Baja tolerancia a la frustración, constantes rabietas, actitud desafiante ante sus padres… son características de los niños a los que se les atribuye el llamado síndrome del Emperador. No, no es ningún trastorno ni ninguna patología del neurodesarrollo que haga que nuestro hijo se comporte o reaccione ante ciertas circunstancias de una determinada manera; son unas características psicológicas que identifican un tipo de personalidad en menores de edad con una conducta problemática que se manifiesta desde un punto de vista “emocional, social y mental”, indica Camila Carollo, psicóloga y coordinadora académica de la red educativa americana WorldEd School.
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Estos niños se imponen con facilidad a sus padres, que acaban siguiendo sus órdenes y a los que se pueden llegar a enfrentar. En los casos más extremos, pueden darse incluso situaciones de maltrato físico de los hijos hacia sus progenitores, quienes suelen sentir (ya sea en una situación extrema de maltrato como en la actitud desafiante diaria) que han perdido el control. De hecho, son los niños quienes lo tienen, quienes dominan y quienes acaban decidiendo qué se puede hacer y qué no en casa.
¿Cómo es posible que un niño al que se le ha dado todo, al que no se le ha negado nada, actúe así? Esa es precisamente una de las causas del síndrome del Emperador en los niños, la falta de límites. “Los padres tienen que poner límites”, afirma con contundencia Carollo. Y poner límites “no implica ser agresivos o regañar a los niños”, sino que tiene que ver con “dialogar, con escuchar lo que siente el niño”, pero también con mantenerse firmes. El hecho de que sus padres no hayan sabido responder de manera adecuada a las primeras rabietas y que, por lo general, hayan cedido ante ellas con tal de que su pequeño se calme tiene mucho que ver con que posteriormente vaya formándose en él este síndrome que los convierte en tiranos.
“Los padres no se hacen idea del daño que le causan a sus hijos cuando no les ponen límites” porque eso hace que “no se desarrollen, que no se estimule su capacidad emocional y la habilidad para aprender de los errores y tolerar frustraciones”. Los papás y las mamás deben “entender que frustrarse y estar triste es normal” y que son ellos quienes deben guiar a sus hijos ante estas emociones. “La falta de estimulación de las habilidades de autonomía, responsabilidades y, sobre todo, comprensión de las consecuencias de sus elecciones, priva al niño de hacer conexiones neuronales y desarrollar una parte del cerebro”.
En este sentido, Carullo hace una comparación muy práctica para entender cómo de importante es que se trabaje de manera correcta las emociones con los niños desde edades tempranas: “haciendo una analogía, es como no estimular la musculatura del cuerpo; si no la estimulas, entrenas, ejercitas... se debilita. Lo mismo ocurre con la solidificación de la inteligencia emocional de los niños”; en consecuencia, “las habilidades socioemocionales se debilitan”.
Nuestros hijos se convierten entonces en personas frustradas y nada autónomas. “La autonomía, en este contexto, es lo opuesto a la apatía: si criamos niños apáticos al sentido del límite, estarán lejos de la autonomía, la responsabilidad y el sentido de la convivencia en sociedad”.
¿Es posible corregir el síndrome del Emperador?
Afortunadamente, “podemos corregir este comportamiento, ¡sin duda!”, asegura la psicóloga. “Pero dependerá 100% de los padres, quienes deben encontrar el equilibrio entre imponer límites, pero sin violencia”. Dentro de esos límites, se les debe dar la posibilidad a “los niños de decidir, de tomar decisiones y afrontar las consecuencias”, lo cual le será de gran ayuda para todos los ámbitos de su vida, presente y futura. Y además, sin duda, no deben externalizar la educación de sus hijos. Deben poner límites en casa, para que esto se refleje en la escuela.