Diana Al Azem es profesora de Secundaria y creadora del portal Adolescencia Positiva. Acaba de publicar el libro Adolescentez de la A a la Z (Ed. Plataforma), un manual para aprender a educar a los hijos sin gritos ni malas caras, en una etapa especialmente complicada para todos.
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Agrupados en ocho temáticas esenciales (relaciones sexoafectivas, pantallas, adicciones, estudios, vida social, comunicación y problemas emocionales), el libro hace un práctico repaso por los retos que pueden presentarse a los progenitores cuando sus hijos llegan a este momento. Hemos charlado con la autora.
Tienes experiencia de más de diez años como profesora de adolescentes, ¿qué es lo que has aprendido de ellos en esa etapa?
Sobre todo, a cambiar la mirada hacia esta retadora etapa. La adolescencia es una época de muchos cambios, tanto físicos, como cerebrales, sexuales y emocionales. Entender que aún no son adultos y que todavía necesitan de nuestro acompañamiento es un pilar fundamental si queremos conectar con nuestros hijos y alumnos. Saber que sus conductas no son producto de un odio hacia el adulto, sino que forman parte de su desarrollo, de la necesidad de explorar el mundo y de reafirmar su identidad nos aliviará a la hora de tratar con un adolescente. Mis alumnos me han enseñado, sobre todo, a mejorar habilidades como la empatía, la paciencia, la escucha... Habilidades imprescindibles para dejar huella como profesora y tutora.
¿En qué difiere la adolescencia del siglo XXI a la de otras épocas?
El mayor concepto diferenciador que podemos encontrar en la educación de hoy en día es la lucha contra el uso abusivo de pantallas. Las nuevas tecnologías han venido para quedarse, pero los padres aún estamos perdidos en lo referente a las pautas y los límites que debemos poner a nuestros hijos. Desde las aulas también hemos venido notando que la capacidad atencional y de memoria de los chavales ha disminuido considerablemente respecto a otras generaciones. La creatividad se está perdiendo y el constante bombardeo de información que reciben los más jóvenes dificulta su elección a la hora de elegir carrera o ámbitos de estudio, porque no saben lo que quieren.
¿Cuáles son las bases de una adolescencia positiva?
Libertad y disciplina. Libertad para equivocarse: solo a través de los errores los adolescentes aprenden el camino correcto. Debemos empezar a entender cada error como una oportunidad de hacer mejor las cosas y no como un estigma que condicionarán el resto de su vida. Y disciplina para no rendirse a la primera de cambio. Al contrario de lo que muchos piensan, los límites y las líneas rojas son necesarios en la adolescencia. Los padres que ponen normas a sus hijos de manera respetuosa guían al adolescente para no sentirse perdido en la convivencia con la sociedad.
En el libro hablas de que hay muchos mitos falsos en relación a la adolescencia, ¿cuáles son los que tienen menos fundamento?
Por un lado, la mayoría cree que los cambios de conducta de los adolescentes se deben a una revolución hormonal. Y aunque en parte es cierto que se producen cambios hormonales, el responsable directo de estos comportamientos es el desarrollo de su cerebro. Este órgano sufre lo que los neurocientíficos denominan como la poda neuronal, es decir, la desaparición de algunas conexiones sinápticas del cerebro. Como consecuencia, podríamos decir que el cerebro del adolescente se prepara para asumir riesgos en esta etapa, se vuelve más susceptible a las recompensas inmediatas. Además, si a eso le sumamos el hecho de que su corteza prefrontal aún no ha madurado del todo, sabemos que les cuesta tomar decisiones meditadas. Lo puede traducirse en conductas peligrosas o desafiantes.
Por otro lado, se tiene la sensación de que los adolescentes ya no necesitan a sus padres. Nada más lejos de la realidad. Los jóvenes nos necesitan, aunque a veces nos den otra impresión. Es cierto que durante esta etapa se crean vínculos muy fuertes con los amigos, a veces incluso más que con los padres. Sin embargo, debemos tener en cuenta que parte del desarrollo humano incluye salir del nido familiar, y establecer nuevas relaciones es indispensable para conseguir independencia. Está demostrado que cuanto mejor es la relación entre padres e hijos, cuando más acompañado y sostenido se siente por la familia, mejor adaptación social y desarrollo psicológico tendrá como adulto.
¿Por qué cuesta tanto disfrutar de un hijo adolescente?
Venimos de una educación autoritaria y jerárquica donde se nos ha enseñado a “obedecer” al adulto. Ahora que somos padres, buscamos repetir los mismos patrones y sentir que nuestros hijos nos obedecen ante todo. Algunos creen que no han sabido hacerlo bien porque se han encontrado con jóvenes que no tienen miedo a dar su opinión, a expresar sus pensamientos y a protestar ante las injusticias. Sin embargo, educar a un adolescente no va de conseguir que nos obedezcan, sino de disfrutar el camino que han iniciado; entender sus miedos e inseguridades, apoyar sus decisiones, respaldar su independencia y acoger sus errores como oportunidades de aprendizaje. Ese es el camino para disfrutar de la adolescencia de nuestros hijos.
Los padres pueden llegar a la adolescencia con menos fuerzas de las necesarias. Hablas del ‘burnout’ parental. ¿Cómo se puede evitar?
El ritmo frenético de vida que llevamos puede condicionar la relación que tenemos con los hijos. Es importante darnos cuenta de que nosotros también necesitamos espacio y tiempo para dedicarnos. Si no queremos caer en un desgaste crónico como padres, debemos empezar por identificar cuáles son los factores de estrés que se activan en nosotros y poner remedio para solucionarlos. Por otro lado, conocer la etapa adolescente y sus cambios nos va a ayudar a minimizar la ansiedad que puede provocar una mala conducta de nuestros hijos. Y por supuesto, realizar deporte, cuidarnos y salir con los amigos de vez en cuando, ayudará a sobrellevar la carga familiar. Rodéate de otras familias con adolescentes, eso también facilitará la labor educativa si se cuenta con una red de apoyo.
Tratas en un capítulo el tema de las pantallas en esta etapa, ¿qué pautas clave deben tener en cuenta los padres?
Lo primero es retrasar al máximo las pantallas en nuestros hijos. Los estudios realizados han demostrado que la plasticidad cerebral de los jóvenes repercute directamente en la adicción a las pantallas, por lo que cuanto más alarguemos el momento de exposición, mucho mejor. Cuando decidamos darle una pantalla, debemos dejar muy claro cuáles son las reglas básicas de uso: exposición en redes sociales, control parental, duración y tiempo de uso... Recordemos que dar un teléfono móvil a un hijo sin límites es como darles un Ferrari sin frenos. Las normas de circulación existen, por lo tanto, también en el uso de dispositivos digitales.
¿Qué es lo que no puede faltar en una relación con un hijo adolescente para educarlo con cercanía?
Es importante pasar tiempo de calidad con nuestros hijos. Proponer actividades alternativas cuando sea posible y aprender a escucharles sin emitir juicios de valor cuando nos cuenten alguna preocupación es una forma sencilla de conectar con ellos. Debemos recordar que no son nuestro enemigo. Un adolescente necesita sentir el calor y el amor incondicional de sus padres por encima de nuestro rol como educadores. No se trata de que lo sepan, sino de que lo sientan. Y los gritos y reproches les hacen creer que nuestro amor está condicionado por su buen comportamiento. Cambiar la relación con un adolescente no es un camino fácil, pero merece la pena intentarlo.