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Aprendizaje

Esta herramienta del método Montessori facilita que tu hijo de 3 años se inicie en la lectura

Es fácil prepararla en casa y es una herramienta de lo más eficaz para ayudar a los niños a iniciarse en la lectoescritura de manera natural y, por tanto, más sencilla para ellos


12 de junio de 2023 - 13:54 CEST

Aprender a leer de manera natural, sin presiones ni prisas. Una premisa que debería cumplirse porque es una cuestión madurativa, al igual que lo es la retirada del pañal o aprender a caminar. Y, del mismo modo que ocurre con la llamada ‘operación pañal’, que en la práctica se tiene que hacer sí o sí al escolarizar a los niños, el aprendizaje de la lectura debe seguir las pautas de un currículo lectivo que acaba generando serias dificultades a no pocos pequeños. Una manera práctica de ayudar a nuestros hijos en este proceso es la caja de sonidos, una herramienta de la metodología Montessori que se utiliza en muchos otros ámbitos por su eficacia.

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La clave de su éxito es que respeta el ritmo natural de cada niño, que se presenta como un juego y que está orientada a desarrollar la conciencia fonológica de los peques. Con ella, toman “progresivamente conciencia de los sonidos que forman las palabras”, como apuntan las pedagogas Vanessa Toinet y Sylvia Dorance en su libro Montessori paso a paso. El lenguaje, la escritura y la lectura’ (Escuela Viva). Primero aprenden a reconocer los sonidos, los fonemas, y después las letras y su asociación a estas, de modo que les resulta mucho más sencillo. Por tanto, “se trata de una actividad preparatoria indispensable para el futuro aprendizaje de la escritura y de la lectura”.

Con la caja de sonidos, podemos trabajar la conciencia fonológica integrando todos los sentidos, lo que favorece aún más que nuestros hijos la vayan adquiriendo. Se les puede ir presentando a los niños a partir de los 2 años y medio o de los 3 años, pero siempre teniendo muy en cuenta que esto no es una norma y que, como señalábamos anteriormente, depende del momento madurativo del pequeño, de manera que unos niños estarán muy perceptivos a esa edad y otros requerirán ser un poquito más mayores para llevarla a cabo correctamente. Veamos en qué consiste.

Cómo hacer una caja de sonidos Montessori

Si bien es posible comprar cajas de sonidos completas en tiendas online especializadas, es sencillo prepararla en casa. Únicamente necesitamos una caja con 24 pequeños cajones o compartimentos (de madera o la típica de plástico para guardar tornillos). En cada compartimento, por fuera, deberemos colocar un papel o una tarjeta con las letras que compartan el mismo sonido; por ejemplo, la ‘b’, la ‘v’ y la ‘w’ o la ‘c’ y la ‘z’. Dentro de cada cajón, introduciremos miniaturas con objetos que empiecen por los sonidos correspondientes.

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Cómo utilizar la caja de sonidos

En un primer momento, nos resultará a nosotros de más utilidad que a nuestros hijos, puesto que seremos nosotros quienes guiaremos el juego. Nos permitirá tener a mano los distintos objetos de cara a las distintas actividades; una vez que vayan cogiendo práctica, ellos mismos irán a los ‘cajoncitos’ a comprobar por qué sonido empiezan cada uno de los objetos que hay en él.

La primera actividad es jugar al clásico ‘veo veo, buscando objetos que empiecen por un determinado fonema. Y, ojo, decimos fonema porque es lo que se les enseña con la caja de sonidos, no la letra en sí (eso vendrá después). Por tanto, no les preguntaremos por algo que empiece, por ejemplo, por la letra ‘m’, sino algo que empiece por ‘mmmmm’, centrándonos en el sonido. Para ello, sacaremos varios de los objetos que hay en los distintos compartimentos y le pediremos que encuentre el que empiece por el fonema en cuestión.

La segunda actividad consiste en identificar varios objetos que empiecen por el mismo fonema. En la tercera, un tanto diferente, hay que reconocer el sonido por el que acaba la palabra. Para ello, debemos explica “de entrada qué es el final de la palabra” porque, por evidente que a nosotros nos resulte, en absoluto lo es para niños que se están iniciando en la lectoescritura. Por eso, debemos hacerles entender que “es el último sonido que oímos”, detallan Toinet y Dorance.

El siguiente paso o actividad es hacer lo mismo, pero buscando el sonido en mitad de la palabra. Lo recomendable es que la palabra sea corta para que no le resulte especialmente difícil reconocerlo. A medida que vaya cogiendo ‘soltura’, iremos aumentando la dificultad y le daremos varias instrucciones sobre un mismo objeto. Por ejemplo, le pediremos que encuentre un objeto que empiece por ‘mmm’ (podrá haber varios) y que, además, acabe en ‘aaaa’ (mesa).

Lógicamente, la caja de sonidos no es algo a utilizar en un solo día para que el niño aprenda por arte de magia a leer. Es una herramienta muy eficaz, pero es necesario hacer las actividades de manera paulatina e ir avanzando cada día según va progresando el niño y, si es necesario, retroceder para que adquiera de verdad la conciencia fonológica. Así, el niño irá aprendiendo poco a poco a identificar todos los sonidos e irán siendo capaces de unirlos para formar, sin ni siquiera darse cuenta, palabras.

Aspectos a tener en cuenta

A la hora de trabajar con la caja de sonidos, lo más importante es asegurarnos de que el niño reconoce los objetos que le presentamos; deben ser fácilmente identificables para él para que asimile lo que le estamos intentando transmitir. Cuando más familiares les resulte, mejor. Junto a esto, hay otros aspectos que debemos tener en cuenta:

  • Palabras fáciles y no muy largas
  • Palabras que empiecen por consonante + vocal, es decir, que el segundo sonido no sea consonante, como pudiera ser ‘plato’. Si queremos trabajar el fonema ‘p’, sería más adecuado recurrir a la palabra ‘pato’, por ejemplo.
  • Elegir objetos empiecen por sonidos bien diferenciados porque, de lo contrario, puede confundir al niño. Por ejemplo, si le pedimos que busque un objeto que empieza por ‘p’, mejor no poner al lado otro que empiece por ‘b’; es un nivel de dificultad mayor que se presentará más adelante, cuando ya conozca bien ambos fonemas.
  • No presentar en un primer momento letras compuestas, como la ‘ch’, la ‘ll’ o la ‘rr’. También implican una mayor dificultad, de modo que las presentaremos de manera progresiva.