El verano, una temporada de disfrute, ocio y diversión para la mayoría de niños neurotípicos que puede llegar a convertirse en un gran detonante de estrés y sufrimiento en otros con autismo. El motivo es que “suelen presentar una gran inflexibilidad cognitiva, lo que significa que muchos de ellos tienen dificultades para manejar situaciones nuevas o inesperadas”, nos explica Eva Aparicio Moreno, psicóloga y orientadora escolar en Neural KIDS (@neuralkids en Instagram). “Es importante aclarar que el Trastorno del Espectro Autista (TEA) abarca un amplio espectro de características, necesidades y dificultades diferentes en cada persona”, si bien existen también “ciertos rasgos comunes que se repiten con mayor frecuencia entre las personas con TEA”. Y son precisamente esas características la causa directa de que “la llegada del verano y las vacaciones escolares pueda suponer un gran desafío para muchos de ellos”.
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Causas por las que el verano es un desafío para muchos niños con autismo
“Durante el verano, las actividades y horarios establecidos durante el año, como el colegio, las actividades extraescolares o las terapias suelen verse modificadas o interrumpidas”. Se trata, por tanto, de un cambio muy grande en su rutina que “puede resultar especialmente difícil para muchos, lo que puede generar un gran nivel de estrés y ansiedad que se ve reflejado en respuestas emocionales negativas como inquietud, tristeza o irritabilidad, así como dificultades en su funcionamiento diario como desorientación o falta de organización”.
“Además, el verano suele implicar un aumento en las interacciones sociales y las actividades al aire libre (escuelas de verano, campamentos, viajes o fiestas.)”, algo que puede suponer una verdadera espada de Damocles para muchos de ellos, puesto que todas ellas son “situaciones nuevas y desconocidas que pueden resultar abrumadoras debido a las dificultades en la comunicación, el juego imaginativo o las habilidades sociales que presentan muchos de estos niños y niñas”.
A todo lo anterior habría que añadir “la hipersensibilidad sensorial que experimentan muchos de ellos”, explica la psicóloga. Son niños altamente sensibles “que presentan una mayor reactividad a estímulos sensoriales como luces, sonidos, olores o texturas”. Cuando estos estímulos se presentan de forma novedosa o repentina y a la vez, el resultado es una “sobrecarga sensorial que puede resultar agobiante para la mayoría”. Por eso “la llegada del verano supone un gran reto ya que, deben enfrentarse estímulos como las altas temperaturas, ruidos fuertes (fuegos artificiales, conciertos, aglomeraciones en piscinas o zonas comunes), luz solar muy intensa y olores texturas poco habituales (cloro de la piscina, protectores solares, arena y ropa de verano, entre otros)”.
Cómo ayudar a niños con autismo a una mejor adaptación al verano
Para ayudar a nuestro hijo con autismo a adaptarse mejor a todos los cambios que implican las vacaciones de verano, lo primero que hemos de tener en cuenta son sus particularidades y sus propias necesidades como individuo y, en base a ello, establecer “qué estrategias funcionan mejor, con el objetivo de garantizar su bienestar emocional”. Lograrlo dependerá en gran medida de la interacción de las familias con psicólogos, terapeutas y otros “profesionales especializados que trabajan día a día con ellos para determinar cuál es el enfoque más adecuado para cada caso”. Partiendo de esta premisa, las estrategias que, en líneas generales, recomienda Aparicio Moreno son las siguientes:
1. Mantener una rutina lo más estructurada posible. “Mantener unos horarios regulares para las comidas, el tiempo de estudio o trabajo, las actividades de ocio y el tiempo de descanso les ayudará a sentirse más seguros y tranquilos”. En este punto, sin embargo, habrá que tener en cuenta las particularidades que señalábamos anteriormente, ya que “hay niños y niñas con menor inflexibilidad cognitiva y una mayor capacidad de adaptación que no precisarán de una rutina rígida”. En estos casos, “una mayor flexibilidad en su rutina les permitirá explorar nuevos entornos, desarrollar habilidades de adaptación y mejorar su gestión emocional ante cambios y situaciones desconocidas”. Por el contrario, deberemos procurar ofrecer una rutina más rígida a aquellos menores “a los que esta flexibilidad les supondrá un reto tan grande que, por mucho que lo intenten, no serán capaces de enfrentarse a ello de manera satisfactoria”.
2. Anticipar los cambios y eventos. “Antes de planificar actividades especiales que supongan un cambio en la rutina es importante hablar con ellos para anticiparles y explicarles lo que vamos a hacer”. Para ello suele ser de gran utilidad emplear “historias sociales, paneles o agendas visuales para ayudarles a comprender lo que va a pasar, cómo y cuándo va a suceder”. Esta estrategia “les proporciona el tiempo necesario para prepararse para afrontar esa situación de la manera más ajustada posible, reduciendo el estrés y la ansiedad que generan este tipo de cambios”.
3. Ofrecer opciones y ser flexibles. “Hacerles partícipes de la planificación de las actividades y permitirles elegir entre diferentes opciones puede ser muy beneficioso, ya que promueve la anticipación y preparación, aumenta la motivación y el interés por las actividades y, además, les permite desarrollar habilidades de toma de decisiones, así como fomentar su nivel de autonomía”.