Elena Ibáñez es la fundadora de Singularity Experts, una empresa que se dedica a orientar sobre los trabajos y empleos con más futuro. Acaba de publicar su libro ¿Tu hijo aún no sabe qué estudiar? (Ed. Larousse), donde da las claves para que los padres puedan ayudar a sus hijos a elegir los mejores estudios para cada uno en concreto.
En el libro aborda temas de mucho interés como qué información necesitan los padres, cuál es el papel de la tecnología, qué roles laborales serán los más importantes y qué trabajos del futuro presentan una mayor empleabilidad. Hemos charlado con ella sobre estos aspectos.
¿Hay ahora menos vocaciones que hace algunos años y por eso a nuestros hijos les cuesta más encontrar su futuro profesional?
No tenemos datos sobre si ahora hay menos personas con vocación que antes. Pero de lo que sí tenemos amplias evidencias es del nuevo contexto en el que nuestros hijos tienen que decidir, y que desde luego es bastante diferente al que vivimos nosotros cuando elegimos estudios. Para los estudiantes es ahora mucho más difícil elegir qué estudiar o en qué trabajar porque la velocidad de la tecnología y la atomización de la educación plantea una situación mucho más confusa que la que vivimos nosotros.
Cada año aparecen nuevas profesiones emergentes, desconocidas tanto por los chicos y sus padres, como por los propios orientadores de los colegios. En España existen ya más de 3.200 grados universitarios y no paran de crearse nuevos cursos de especialización de FP. Y por si esto fuera poco, tenemos un altísimo ratio de orientadores escolares. Actualmente hay uno por cada 700, cuando lo aconsejado por la OCDE es de un orientador por cada 250 alumnos, lo cual hace que no puedan ayudar tanto en esta labor. Se está creando la tormenta perfecta y quienes lo pagan son nuestros hijos.
Comentas en el libro que para ayudar a nuestros hijos no tenemos que empezar a hablar de estudios y trabajos sino descubrir sus talentos...
Efectivamente, como experta en orientación veo a los padres cada vez más obsesionados con los estudios y su empleabilidad. Muy frecuentemente me preguntan: “Elena, ¿qué estudios recomiendas que escoja mi hijo, aquellos que tienen más salidas profesionales o los que en realidad le gusten?”. Y yo siempre les contesto: “¡Los que cumplan ambas condiciones!”, porque para ser feliz en un trabajo se necesitan tres cosas: poder hacerlo, saber hacerlo y querer hacerlo.
No existe estudiante para el que no haya un trabajo con alta empleabilidad, siempre va a haber un empleo con futuro que encaje con cada uno de los chavales. Por peculiares que estos sean. Por esta razón, conocerse a sí mismo es lo primero en lo que debemos ayudar a nuestros hijos. Antes de obsesionarnos con cuáles serán esos trabajos con futuro que están ahí afuera, debemos facilitarles herramientas para descubrir sus mejores aptitudes, sus gustos, su manera de aprender, su potencial. Nuestro hijo necesita una información a la que no va a poder llegar por sí mismo. Y es que, a pesar de que el autoconocimiento va a ser clave tanto en su vida de adolescente como en su vida adulta, lo que necesitamos en un proceso de orientación profesional es información que sólo nos van a brindar los instrumentos de medición.
Los adultos vivimos en muchas ocasiones enfrentados con la tecnología, pero va a ser el mundo laboral en el que se desenvuelvan nuestros hijos, ¿hay que cambiar la mirada hacia el mundo digital?
Es normal, a veces tememos aquello que desconocemos, y esto nos hace ver como “raros” o incluso “indeseables” ciertos trabajos del futuro, sólo porque están relacionados con alguna tecnología. Cuando recomiendo, por ejemplo, un trabajo de demanda creciente como es el experto en logística con blockchain, los padres y los orientadores me miran como si quisiera meter al alumno en una secta. Luego les cuento que el empleo en logística se ha comportado mejor que el empleo de toda la economía y se les cambia la cara, porque empiezan a verlo como una oportunidad para el estudiante, y no como una amenaza.
Este temor a la tecnología me plantea un primer reto como experta en los trabajos del futuro: demostrar a las familias e incluso a los propios orientadores que, a pesar de no estar familiarizados con el mundo tecnológico, la mayor oportunidad que tienen los estudiantes es la de formarse, de manera directa o indirecta, en alguna tecnología relacionada con un trabajo de su interés. La tecnología es una oportunidad (y casi una obligación) para todos los chicos, independientemente de a lo que se quieran dedicar.
¿Cuáles son los roles profesionales que, según tu criterio, van a tener tasas más altas de empleo en un futuro?
En mi libro le dedico un capítulo entero al concepto de “rol” por su importancia mayúscula en la orientación. Pero el rol no está asociado a la empleabilidad (como los trabajos), sino que está asociado al propósito. Los padres tenemos una fuerte tendencia a pensar acerca de las profesiones en términos de “puestos empresariales”, es decir, director financiero, director de marketing, director de tecnología… Esto hace que, sin darnos cuenta, tratemos de “encajar” a nuestros hijos en uno de estos puestos sencillamente porque es lo que conocemos, es la estructura a la que nos tiene acostumbrado el mundo empresarial.
Sin embargo, la realidad profesional es ahora mucho más compleja y lo que se entiende tradicionalmente por “puesto laboral” ya no nos sirve para ayudar a guiar a nuestros hijos hacia el trabajo más apropiado para ellos. Antes que pensar en la empleabilidad, debemos descubrir lo que nos mueve en la vida profesional, ese “para qué” hacemos lo que hacemos, es decir, nuestro propósito. Los adolescentes son aún demasiado jóvenes para entender exactamente lo que hace un abogado, un financiero, un experto en energías renovables o un trabajador social. Pero lo que sí empiezan a tener claro es lo que les mueve. Ya comienzan a detectar que se movilizan con las injusticias, que les importa el dinero, que les gusta cuidar del medio ambiente o que se interesan por las personas. Y por eso creo que es tan importante que hablemos del concepto rol en la orientación avanzada, es decir, conocer el impacto que querrá causar nuestro hijo con su profesión, su “para qué”.
¿Cuáles son los errores en la elección de los estudios que más conducen al abandono y a la frustración del estudiante?
El error principal que veo es la falsa creencia de que los trabajos con alguna tecnología involucrada son solo para los estudiantes del bachillerato tecnológico. Esta creencia está especialmente arraigada en los chicos que están estudiando o quieren estudiar un bachillerato de artes o de humanidades. Es sorprendente cómo el concepto de los “trabajos del futuro” se asocia directamente con ingenierías y tecnologías, y nada más lejos de la realidad. Cuando estas personas leen los títulos de los empleos que les recomendamos, es muy habitual escuchar reacciones como “este trabajo no es para mí” o “ese empleo es para los del bachillerato tecnológico”. En cambio, cuando profundizan en la lectura de la descripción del trabajo, sus tareas y funciones y, sobre todo, la formación asociada, no solo descubren que ese trabajo con futuro sí es para ellos, sino que les encanta.
Descubrir esto es algo que alivia mucho a los padres, que empiezan a ver salidas profesionales para esos hijos que no han optado por ser los “mega-ingenieros” expertos en la última tecnología, pero, sobre todo, alivia a los estudiantes, porque descubren con sorpresa carreras nuevas que no conocían.
Dices en el libro que “los humanos deberíamos potenciar todo aquello que los robots no puedan hacer”, ¿es un punto clave a fijarse a la hora de elegir estudios?
Así es, porque todo lo que un desarrollo tecnológico pueda hacer con menos errores, más barato, con más seguridad, más rapidez e incluso de manera más creativa, está claramente amenazando al humano a nivel profesional. En cambio, todas las tareas que no pueda hacer un robot, y que no son necesariamente las más creativas, están a salvo de automatizarse. Por ejemplo, la inteligencia artificial generativa es capaz de crear imágenes increíblemente creativas que están sustituyendo ya parte del trabajo de diseñadores gráficos. Esa misma inteligencia artificial generativa también tiene la capacidad de generar contratos legales, pero necesita de un humano que los revise.
¿Qué peso tienen la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional a la hora de encontrar un trabajo?
Las habilidades, que comúnmente las personas llaman inteligencia, se conocen midiendo nuestras capacidades cognitivas. La ciencia nos dice que son el mejor predictor del rendimiento académico y del rendimiento profesional. Es decir, que cuanto más alta tengamos una capacidad cognitiva, más rápido y más fácilmente aprenderemos aquello relacionado con esta capacidad. Por lo tanto, tiene un peso enorme porque nos da información de lo que una persona es capaz de hacer. Pero… ¿y si yo os dijera que hay muchos estudios que demuestran que personas con capacidades altas fracasan estrepitosamente en las empresas, mientras que otras con un coeficiente intelectual más modesto triunfan rotundamente?
Esto es así por lo que llamamos “inteligencia emocional”. Como sabéis, la robotización está haciendo desaparecer los trabajos más repetitivos, y por esto, el World Economic Forum ya está diciendo que contar con una buena inteligencia emocional es clave para los empleos del futuro. ¿Por qué? Porque cuanto más avanza la tecnología, más humanos tenemos que ser. De hecho, funciona muy bien como predictor de éxito en la carrera profesional. Según una investigación llevada a cabo por varias universidades estadounidenses y la escuela de negocios ESSEC, una mayor inteligencia emocional se relaciona con más probabilidades para conseguir ser contratado, ascendido y premiado a nivel de sueldo.