Vivir de cerca la enfermedad de Alzheimer es una experiencia muy dura, tanto para el que la sufre como para los que están a su alrededor. Niños y adolescentes también forman parte de esta ecuación cuando un familiar pasa por ella. Por ello, es importante conocer de qué manera hay que abordar la situación y cuándo están preparados para asumir determinada información.
Así, para Sandra Poudevida, terapeuta de la Fundación Pasqual Maragall, “hablar abierta y directamente con los más jóvenes de la familia sobre el alzhéimer es muy buena forma de disminuir su desconcierto”. ¿Cómo hacerlo de la mejor manera?
Entender qué está pasando, según la edad del niño
Dependiendo de en qué momento se presente la enfermedad en el familiar o en el conocido, el menor tendrá más o menos capacidad para entenderla y para enfrentarse a ello. Así, habría que tener en cuenta la etapa de desarrollo infantil en la que se encuentre.
De los 4 a los 7 años
A los menores de esta edad les resulta difícil entender enfermedades que no tienen una repercusión física evidente. Por eso, desde la Fundación Pascual Maragall aconsejan “incorporar explicaciones muy sencillas sobre qué es el alzhéimer y la memoria, haciendo énfasis en cómo es necesaria para todo: para recordar los nombres de las personas, el día en que estamos o los nombres de los objetos”. Así, hay que explicarles que esta enfermedad afecta justamente a la memoria y que provoca, a veces, cambios en la conducta y el carácter, aunque “el amor que siente su abuelo por ellos no ha cambiado”.
De los 8 a los 12 años
Lo más probable es que con esta edad los niños pregunten directamente qué le pasa a su abuelo (o familiar afectado). En este caso “se debe incluir una respuesta con el concepto de enfermedad y de qué trata, explicando algunos de los síntomas de forma didáctica y haciendo comparaciones con enfermedades que ellos puedan conocer”.
A partir de los 13 años
Ya en la adolescencia, los menores suelen poseer ciertas nociones de cómo funciona el cerebro y lo más probable es que hayan oído hablar de este tipo de enfermedades. Por lo tanto, se puede comentar con más franqueza lo que es el alzhéimer y lo que significa, aunque destacando que cada enfermo es diferente. Según recomienda la citada Fundación, “es importante promover la relación entre la persona afectada y el adolescente e involucrarlo en la tarde de cuidarlo o pasar tiempo juntos”, Eso sí, haciéndole saber que el adulto está a su lado para solventar cualquier duda o problema que tenga.
En este sentido, Sandra Pouveda destaca la importancia de que el niño o el adolescente dispongan de información veraz y adaptada a su edad. Es una vía para implicarse en las atenciones a la persona enferma y, de este modo, promover “que se fortalezca el vínculo afectivo entre ellos. Compartir la información es, además, una buena manera de favorecer la unidad familiar y el apoyo mutuo”, señala.
5 pautas a la hora de hablar de alzhéimer con un niño
Aunque no hay una fórmula única para abordar el alzhéimer con un menor, estas son las cinco principales recomendaciones que hace la Fundación Pasqual Maragall para ello:
- Dar la información de forma clara y concisa. Cuando el niño comprende que la conducta de su familiar se debe a la enfermedad todo es mucho más asumible. “Conocer los principales síntomas hará que puedan entender sus comportamientos y no se sientan mal”.
- Adaptar la información a la edad del niño. Tanto el niño como el adolescente necesitan saber qué está ocurriendo, pero adaptándolo siempre a su edad.
- Buscar el momento adecuado para hablar de la enfermedad. Para abordar este tema es importante buscar un momento en que se pueda tratar con calma, de modo que haya posibilidad de atender cualquier pregunta e inquietud del menor. No siempre el niño o el adolescente mostarán, de primeras, sus sentimientos hacia lo que se les está contando.
- Pensar en actividades para realizar conjuntamente. A partir de los cuatro años de edad, se pueden planificar actividades para que el niño o el adolescente hagan con su abuelo (o con el familiar correspondiente). Pueden ser tareas muy simples como regar las plantas o poner la mesa juntos. “También es recomendable ayudarle con información del pasado como mirar fotos o una película antigua”.
- No forzar situaciones. “El rato que pasen juntos debe ser agradable; por lo tanto, si el niño se siente incómodo o asustado por cualquier conducta, será mejor no forzar estos encuentros”, advierten desde la Fundación Pasqual Maragall. Además, el adulto deberá estar pendiente por si se produce cualquier situación que requiera de su intervención o de su supervisión.