El método Montessori ha alcanzado gran popularidad en los últimos años como paradigma de una enseñanza diferente, pero hay otras pedagogías que comparten algunas de sus características esenciales: por un lado, la memorización pasa a un ultimísimo plano frente a la comprensión e interiorización de los contenidos y, por otro, el papel del niño en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en el que se convierte en el auténtico protagonista; “no es tratado como un sujeto que no sabe nada y cuya opinión no importa, que recibe pasivamente las enseñanzas del educador”, si no que “sus intereses, sus motivaciones y sus ritmos son respetados”, comenta la Doctora en Psicología y especialista en psicología clínica Almudena García en su libro Otra educación ya es posible (Lit-era). Son las llamadas pedagogías alternativas, que reciben otros muchos nombres, como pedagogías activas o pedagogías innovadoras (a pesar de que algunas de ellas datan de hace más de un siglo).
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Entre ellas, las más conocidas son Montessori, Waldforf o Pikler, pero hay otras muchas, como Reggio Emilia. Todas presentan una serie de particularidades de las que se puede sacar mucho provecho de cara a la educación y al desarrollo de ciertas habilidades en todo niño. Y en todas ellas el juego adquiere un lugar predominante, entendiendo que es la manera que el pequeño tiene “de comprender el entorno y de comprenderse a sí mismo”.
Método Montessori
Aunque se habla de método Montessori (entre otras cuestiones, porque la propia doctora Montessori estructuró de modo muy preciso cómo presentar los conocimientos a los niños), es en realidad una verdadera filosofía de vida. Partiendo de que ‘el niño es el guía’ de su propia educación al que se le enseñan los conocimientos en el momento oportuno para él (no para la clase en conjunto), se busca su autonomía, que aprenda a valerse por sí mismo. De ahí que se le preste tanta importancia en centro educativos que siguen Montessori a la conocida como ‘vida práctica’.
Podríamos hablar largo y tendido sobre Montessori, puesto que quien lo desarrolló, María Montessori, escribió varios libros acerca de la educación de los niños y dio numerosas conferencias por todo el mundo que han quedado plasmadas por escrito. Pero por centrarnos en lo que se refiere propiamente a la enseñanza, los materiales son uno de los elementos más destacados del método. Todos y cada uno de ellos los diseñó la propia Montessori, analizando meticulosamente cómo favorecían la aprehensión del conocimiento por parte de los alumnos. Incluso el color de los materiales está estudiado y elegido a conciencia; por eso se mantienen en la actualidad tal y como ella lo estableció (aunque se han ido añadiendo, en muchos casos, otros que favorecen determinados aprendizajes). Hizo un verdadero trabajo de investigación para elaborar todos los materiales, que abarcan desde el primer mes de vida del bebé hasta cursos equivalentes a la actual Secundaria. Y este trabajo no fue en vano, puesto que algunos de esos materiales han servido de inspiración a métodos más novedosos, como el exitoso Singapur, e incluso se utilizan en algunos colegios en los que prima la enseñanza más tradicional.
Pedagogía Waldorf
En Waldorf prima el fomento de la imaginación en los niños y su libertad creativa, algo que no solo le será útil en áreas artísticas, sino que es muy útil en todas las materias educativas y todos los ámbitos de la vida. La enseñanza gira en torno a una serie de rituales “destinados a ir haciendo consciente al niño de los ritmos vitales”. La formación está estructurada en septenios y en los primeros siete años se potencia otra habilidad básica para el estudio en años posteriores: la concentración.
En los primeros años de escuela, priman también los paseos por el campo y el juego libre porque “en la alternancia de movimiento y reposo, observación y acción, trabajo mental y físico se encuentra el equilibrio”. Este equilibrio es tan importante en todo individuo que, como señala Almudena García al informar sobre Waldorf, “la educación debe ayudar al niño a hacer suyos esos ritmos”.
Es a partir del segundo septenio cuando se introduce la lectoescritura y otras tareas intelectuales. Aquí, uno de las particularidades de esta pedagogía es que el profesor debe procurar presentar los conocimientos “envuelto en belleza”, puesto que son más fáciles de asimilar si van asociados a una emoción.
Reggio Emilia
Esta pedagogía nace de la iniciativa de un grupo de padres de la localidad italiana con el mismo nombre Reggio Emilia; nada más acabar la II Guerra Mundial, se propusieron construir de nuevo la escuela del pueblo para que sus hijos pudieran retomar la normalidad y recibir educación. Tras haber vivido las consecuencias del fascismo en primera persona, su principal objetivo era evitar que los niños obedecieran ciegamente al profesor y, en su lugar, fomentar en ellos el pensamiento crítico.
Para ello, el arte ocupa, al igual que en Waldorf, un lugar predominante. Se entiende como una vía de expresión tan importante en los más pequeños que incluso se contrata a un licenciado o graduado en Bellas Artes para colocar un atelier o taller de arte. Todo está presentado de manera tan estética con un claro objetivo: “profundizar en los procesos de aprendizaje y crear conexiones entre la racionalidad y la imaginación”.
Además, las familias de cada alumno tienen una presencia mucho mayor, lo que favorece la integración de los niños en la escuela y con sus compañeros. Todos pueden moverse con total libertad por el centro, incluido el patio y las cocinas; “se confía en los alumnos y ellos responden con responsabilidad”.
Freinet
La clave de la pedagogía Freinet es que el niño es ‘el autor’ de su propio aprendizaje, de manera similar al axioma de ‘el niño es el guía’ de Montessori (el pedagogo francés Célestin Freinet, quien instauró esta metodología de enseñanza, admiraba las propuestas teóricas de María Montessori). Siguiendo la línea de las pedagogías ya citadas, la de Freinet aboga por que el niño aprenda haciendo. Tiene, además, como piedras angulares la cooperación, la investigación y la experimentación.
Pikler
Los dos grandes pilares de la pedagogía de Pikler son el movimiento y los vínculos afectivos. Su creadora, Emmi Pikler, que era directora de un orfanato en Budapest, se dio cuenta de que los niños que en él habitaba necesitaban libertad de movimientos y, por supuesto, unos lazos afectivos de los que carecían tras haberse quedado sin familia a causa de la II Guerra Mundial.
Los adultos no deben intervenir en su desarrollo psicomotriz, ni limitando movimientos ni forzándolo; es decir, tan perjudicial es no permitir a los niños que corran, salten y se muevan todo lo que necesitan como ayudarles a dar sus primeros pasos (algo que hoy en día todos los expertos están de acuerdo, de ahí que se desaconsejen los taca-tacas o darle las manos a los pequeños para que vayan caminando con la ayuda de sus papás).