La autoestima no es un don inquebrantable. Quienes tienen una sana autoestima, esta no les ha venido del cielo como una coraza capaz de sortear ataques y mareas. “La autoestima se construye y se forja en la infancia”, señala Rafa Guerrero, director de Darwin Psicólogos de Madrid. Son, por tanto, los adultos de referencia de todo niño los arquitectos de esa autoestima, de que se desarrolle de manera adecuada. “La realidad es que llegamos a una buena (sana) o mala autoestima en función de la estima que nos han aportado principalmente nuestros padres durante la infancia”, añade el experto. El psicólogo matiza que, sin duda, todo lo que aportan nuestros abuelos, profesores, incluso amigos, suma para fortalecerla o minarla.
En no pocas ocasiones, conductas o comportamientos interiorizados en los padres dañan enormemente la autoestima de sus hijos y la mayoría de las veces, los progenitores ni siquiera son conscientes de ello. Estas son algunas de las conductas que, según Rafa Guerrero, los adultos debemos eliminar en nuestro trato con los niños para cuidar y proteger ese “gran tesoro” que es la autoestima.
1. Evita caer en comportamientos extremos
Es fundamental no caer en los extremos. “Es un error garrafal”, advierte el psicólogo. “No podemos decirles que son capaces de todo o que lo hacen todo estupendamente. Hemos de evitar este tipo de frases. Sobre todo aquellas como ‘¿ves como cuando te esfuerzas puedes conseguir todo lo que te propones’? Estos comentarios no son reales. De esta manera, le estamos dando a los niños el mensaje de que todo se consigue y, la realidad es que, en muchas ocasiones, el esfuerzo no es suficiente para lo que se quiere lograr”.
Por supuesto, asume que caer en el otro extremo también es un error que minará su autoestima ya que crecerán teniendo la sensación de que todo lo hacen mal o que no son suficientemente buenos para las tareas que quieran proponerse.
“La idea es ejercer, como padres, de espejos reales. Una buena autoestima significa saber lo que se te da bien y mal, conocerte y entender en qué ámbitos disfrutas, y en cuáles no, mientras que eres capaz, con tus fortalezas, de enfrentarte a esa realidad. Es decir, siendo consciente de mis limitaciones puedo, con un entorno que me ayude, hacerlo lo mejor posible y tratar de sacar mi propósito adelante”, expone Rafa Guerrero.
En definitiva, sostiene que para llegar a una buena autoestima es fundamental que no ofrezcamos una realidad distorsionada: “La autoestima es consecuencia de las interpretaciones o atribuciones que hacen mamá y papá en relación a lo que ocurre en la vida de su hijo. Por tanto, si somos capaces de interpretar lo que dice, y hacemos una valoración real, muy probablemente mi hijo crecerá feliz y tranquilo”.
2. No les sobreprotejas
El fenómeno de la crianza actual basada en la sobreprotección crea niños con baja tolerancia a la frustración: “Los índices de sobreprotección que tenemos hoy en día son muy altos”.
Opina además que se ha confundido esa protección natural con una hiperprotección, “como si para ser buenos padres los niños no tuvieran que sufrir ningún tipo de malestar”.
Indica que precisamente educar conlleva darles las herramientas para que ellos solos tomen sus propias decisiones. “Percibir peligro donde no lo hay es sobreproteger. La clave no está en el adulto, está en que el adulto interprete lo que el niño siente o necesita”, añade.
Por tanto, “el día de mañana no serán capaces de enfrentarse solos a una situación. La autoestima es matemática pura”, reconoce.
3. Di adiós a la obediencia estricta y absoluta
“El mensaje es ligeramente diferente a la sobreprotección. La obediencia estricta genera una anulación de los hijos donde existen relaciones de poder, chantajes, castigos, condicionamientos... En definitiva, donde no hay respeto”, matiza.
Además, esta conducta no favorece el pensamiento crítico, ni la comprensión o el aprendizaje: “Nos basamos en la famosa frase: ‘porque lo digo yo’. La autoridad no se gana en base al grito o la pedagogía del miedo, sino en base al respeto mutuo. Queremos exigir ese respeto u obediencia cuando en realidad hay que fomentar su toma de decisiones”.
4. No les ignores cuando tengan una rabieta
Algunos padres consideran que a los niños hay que ignorarlos como fórmula para corregir un comportamiento o una rabieta. “De esta manera, el niño entiende que cuando hay un problema se mira para otro lado. Son mensajes inconscientes e implícitos... y los niños captan mucho”, explica.
5. No te burles de ellos
“La burla es una falta de respeto”, asevera el psicólogo y director de Darwin Psicólogos. Y enfatiza en la idea de preguntarnos si lo haríamos con un amigo, un compañero de trabajo o un jefe...
“Esto se hace con los niños por las relaciones de poder. Bajo ningún concepto hay que reírse de nada de lo que dice una persona... y mucho menos un niño que aún está en proceso de formación y transformación. Hay que tener mucho cuidado, nos medimos mucho con comentarios de otros adultos pero no con los más pequeños y, un niño, al final, lo que necesita es que le protejan”, concluye.