Llega el fin de curso y, con él, las ansiadas vacaciones, pero también las notas. Un momento de gran tensión para muchos estudiantes, sean de la edad que sean, especialmente si no están muy seguros de haber obtenido buenos resultados. Cuando por fin llegan y hay suspensos o han bajado más de lo esperado, ¿cómo debemos actuar los padres? ¿Debemos mantenernos firmes y serios para que se tome en serio los estudios o es mejor ser comprensivo y buscar alternativas para motivarlo? Lo primero que hay que tener en cuenta es que, más que un número o un mero resultado académico, “las malas notas son un mensaje que nos indica que hay algo que no va bien”, advierte Sandra Turrado, psicóloga y tutora en la plataforma de clases particulares GoStudent.
El siguiente paso sería, por tanto, interpretar ese mensaje “porque la intervención será distinta en cada caso”, ya que “no es lo mismo un alumno desinteresado, un alumno en un mal momento emocional, un alumno que no entiende la materia o sin un hábito de estudio”. A partir de aquí, los pasos a seguir serían los siguientes:
1º Hablar con nuestro hijo o nuestra hija. Debemos procurar establecer un diálogo sin reproches, de escucha activa; “lo importante es darle el espacio para que pueda expresar cuál es el problema”, apunta la experta. Y debemos estar atentos porque una bajada brusca del rendimiento académico puede ser indicativo de otros problemas mucho más graves, como puede ser el acoso escolar o una depresión por diferentes motivos. En esos casos, deberemos observar si sucede junto a otras circunstancias que, al manifestarse de manera conjunta, puedan interpretarse como primeras señales de alarma.
2º Hablar con el centro escolar. Sea el motivo que sea el que haya ocasionado las malas notas, debemos hablar con el tutor de nuestro hijo para obtener feedback y una visión que bien corrobore o bien reinterprete la versión de nuestro hijo. El profesorado nos dará más información acerca de lo que puede estar ocurriendo y, en caso de haber detectado algún tipo de problema, serán los primeros en orientarnos acerca del camino a seguir. Puede que hayan observado algún tipo de dificultad que podría asociarse a determinados problemas de aprendizaje (en cuyo caso recomendarán el profesional más adecuado con el que consultar), algún enfrentamiento o distanciamiento con sus compañeros o muchas otras circunstancias de las que necesitamos estar al tanto.
3º Plan de acción. “Una vez que sabemos la causa, podemos buscar un plan de acción”; si nuestro hijo ya es lo suficientemente mayor, lo ideal es tenerlo en cuenta y elaborar ese plan con él. En caso de que el origen del bajo rendimiento escolar sea la desmotivación o la dificultad para entender algunas materias, “un apoyo profesional personalizado, tal y como es el de las clases particulares, puede resultar muy útil, porque el vínculo que se genera permite conseguir grandes resultados en muy poco tiempo”.
Con las clases particulares, “el estudiante puede operar desde un nuevo lugar, donde él es el protagonista”, pero deben ir acompañadas de otras estrategias o pautas: la primera de ellas es el establecimiento de una rutina de estudio (si es que no la tiene ya). Contar con un horario habitual de estudio diario es básico en cursos superiores, en los que hay cada vez más cantidad de contenidos a estudiar. Cuanto antes establezcamos esa rutina, más probabilidad habrá de obtener mejores resultados académicos.
4º Motivación. Es una de las cuestiones más importantes para lograr que el niño estudie por sí mismo y tenga ganas de aprender, pero es al mismo tiempo lo más difícil de conseguir, especialmente si el problema está precisamente en la falta de motivación. Una manera de intentar despertar en él o en ella ese interés por estudiar sería tener en cuenta sus puntos de interés, relacionando, por ejemplo, la materia con aquello que de verdad le gusta. Por supuesto, si está en cursos superiores, las modalidades de Bachillerato y las asignaturas por las que opte deberán estar dentro de sus intereses; no podemos obligarle a estudiar algo que no le gusta porque creamos que el día de mañana tendrá una mejor salida profesional.
5º Apoyarles sin titubeos. Con los castigos, no obtendremos más que un rechazo aún mayor por los estudios, de modo que debemos buscar una estrategia más eficaz. Esta pasa por convertirnos en su mejor apoyo, tanto desde el punto de vista emocional (con la escucha activa sin reproches de la que hablábamos anteriormente) como desde el punto de vista práctico; es decir, si necesita que estemos a su lado mientras estudia, que le ayudemos a hacer resúmenes o a poner en práctica diferentes técnicas de estudio, ahí debemos estar, por mucho que lo ideal sea que aprenda a estudiar solo. Si en este momento está pasando por una etapa en la que requiere de una mayor presencia de sus padres, debemos propocionársela.
6º Tiempo de ocio. Poner en marcha un plan de acción y una rutina para recuperar asignaturas suspensas no puede entenderse como un castigo, sino como una oportunidad para hacerlo mucho mejor la próxima vez. No podemos y no debemos hacer a nuestro hijo que se pase el día entero estudiando en el período estival; debemos dejar que disfrute también del ocio propio del verano y que se relaje y desconecte.
‘¿Y si mi hijo adolescente quiere dejar de estudiar?’
Cuando las malas notas no solo ocurren en un trimestre o en un curso académico, sino que se perpetúan en el tiempo, es mucho más probable que acabe desembocando en fracaso escolar . Pero… ¿qué hacer en esa situación? ¿Cómo debemos actuar los padres si nuestro hijo nos dice que quiere abandonar los estudios? “De nuevo, el joven está expresando con ese mensaje que no se siente bien”, asegura Turrado. “Tenemos que indagar para determinar por qué, puesto que puede estar determinado por cuestiones muy diversas: el contexto, la frustración, la desmotivación...”.
“En cualquier caso, los padres tienen que ofrecerle apoyo, invitándole a la reflexión y proporcionándole herramientas para ayudarle a encontrar su camino”.