La primera vez que descubres una mentira de tu hijo, sorprende, sobre todo si es muy pequeño, si bien la realidad es que es habitual que niños entre 2 y 5 años mientan, pero ¿los niños que mienten más son más inteligentes? “Algunos estudios sí que destacan que los niños muy pequeños que mienten suelen tener muy desarrolladas sus habilidades cognitivas, así como su capacidad de retener lo que han dicho para poder mantener la mentira”, nos indica Carmen Sanz Chacón, psicóloga clínica con habilitación sanitaria experta en inteligencia humana, superdotación y altas capacidades intelectuales y directora de la Fundación El Mundo del Superdotado. “En general diríamos que son más listos porque piensan en las consecuencias de sus mentiras y son capaces de argumentar y aportar más datos para sostenerlas”.
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Para ilustrarlo, la experta pone como ejemplo “el estudio que realizaron Angela Evans, de la Universidad de Brock, y Kang Lee, de la Universidad de Toronto, con 65 niños entre los 2 y 3 años con una prueba muy sencilla y es que adivinaran, con varias pistas, cuál era el juguete que tenían detrás de ellos”. Acto seguido el adulto le informaba que iba a salir de la habitación y que, en ese tiempo que iba a estar solo, “que no hiciera trampas y no mirase”. El resultado fue que “cuatro de cada cinco niños se dieron la vuelta y, por lo tanto, hicieron trampa. La mayoría confesó después que había hecho trampa, pero cuanto más mayores más mentirosos eran”. En un experimento similar elaborado por el psicólogo americano Michael Lewis, se comprobó que aquellos que mintieron tenían un cociente intelectual 10 puntos por encima de aquellos que fueron sinceros.
Las mentiras, ¿prueba de un mayor desarrollo de las habilidades cognitivas?
“Todos los niños mienten para ocultar sus fallos o errores, cuanto más elaboradas y convincentes sean las mentiras más capacidad está demostrando el niño”. El motivo es que, para mentir, tiene que poner en marcha diferentes habilidades cognitivas, como la memoria, que “está muy relacionada con la inteligencia”, por lo que “los niños superdotados tienen muy buena memoria”. Esta es la causa por la que son también “mucho más capaces de contar mentiras, rodearlas del entorno adecuado para que sean creíbles y mantenerlas en el tiempo”.
Además, saber mentir implica haber desarrollado la llamada teoría de la mente, es decir, saber lo que hay en la mente, lo que piensa la persona a la que está mintiendo. Por otro lado, implica capacidad de anticipación y de planificación. La mentira hace gala también de una mayor capacidad del control inhibitorio y de concentración, de modo que niños con determinados trastornos como el déficit de atención o aquellos que están dentro del espectro autista les resultaría más difícil mentir (independientemente de su nivel de inteligencia). Por todo ello, Kang Lee ha llegado a asegurar tajantemente que es un motivo de celebración la primera vez que pillamos a nuestro hijo mintiendo y que aquellos que sean más precoces en sus primeras mentiras y cuyos engaños sean “más elaborados y convincentes, más posibilidades de éxito tendrán en el futuro”.
Cómo educar a un niño para que deje de mentir
Con todo lo anterior, parece contradictorio proponerse educar a los niños en la honestidad y la sinceridad, pero evidentemente es necesario hacerlo, hemos de “trabajar en la educación del niño para corregir ese comportamiento, del mismo modo que hay que corregir otros comportamientos que no son adecuados socialmente, y si llega a ser un problema grave, recurrir al apoyo de un profesional especializado”, recomienda Sanz Chacón.
Ahora bien, “generalmente los niños son menos mentirosos a partir de los 6 o de los 7 años que cuando son más pequeños, sobre todo porque a la larga las mentiras se descubren casi siempre o siempre”. Al igual que son capaces de ‘ponerse’ en la mente del otro para mentir con un determinado fin, “los niños al crecer ya empiezan a conocer con antelación las consecuencias negativas de las mentiras a largo plazo”.