues, el escenario ideal encontrarse rodeados de miradas ajenas. Además, “una mujer que acaba de dar a luz se siente vulnerable, cansada y a veces sobrepasada, y lo último que necesita es un desfile de gente queriendo toquetear a su bebé”, añade.
El hecho es que a la madre se la obvia en la mayoría de las ocasiones, y queda en un segundo plano con respecto a sus necesidades cuando está en una de los momentos más vulnerables de su vida: el posparto inmediato.
En esas visitas, “hay que ser conscientes de que, además de un bebé y un papá, hay una madre que está pasando por un proceso increíble y duro, por un cambio. Una mamá que a menudo se siente asustada e insuficiente, sucia, dolorida y extraña”, recalca.
Así, en la consulta que la Dra. Garín realizó entre su comunidad de seguidoras, el 99% manifestó que desearían no haber tenido esas visitas en las primeras semanas del puerperio, aunque también hubo alguna que confesó que no le importaba tener mucha gente en casa y que su bebé estuviese en brazos de muchas personas. El algo muy personal, pero, desafortunadamente, no se tienen en cuenta siempre los deseos de la madre.
¿Hasta cuándo retrasar las visitas?
“Al menos el primer mes o mes y medio sería ideal no recibir visitas”, puntualiza la pediatra (www.dragarinpediatra.com). “Por seguridad para el bebé, pero también por respeto a la recién constituida familia. Es posible que las primeras semanas no quieran recibir a nadie, que aún se sientan muy vulnerables y que quieran construirse como familia tranquilos, sin público. Y, a partir de aquí, que cada uno marque su ritmo acorde a sus necesidades”, plantea.
En cuanto a las reuniones de mucha gente, como celebraciones de cumpleaños, bautizos, bodas... la Dra. Marta Garín aconseja “evitarlas siempre en un bebé menor de cuatro meses”.
El mejor lugar para mantener las visitas, cuando las haya, es al aire libre, en el exterior y en ratos pequeños para que madre e hijo pueda retirarse si están cansados.
“Deben acabarse las visitas al hospital, los peregrinajes a las casas los primeros días de vida, el tener que recibirlos ‘mona’ y feliz, y con pastas y café y dejar que lo cojan y lo paseen y lo besen, y se hagan fotos y se queden hasta cenar y observen la toma al pecho como si fuesen investigadores de National Geographic a dos centímetros del pezón”, ironiza.
Poner al bebé y a la madre en el centro
Por todo ello, su mensaje es poner a la madre y a su hijo en el centro, preguntando siempre qué necesitan y adaptándose a esa respuesta, aunque no sea lo que el otro quiera oír.
“Hay que hacerles saber que estamos cerca si nos necesitan, pero preguntarles qué quieren que hagamos y respetar la respuesta que nos den”, destaca. Y lo ejemplifica en una frase: “Menos visitas y más jamones”. El jamón no es más que la metáfora de esos regalos o atenciones que sí necesita la madre reciente, en lugar de las visitas, como pueden ser: comida ya preparada para no tener que cocinar, una visita a un especialista en suelo pélvico, ayuda en la limpieza de la casa, una consulta de lactancia, apoyo para que pueda asearse con calma... En definitiva, todo lo que resulta casi imposible con un recién nacido en casa.